Entrevista:

Díaz Merchán: "Las relaciones con el Gobierno son difíciles porque no se traducen en acuerdos operativos"

, Gabino Díaz Merchán rechaza que haya un apoyo de Roma al Opus Dei, y asegura que "el Papa no está ni entregado ni influenciado" por la institución fundada por Escrivá. En opinión del arzobispo de Oviedo, el Papa tampoco condena globalmente la teología de la liberación. Sin embargo, puntualiza que "lo que no puede hacerse es que la teología de la liberación se reduzca a una simple ideología temporal".Pregunta. El controvertido debate sobre la cuestión escolar ha alcanzado una de sus cotas más polémicas con la manifestación por una escuela libre", celebrada recientemente en ...

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, Gabino Díaz Merchán rechaza que haya un apoyo de Roma al Opus Dei, y asegura que "el Papa no está ni entregado ni influenciado" por la institución fundada por Escrivá. En opinión del arzobispo de Oviedo, el Papa tampoco condena globalmente la teología de la liberación. Sin embargo, puntualiza que "lo que no puede hacerse es que la teología de la liberación se reduzca a una simple ideología temporal".Pregunta. El controvertido debate sobre la cuestión escolar ha alcanzado una de sus cotas más polémicas con la manifestación por una escuela libre", celebrada recientemente en Madrid. ¿Cómo enjuicia usted este acto de protesta?

Respuesta. Estimo que la manifestación fue un éxito, porque hubo una gran afluencia de gente y se realizó de una manera ordenada. Sus objetivos quedaron bastante claros en la alocución de Carmen de Alveal. Se trataba, en definitiva, de un intento de hacer llegar a la Administración la inquietud que tienen los padres de familia por determinadas medidas del Ministerio de Educación hacia los colegios privados. No era, sin embargo, una manifestación contra la LODE, que está sometida actualmente a un recurso ante el Tribunal Constitucional. Por lo demás, la postura de la Conferencia es conocida: pedimos el derecho de los ciudadanos a crear escuelas y el de los padres a elegir el colegio que prefieran sin discriminación económica, o sea, en igualdad de condiciones con la escuela pública. Los obispos deseamos que todas las escuelas, también la pública, eleven su calidad y que el ordenamiento escolar en España respete la libertad escolar y la libertad religiosa como derechos fundamentales de la persona.

P. De esta respuesta parece deducirse claramente que la LODE no recoge, en su opinión, esas garantías. ¿Es así?

R. La LODE debería garantizar más claramente estas cuestiones. El Gobierno asegura que no hay ningún problema e insiste en que n o hay desacuerdo entre ellos y nosotros sobre los aspectos que acabo de apuntar. Pero, si es que estamos tan de acuerdo, ¿por qué no se recogen con claridad en el texto legal? ¿Qué ocurre?, pues simplemente que, en la realidad, hay desacuerdo y mutua desconfianza, aunque haya buena voluntad por parte de casi todos. Si la LODE se hubiera elaborado con menos tensiones y más colaboración hubiéramos salido todos beneficiados.

P. Los convocantes de la manifestación de Madrid aseguraron que la única salida al conflicto es el pacto escolar. ¿Comparte usted este criterio?

R. Como obispo, no me siento parte de un pacto con políticos. La misión de la Iglesia no es pactar, porque no es, ni quiere ser, un partido. Por el contrario, el deseable acuerdo sobre la enseñanza tendría que ser fruto de un consenso, nacido de un diálogo sincero. Si se hubieran hecho así las cosas habríamos evitado la polémica partidista y también el pactismo, que muchas veces no es otra cosa que una solución de compromiso entre personas que tienen mucho poder. Pero habríamos conseguido más: apartar a la escuela de la lucha política, que tiene ya sus campos propios. De todas formas, si no fuera posible el consenso, los políticos deberían alcanzar el pacto, con el ánimo de dejar este campo de la vida social que es la escuela lo más alejado de la lucha partidista.

