Crítica:FLAMENCO

El dolor del cante, el 'duende' del baile

Las dos mujeres del programa hicieron lo más hermoso en una noche en la que casi todo fue gratificante. El cante de Carmen Linares duele como tiene que doler el buen cante. Nunca le resulta fácil a Carmen cantar y a veces su pelea es verdaderamente dramática; pero a cambio nos da el cante en su dimensión más profunda, más jonda más emocionante.

En el concierto que comentamos salió cantando por malagueñas de la Trini y puso la tensión flamenca ya en su más alta cota, matizando con exquisita delicadeza la difícil arquitectura del cante. Después, en la taranta linarense, volv...

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Las dos mujeres del programa hicieron lo más hermoso en una noche en la que casi todo fue gratificante. El cante de Carmen Linares duele como tiene que doler el buen cante. Nunca le resulta fácil a Carmen cantar y a veces su pelea es verdaderamente dramática; pero a cambio nos da el cante en su dimensión más profunda, más jonda más emocionante.

En el concierto que comentamos salió cantando por malagueñas de la Trini y puso la tensión flamenca ya en su más alta cota, matizando con exquisita delicadeza la difícil arquitectura del cante. Después, en la taranta linarense, volvió a rizar el rizo de la perfección. Bulerías por soleá, alegrías y tangos completaron una excelente actuación.

1 Festival Madrid: Primavera Flamenca

Carmen Linares, Enrique Morente.

Cante: José Mercé

Madrid. 13 de abril.

La Tolea, en el baile, arrancó las mayores ovaciones de una noche pródiga en ellas. Una sola actuación, por soleares, rematando por bamberas, le bastó para demostrar que es ya una de las grandes bailaoras del momento que si persevera en una línea de autoexigencia y de superación quizá llegue a inscribir su nombre entre los verdaderamente grandes de esa disciplina tremendamente difícil que es el baile flamenco.

Tablado para resbalar

Olvidándose de que tenía bajo sus pies un tablado en el que podía resbalar, Tolea buscó los duendes de lo jondo con la fuerza de sus pies, la gracilidad de sus brazos, la perfecta adecuación de la figura y el gesto a la verdad sin mixtificaciones del baile. La bailaora —apoyada atrás por el toque eficaz de los hermanos Losada y el cante espléndido de Guadiana.— vibró e hizo vibrar, es decir, se produjo la comunión actor- espectador, ecuación mágica del arte flamenco.

José Mercé, con momentos de esa grandeza habitual en él, no llegó a cuajar sin embargo una actuación convincente. Parecía como desganado y en algunos cantes tiró a abreviar. Enrique Morente, de nuevo en la línea ortodoxa del cante, muy bien, singularmente en el bellísimo cante por soleares con diversidad de formas especialmente gaditanas, y en una de sus creaciones sobre poemas de san Juan de la Cruz. Enrique de Melchor y el mayor de los Habichuela los dos extraordinarios, cada uno en su estilo.

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