Reagan invoca la Biblia para justificar el rearme

"La Biblia apoya el rearme norteamericano". Esta afirmación no está sacada de la última película de Woody Allen, sino que ha sido hecha por el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, para tratar de justificar el aumento del presupuesto del Pentágono, 277.500 millones de dólares (alrededor de 48,5 billones de pesetas) para 1986, un 13% más que este año, y paliar las fuertes críticas que está recibiendo en el Congreso y en la opinión pública.

Reagan, que parece haberse situado ya por encima del bien y del mal y habla de la Divina Providencia para referirse al presupuesto que ha prese...

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"La Biblia apoya el rearme norteamericano". Esta afirmación no está sacada de la última película de Woody Allen, sino que ha sido hecha por el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, para tratar de justificar el aumento del presupuesto del Pentágono, 277.500 millones de dólares (alrededor de 48,5 billones de pesetas) para 1986, un 13% más que este año, y paliar las fuertes críticas que está recibiendo en el Congreso y en la opinión pública.

Reagan, que parece haberse situado ya por encima del bien y del mal y habla de la Divina Providencia para referirse al presupuesto que ha presentado al Congreso, dijo el lunes a un grupo de asombrados representantes del mundo empresarial: "Quizá a ustedes les interese saber que las Escrituras están a nuestro lado", a propósito del gasto de defensa. El presidente no tuvo ningún reparo en utilizar al evangelista San Lucas, en su versículo 14/31, para apoyar su argumentación.Reagan hizo una interpretación bastante libre del citado pasaje bíblico, que explicó así: "Jesús está con sus discípulos y les habla de un rey que está pensando ir a la guerra contra otro monarca, con sus 10.000 hombres, pero reflexiona mejor y piensa que no tiene posibilidades contra un ejército enemigo de 20.000 hombres y decide que quizá tenga que mandar una delegación para negociar la paz". "Bueno", continuó el presidente, "no creo que queramos nunca encontrarnos en esta posición de ser sólo la mitad de fuertes y tener que negociar bajo estas condiciones los términos de la paz con la Unión Soviética".

Ronald Reagan, que no va habitualmente a la iglesia, volvió a utilizar la religión en otro acto celebrado ante predicadores religiosos: "No creo que el Señor, que bendijo a este país como no lo ha hecho con ningún otro, quiera que nosotros tengamos que negociar algún día porque somos débiles".

Sin embargo, no parece que esta retórica bíblica vaya a ablandar a los miembros del Congreso, que ya han iniciado sus trabajos para ver cuánto y dónde cortar el presupuesto militar. La Administración ha pedido al Legislativo que autorice un gasto defensivo de dos billones de dólares en los próximos cinco años. El nuevo presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, el influyente Les Aspin, de Wisconsin, ha afirmado que, .con la mayor claridad, lo que le debemos decir al departamento de Defensa antes de que le demos más cientos de miles de millones es que queremos saber qué han hecho con el billón que ya han conseguido" desde 1981.

Esta advertencia coincide con una nueva revelación del despilfarro y el descontrol de los costes en el gasto del Pentágono. William S. Cohen, senador republicano por el Estado de Maine, afirmó ayer que el departamento de Defensa ha estado pagando 600 dólares (unas 105.000 pesetas) por cada asiento del retrete con que va equipado el avión de lucha antisubmarina P3-Orión, lo que, estima el senador, "le da un nuevo significado a la palabra trono".

La Lockheed devuelve dinero

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Un portavoz de la Lockheed, que construye los citados aviones y sorprendentemente también tiene una cadena de montaje para asientos de WC, explicó que en realidad ha habido un error, y que el coste del asiento, de plástico y fibra de vidrio, es de sólo de 544 dólares con 78 centavos, y que devolvería el dinero a la Marina.

La forma en la que el Pentágono gasta su dinero ya ha dejado de ser un chiste nacional para convertirse en una preocupación seria para el Gobierno. Todo empezó cuando los auditores descubrieron que el Ejército pagaba 436 dólares (73.600 pesetas) por un martillo suministrado por la compañía Gould Inc. El estudio reveló que el coste real del martillo y de su envoltorio era de ocho dólares, y que 253 dólares se contabilizaban como costes administrativos.

Esto puede ser una broma si se compara con lo ocurrido con el orgullo de la maquinaria militar americana, el vehículo acorazado Bradley, un carro de combate que puede transportar infantería en su interior. Su fabricación fue autorizada en 1979 a un coste por unidad de 686.000 dólares (unos 1,20 millones de pesetas), y va a costar 1.500 millones de dólares (unos 252.000 millones de pesetas). Además, el vehículo fue producido sin haber sido probado antes en condiciones similares a las del combate. Se ha descubierto que el Bradley es sorprendentemente vulnerable a los cohetes anticarro, que pueden convertir su interior en un crematorio.

Pero al secretario del Pentágono, Caspar Weinberger, no parece importarle todo esto, y continúa trabajando inasequible al desaliento en el Congreso para que el Legislativo apruebe su presupuesto. Los republicanos ya le han dicho que el incremento del gasto militar, ajustada la inflación, debe quedarse en un 3%, que es lo que EE UU pide a sus aliados. Weinberger persiste en su afirmación de que la UR.S S sigue siendo más fuerte militarmente que EE UU.

El senador demócrata por Michigan, Carl Levin, contestó este argumento y afirmó ayer que el crecimiento militar estadounidense: ha sido casi el doble que el de la URSS desde 1977 a 1984. El jefe del Pentágono respondió que los gastos soviéticos son muy difíciles de medir y que lo que importa es que están produciendo más carros de combate y aviones que EE UU. Otro senador le preguntó a Weinberger cómo consiguen construir más armas si gastan menos, a lo que el ministro de Defensa contestó: "Cuatro o cinco hombres en el Kremlin pueden dirigir los recursos más eficientemente hacia su objetivo de establecer el comunismo en todo el mundo".

¿Está usted diciendo que un sistema centralizado en una dictadura es más eficiente que la libre empresa? "No señor", replicó Weinberger, "pero los soviéticos gastan menos porque dependen en parte de trabajadores forzados y reclutas baratos".

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