P. La Conferencia Episcopal debatió, hace muy pocos días, los primeros borradores. del documento Constructores de la paz. Una de las cuestiones que se abordará en esta pastoral será la del terrorismo en Euskadi, una compleja situación que, a juicio de los sectores más conservadores de la sociedad española, los obispos vascos abordan con "tibieza". ¿Qué le parece a usted esta afirmación?

R. Es verdad que se hace esa acusación, pero resulta totalmente injusta. Nadie puede afirmar, con pruebas, que los obispos vascos favorezcan el terrorismo. Ellos viven el problema como en su propia carne, pues son hermanos de su misma tierra quienes protagonizan estos hechos lamentables. Los obispos vascos han dicho, de muchas maneras, y en múltiples ocasiones, que ésas no son formas aceptables para reivindicar derechos políticos. Otra cosa negativa de esta situación es que está generando en el resto de España una especie de general antivasquismo, lo que constituye una enorme injusticia contra el pueblo vasco.

P. También tratarán ustedes en este documento sobre la controvertida entrada de España en la Alianza Atlántica. ¿Cuál es, en principio, la postura de la Conferencia Episcopal?

R. Nuestra intención, que no estará plasmada definitivamente hasta, por lo menos, el próximo mes de junio, es hacer una aportación en favor de la paz y la distensión, en pro del freno a la carrera de armamento y contra el uso de armas con tanto poder de destrucción. Estos fenómenos discurren paralelos al escándalo de la existencia de millones de seres humanos que se mueren de hambre y de sed. Dentro de este contexto es donde hay que situar la cuestión de la pertenencia de España a la OTAN. El Episcopado nunca dará un juicio técnico sobre esto, pero sí quiere contribuir al desarrollo de un sano pacifismo. En cuanto a la cuestión del referéndum, estimo que constituye también un problema muy técnico. La Conferencia no va a opinar sobre si debe realizarse o no. No obstante, si se convocara esta consulta tal como señala un compromiso electoral del Gobierno, el documento que vamos a elaborar puede ayudar a la gente a formar su criterio.

P. Cuando se produjo la muerte de un joven en Gijón, durante una manifestación de trabajadores de los astilleros, usted exhortó a "todos los hombres de buena voluntad a buscar caminos de convivencia que acerquen a la justicia y eviten la violencia". ¿Cómo enjuicia el presidente de la Conferencia Episcopal los efectos de la crisis económica y de la reconversión industrial en España?

R. Es una situación compleja y muy difícil, reflejo, a su vez, de una crisis mundial que tiene gran parte de sus orígenes en la revolución tecnológica. La reconversión que se está intentando realizar ahora era ya necesaria hace 10 o 12 años, pero aquí, sometidos como estábamos a una etapa de transición política, no fue, abordada a tiempo. Casi nadie duda que hay que afrontar la situación, pero la falta de entendimiento surge en la forma de llevarla a cabo. El diálogo y el entendimiento mutuos resultan imprescindibles en este caso, porque sería criminal anteponer intereses partidistas en este momento. Todo ello sucede, además, cuando se está negociando el ingreso de España en el Mercado Común, una discusión que parece reducirse exclusivamente a planteamientos económicos e intereses nacionalistas. En esas circunstancias, no sé si merece la pena entrar en una sociedad de ese tipo, que olvida otros valores superiores, como los problemas del Tercer Mundo, así como la tradición de Europa como creadora de cultura e, incluso, difusora de progreso y de bienestar en el mundo.

P. ¿Cómo calificaría usted las actuales relaciones de la jerarquía católica con el Gobierno socialista?

R. Suelo decir que son correctas, de lo cual mucha gente induce, equivocadamente, que son óptimas. Por ejemplo, las reuniones de ministros y obispos llevan más de un año sin celebrarse. Creo que hay buena intención por parte de los gobernantes, pero deberíamos avanzar hasta llegar a acuerdos sólidamente establecidos. No se trata de pedir privilegios, sino de lograr el normal desarrollo de los acuerdos Iglesia-Estado, de los principios de la Constitución y de la libertad religiosa. Hay personas que tienen las ideas un poco desorientadas, porque interpretan negativamente el derecho a la libertad religiosa; parten de postulados no ya laicos, sino laicistas y agresivos contra el hecho religioso. El hecho de que el Estado sea aconfesional no significa que pueda renunciar a su objetivo básico: el bien común entre los ciudadanos y el servició a una sociedad en la que existen también muchos creyentes. En definitiva, yo estimo que las relaciones con el Gobierno. son correctas, pero difíciles, y no acaban de concretarse en acuerdos operativos, que son los que necesitamos unos y otros. Hay también graves discrepancias en temas básicos, como por ejemplo la valoración de la dignidad humana desde el primer momento de la concepción en el seno materno, y otros.

P. ¿Cómo valora usted las manifestaciones del prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, sobre los resultados del Concilio Vaticano Segundo?

R. Hay que aclarar que las afirmaciones atribuidas a Ratzinger forman parte de unas declaraciones mucho más amplias, recogidas por un periodista para escribir un libro. Sin embargo, si se examina estrictamente lo que dice el cardenal, yo tengo que decir que estoy

completamente de acuerdo con él. Ratzinger es un gran teólogo, que, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ocupa un puesto cuya misión es dar señales de alerta ante el peligro, un trabajo a veces ingrato, pero muy necesario en la Iglesia. Se trata de un papel de defensa de la fe y, desde esta perspectiva, Ratzinger señala que tras el Concilio ha habido desviaciones que obedecen, en muchos casos, a la confrontación que tienen que hacer los católicos y la Iglesia con la cultura contemporánea, heredera, en no pocos casos, de posturas de un liberalismo a ultranza y del endiosamiento de la razón humana. Pero esto no obsta, y yo así lo sostengo, para que podamos decir que la panorámica del tiempo posconciliar es francamente positiva. Diría más: ha sido providencial. Ratzinger comparte también esta opinión y el Papa, no digamos, basta con leer sus encíclicas.

P. Por lo que dice, usted no ve señales de involución en la jerarquía católica...

R. Creo sinceramente que no. He hablado mucho con el Santo Padre y no he apreciado nunca síntomas de regresión. El Papa es un hombre plenamente del Vaticano Segundo, con una sensibilidad realmente impresionante para los problemas humanos y para la compresión de las distintas situaciones de los pueblos y de su historia. Respeto a los observadores que interpretan otras cosas, pero creo que están equivocados.

P. Sin embargo, Juan Pablo II parece haber favorecido claramente a los sectores más conservadores de la Iglesia, como el Opus Dei. ¿No constituye esto una contradicción?

R. No comparto esa interpretación. El Opus Dei era una institución sin estatuto jurídico y el Papa lo único que ha hecho es dárselo, con lo que resolvió una situación que no era buena. Pero ello no quiere decir que el Papa prefiera el Opus Dei a otras personas. Por otra parte, el Opus hace gala de dejar en libertad a sus miembros, aunque luego, sociológicamente, resulte que la mayoría de ellos piensan de determinada manera. En todo caso, puedo asegurar que el Papa no está ni entregado ni influenciado por el Opus Dei, al menos en lo que yo he podido observar.

P. Al Vaticano no parecen agradarle tampoco las ideas de la teología de la liberación. ¿No es éste otro dato que podría relacionarse con ciertos signos de regresión?

R. Hay muchas teologías de la liberación, posiblemente tantas como teólogos dedicados a este tema y, por tanto, no puede juzgarse a todos por igual. Los papas y el Vaticano, en general, han valorado positivamente la teoría de la liberación, como un esfuerzo de unos pensadores teólogos cristianos que quieren dar un sentido religioso a la liberación de los pueblos oprimidos. El documento elaborado por el cardenal Ratzinger hace algunas observaciones críticas sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, pero no la condena globalmente. Lo que no puede hacerse es que la teología de la liberación se reduzca a una simple ideología temporal, alejada de la fe católica. No es éste el caso de los teólogos más cualificados de América, que han escrito obras teológicas valiosas. El peligro mayor, a mi juicio, puede estar en escritos de inferior rango y en actitudes prácticas pastorales sin la debida coherencia de la fe católica.

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