Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Los Últimos secretos de Chopin

Sin mayor propaganda previa, actuó en el Real una espléndida orquesta, un excelente director y un formidable pianista: la Filarmónica de Varsovia con su director, Kazimierz Kord, y el solista Piotr Palezny. Es sabida la calidad del conjunto varsoviano nacido a principios de siglo y, tras muchos y diversos avatares, reconducido a partir de 1948 por el gran maestro Witold Rowicki: las cuerdas son brillantes, plenas de luz, transparentes y ágiles; los vientos no desdicen de esa maestría impulsada por una voluntad expresiva muy caracterizadamente polaca en la que confluyen no escasas corrientes hi...

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Sin mayor propaganda previa, actuó en el Real una espléndida orquesta, un excelente director y un formidable pianista: la Filarmónica de Varsovia con su director, Kazimierz Kord, y el solista Piotr Palezny. Es sabida la calidad del conjunto varsoviano nacido a principios de siglo y, tras muchos y diversos avatares, reconducido a partir de 1948 por el gran maestro Witold Rowicki: las cuerdas son brillantes, plenas de luz, transparentes y ágiles; los vientos no desdicen de esa maestría impulsada por una voluntad expresiva muy caracterizadamente polaca en la que confluyen no escasas corrientes históricas y estilísticas.Hay que desterrar tópicos en torno a Chopin, y uno de ellos, repetido de libro en libro, de carpeta de disco en carpeta, es el de cierta modestia de la inventiva chopiniana en los dos conciertos frente a obras más geniales. Puede discutirse -y se ha discutido mil veces- sobre la habilidad orquestal del músico polaco, aunque, hasta la fecha, ningún reorquestador ha dado con la solución definitiva; pero el pensamiento musical, la identificación entre idea musical y pensamiento virtuosístico, el corte noble de las frases y la naturalidad y personalidad de su evolución, el juego rítmico en contraste con la cantabilidad melódica, todo, en fin, es del Chopin más auténtico y, por lo mismo, excelente.

Orquesta Filarmónica de Varsovia

Director: Kazimierz Kord. Solista:Piotr Palezny. Obras de Szymanowski, Chopin y Scriabin. Teatro Real. Madrid, 15, 16 y 17 de febrero

"Pertenece a la más bella manera del autor", decía Franz Liszt; para Berlioz, el movimiento central sumía al auditorio en una calma estática que se prolongaba hasta bastante después de sonar la última nota.

Sucede que los dos conciertos chopinianos, tan traídos y llevados, raramente encuentran interpretaciones idóneas y suficientemente penetrantes. Esta vez el pianista Piotr Palezny, del que faltaba en programa la más mínima nota biográfica, supo dar con los últimos secretos del mensaje musical de Chopin gracias a un virtuosismo constantemente domeñado por el más alto concepto musical.

Fuerte originalidad

Tocado con un espíritu de descubierta, expuesto en tonos de gran frescor vital, el concierto en fa menor recuperaba no sólo su belleza, sino su fuerte originalidad, ésa que tantas veces se le niega. ¡Pero si es original en la sustancia, que es lo más dificil!

Con Palezny, el director Kord y los filarmónicos varsovianos colaboraron de forma excepcional. No estuvo solo el pianista acompañado de un telón de fondo tenue y desvaído, sino sostenido por una fuerza orquestal que parecía defender la elocuencia de la sensibilidad. Gran versión y perdurable recuerdo el de este Chopin sin tormento.

De Karol Szymanowsky (1881-1937), ese gran compositor polaco que sirve de puente entre la tradición y la modernidad, pero que, al mismo tiempo, es por sí mismo un creador de gran potencia, con obras de todo género escasamente frecuentadas entre nosotros, escuchamos Nocturno y tarantella, dos piezas violinísticas orquestadas por Gregor Fitelberg en 1937.

Estamos ante una breve expansión meridionalista y en algo orientalista, que a través de la visión del instrumentador tiene más que ver con Ravel que con cualquier otra herencia. Si no muy representativa de Szymanowsky, Nocturno y tarantella nos evocó al menos el perfil de un músico sensible, inteligente y deseoso de mantener la música de su país a la altura de las circunstancias.

Divino Scriabin

Sólo elogios merece la interpretación dada por Kord y la Filarmónica, al Poema divino, de Scriabin, uno de los autores cuya personalidad ha sido pasto de la especulación literaria y seudofilosófica. En esta Sinfonía poemática, característica de la segunda etapa del compositor, hay escasas premoniciones; muy al contrario, es hija de su tiempo.

Con harta frecuencia, Scriabin parecía hablar más para sí que para los demás, lo que sitúa su música en un plano de distanciamiento con respecto al público, que percibe, eso sí, un discurso más que misterioso, enfermo, lo que no está reñido con la belleza.

"¿Existe alguna música alegre?", se preguntaba Schubert. Cierto que la hay, pero en toda la gran obra creadora de Scriabin ni un solo compás escapa a una complaciente pesadumbre. Ahí puede estar la causa de la insatisfacción del público después de escuchar una obra como el Poema divino, aun en tan espléndida, analítica e incisiva lectura como la de los músicos polacos.

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