Tribuna:

Las nuevas perspectivas de la economía

¿Cómo puede cambiar la aplastante victoria de Reagan las perspectivas de la economía de Estados Unidos y del mundo?El triunfo de Reagan no fue ninguna sorpresa. Durante un año antes, por lo menos, todos los indicadores económicos que influyen en las elecciones presidenciales habían proclamado de manera sonora que el ocupante republicano de la Casa Blanca ganaría de forma decisiva. Las encuestas de opinión confirmaban tal expectativa, dejando el único interrogante del alcance de la mayoría electoral y de si la popularidad de Reagan influiría a favor de la elección de los candidatos republicanos...

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¿Cómo puede cambiar la aplastante victoria de Reagan las perspectivas de la economía de Estados Unidos y del mundo?El triunfo de Reagan no fue ninguna sorpresa. Durante un año antes, por lo menos, todos los indicadores económicos que influyen en las elecciones presidenciales habían proclamado de manera sonora que el ocupante republicano de la Casa Blanca ganaría de forma decisiva. Las encuestas de opinión confirmaban tal expectativa, dejando el único interrogante del alcance de la mayoría electoral y de si la popularidad de Reagan influiría a favor de la elección de los candidatos republicanos para las dos cámaras del Congreso.

Los nuevos datos que hemos obtenido una vez realizadas las elecciones es que Reagan tiene, personalmente, mayor aceptación de lo que se pensaba, y que en su segundo mandato debe seguir enfrentándose a una Cámara de Representantes controlada por la oposición demócrata y a un Senado que disfruta de una pequeña mayoría republicana.

Nuevos presagios

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¿Qué significa todo esto en lo que respecta a las perspectivas económicas? He aquí mi interpretación de los datos:

1. El año próximo se dará un crecimiento económico positivo, si bien a un ritmo que será equivalente a la mitad del registrado en los años 1983 y 1984. Las proyecciones oficiales de la Administración, del 4% anual de crecimiento real desde este momento hasta 1988, son excesivamente optimistas y nadie debería apostar por ellas.

Las posibilidades son de dos a uno a favor de que 1985 sea un año de recesión del crecimiento más que de total recesión.

La afirmación de los defensores de la economía de la oferta de que la economía norteamericana crecerá a un ritmo superior al 57. durante un número suficiente de años como para eliminar el enorme déficit presupuestario carece, sin más, de toda credibilidad.

2. Antes de las elecciones pensaba que el presidente Reagan no haría nada para conseguir los ingresos fiscales nuevos necesarios para reducir el déficit fiscal de forma significativa. Su aplastante victoria aumenta las posibilidades de tan pesimista conjetura.

¿Pueden utilizar los republicanos su nuevo prestigio para forzar recortes en el gasto público? Sí. Actualmente, las posibilidades de lograr algunos éxitos en este frente son mayores. Pero no hay que esperar mucho. El pueblo norteamericano ha demostrado que no considera el déficit estructural como un mal de primera magnitud. El ciudadano medio no va a forzar la mano de Washington en esta cuestión. Y Washington se encuentra dividido sobre el tema.

3. Antes sospechaba que podría existir la posibilidad de un impuesto sobre el valor añadido. Pero actualmente hay que reducir tal probabilidad. ¿Cuáles son, entonces, las posibilidades de un impuesto de tipo uniforme?

Les encantaría a los conservadores. Con cierto grado de cinismo, se puede aceptar que muchos pobres, a los que perjudicaría verdaderamente un impuesto de tipo uniforme, están tan hartos de impuestos que se les podría convencer para que aceptaran la causa conservadora.

Sin embargo, no hay que esperar que el déficit disminuya por la adopción de una reforma fiscal de tipo uniforme. La teoría de tal reforma es que así se eliminan las deducciones y otras diferenciaciones complicadas de los tipos impositivos, cambiándolas por unos tipos marginales bajos y uniformes. No obstante, la experiencia demuestra que los votantes jamás cederán su derecho a las deducciones por intereses hipotecarios, donativos a organizaciones de caridad y beneficios de capital invertido a largo plazo. De manera que si se impone

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un impuesto de tipo uniforme dará como resultado una pérdida de ingresos, en lugar de una ganancia. Hay, pues, pocas esperanzas en este sentido de equilibrar el presupuesto.

4. En estos momentos, cuando la recuperación está envejeciendo y se está debilitando, es muy posible que cedan las tasas de interés. Y, por fin, el dólar podría empezar a bajar. Ambas jugadas serían favorables para las perspectivas económicas mundiales. Su probabilidad proporciona una base de esperanza razonable para pensar que se podrá evitar una recesión total de la economía norteamericana en 1985.

Actualmente, el presidente puede mostrar con más confianza su verdadera personalidad conservadora. Puede nombrar jueces del Tribunal Supremo que piensen como él. Y no puede estar muy lejano el día en que Paul Volcker abandone el Banco de la Reserva Federal. En su lugar, Ronald Reagan puede nombrar a un monetarista o a un economista de la oferta ultraderechista, dependiendo de quiénes sean en ese momento los asesores a los que preste mayor oído.

El resultado de las elecciones muestra que el pueblo norteamericano se encuentra en un momento de plena confianza en sus propias fuerzas y de patriotismo. Quieren que la Unión Soviética sepa que somos un adversario poderoso. De nuevo resulta perfectamente legítimo ser egoístas y ambiciosos.

Basta ya de psicología y estados de ánimo. Tales sentimientos no significan que la productividad de Estados Unidos muestre ningún gran avance. No garantizan que las inversiones fijas se mantengan elevadas una vez que la rentabilidad empiece a languidecer y que se descubra que sobra capacidad industrial. El entusiasmo por la ideología del libre mercado no basta por sí solo para producir un boom en las acciones de dividendo no fijo o en la rentabilidad del capital en las carteras de obligaciones. