Crítica:

El Haendel de cámara, por Marías, Coin y Zylberajch

Una nueva dedicación a Haendel nos ha traído, dentro de la serie camerística de los martes en el Real, al compositor de las Sonatas, esto es, al más íntimo y casi contrario del gran oratorista y operista. Un intérprete como Alvaro Marías, que suma habilidad y arte en la flauta de pico con auténtica erudición; el excelente violonchelista barroco Christophe Coin y la clavecinista francesa, de formación franco-anglo-holandesa, Afine Zylberajch, fueron intérpretes elocuentes y rigurosos de toda una manera de hacer, de un modo preciso de pensar la música de Haendel. Modo y esti...

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Una nueva dedicación a Haendel nos ha traído, dentro de la serie camerística de los martes en el Real, al compositor de las Sonatas, esto es, al más íntimo y casi contrario del gran oratorista y operista. Un intérprete como Alvaro Marías, que suma habilidad y arte en la flauta de pico con auténtica erudición; el excelente violonchelista barroco Christophe Coin y la clavecinista francesa, de formación franco-anglo-holandesa, Afine Zylberajch, fueron intérpretes elocuentes y rigurosos de toda una manera de hacer, de un modo preciso de pensar la música de Haendel. Modo y estilo que parece devolver a la interpretación haendeliana un nuevo frescor como resultado de una honda penetración.Esa gran teoría de contrastes -podríamos decir juego de contrarios- que es el Barroco discurre tanto a través de la gran fiesta (religiosa o profana) como por vías de una intimidad cuya primera razón de ser es, sin duda, "el gusto artesanal de hacer música juntos", como precisa Gino Stefani. Sucede, sin embargo -y esto lo comenta muy bien Marías-, que tras la voz leve de la sonata, escondido tras el tañer del clave, la flauta dolce o el violonchelo píccolo, habita una ideología nada dispar con la de los grandes oratorios. Lo que en un caso puede ser oratoria, gran aparato teatral, actitud triunfante hasta de la melodía, se torna en las Sonatas sustancialidad dramática.

El desafío de los intérpretes

Al juego de contrarios o, simplemente, a la típica dualidad de elementos diversos, propia de lo barroco musical, nuestro tiempo ha añadido una nueva contraposición: el gusto íntimo de hacer música solo o en la más breve formulación del conjunto y la presencia de un público mayoritario en el que no pudo soñar Haendel a la hora de su música de cámara. El desafío para los intérpretes de hoy es vencer ese desequilibrio inicial hasta conseguir un ambiente: Marías, Coin y Zylberajch lo consiguieron plenamente a lo largo de cuatro sonatas para flauta en la op. 1, una suite para clave de 1720 y una sonata para violonchelo y continuo. La reunión de los gustos desde el escenario, tuvo como respuesta la concitación de los entusiasmos.

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