Cartas al director

Revolución bonita

La columna de Vázquez Montalbán, en EL PAÍS del 4 de marzo, deliciosa como de costumbre, me ha dejado esta vez un tanto perplejo.¿Cómo puede pensar que sea una banalidad la etiqueta estética que a la revolución sandinista le ha colocado un alto representante español? ¡Qué va!

Lo que pasa es que este señor sabe semiótica y al decir que no es bonita quiere decir que no le va. Y así evita el tener que bailar con ella. Que de eso se trata.

Pero banalidad, no. A lo más, un nuevo lenguaje para iniciados.

Porque la revolución sandinista, como toda digna de su nombre, es como el n...

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La columna de Vázquez Montalbán, en EL PAÍS del 4 de marzo, deliciosa como de costumbre, me ha dejado esta vez un tanto perplejo.¿Cómo puede pensar que sea una banalidad la etiqueta estética que a la revolución sandinista le ha colocado un alto representante español? ¡Qué va!

Lo que pasa es que este señor sabe semiótica y al decir que no es bonita quiere decir que no le va. Y así evita el tener que bailar con ella. Que de eso se trata.

Pero banalidad, no. A lo más, un nuevo lenguaje para iniciados.

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Porque la revolución sandinista, como toda digna de su nombre, es como el nacimiento de una hermosa lozana que baila con el pueblo en fiestas de vino, amor y libertad.

Pero ¡ay!, las mozas caribeñas son prietas de carnes y cadenciosas, de ritmo trepidante, al que no todos se atreven ni pueden seguir. Peor para ellos, Y más peor que para ocultar su miedo, desprecien su evidente belleza, como bien conoce mi admirado Montalbán.

Más grave es lo que le sucede a un señor de Washington (Wasp, naturalmente) que no solamente no quiere bailar con ella, lo que sería demasiado pedir ni está ya el pobre para esos trotes, sino que encima quiere convencer a todo el mundo de que es fea, para que le vuelvan la espalda, la abandonen sus locos amantes y muera de tristeza y soledad.

Pero no lo conseguirá. Está la moza absolutamente decidida a no perder su lozanía -¡a qué precio, Dios mío!- y ni siquiera a dejársela ajar en arrumacos con cualquier bellaco disfrazado de amante.

Es demasiado hermosa para dejarla morir.- .

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