Crítica:'ROCK'

Una noche fría

Se echaban de menos las cabezas de plumero multicolor en Rock-Ola, durante el segundo concierto de Alaska y Dinarama. La otrora sala de la modernidad madrileña, más por autoselección que por reservarse el derecho de admisión, albergaba el jueves por la noche un público heterogéneo y mayoritariamente convencional.Una audiencia principalmente curiosa por este fenómeno de la popularidad que es la cantante Olvido Alaska, quien ha sabido difundir su imagen, aunque las expectativas que crea no se vean del todo satisfechas en la presentación personal. Alaska salió a escena envuelta en humo...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Se echaban de menos las cabezas de plumero multicolor en Rock-Ola, durante el segundo concierto de Alaska y Dinarama. La otrora sala de la modernidad madrileña, más por autoselección que por reservarse el derecho de admisión, albergaba el jueves por la noche un público heterogéneo y mayoritariamente convencional.Una audiencia principalmente curiosa por este fenómeno de la popularidad que es la cantante Olvido Alaska, quien ha sabido difundir su imagen, aunque las expectativas que crea no se vean del todo satisfechas en la presentación personal. Alaska salió a escena envuelta en humo con una música desprendida de algún hilo musical para luego iniciar su espectáculo con una versión poco recreada de Rumore, rumore, de Raffaela Carrá, para no romper el hilo.

El día anterior había comenzado la serie de tres conciertos de Alaska y Dinarama, que terminó ayer, viernes, promocionando con retraso su disco Deseo carnal. El espectáculo consistió en una poco cálida sucesión de temas, a la que el público respondía casi inmóvil y atento, coreando débilmente la letra de las canciones más difundidas por la radio.

Pero es que el público siempre responde a la fuerza del intérprete, y Olvido Alaska actuó como quien se reserva algo que luego no da. Puede que éste sea uno de los secretos de la sensualidad, tema central en muchos de los temas de Deseo carnal interpretados, pero en ese sentido mejor le quedó el cartel anunciador del disco.

Algunos de los temas en la última parte del concierto, Carne, huesos y tú, Perlas ensangrentadas y Rey del glam, supieron despertar un poco más a los espectadores, que hasta casi el final de la presentación parecía que asistían a una función cinematográfica. Seamos benévolos; puede que no haya sido un buen día para la protagonista de la noche, de quien seguimos esperando nos convenza de la fuerza de su personalidad. Profesionalmente, la representación del grupo no dejó que desear, con un sonido asimilable a la calidad y cuidado que se escucha en el disco.

Sabor Berlanga

La vitalidad del espectáculo y su limpieza se dieron principalmente en la musicalízación. Carlos Berlanga, voz y guitarra, contribuyó a que la noche adquiriera un sabor que no se lograba ni con un cubata en los labios; su participación era el principal apoyo de la vocalista.La búsqueda del éxito presenta muchos caminos como opciones. Las concesiones a una música menos vigorosa de entrada, fácil en las listas de éxito de la radio, la fama frívola que se recrea en la imagen superficial y el reclamo de un público mayoritario de escasa identificación con las motivaciones originales del grupo parecen haber sido las piedras en el último trecho del camino de Alaska y Dinarama.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En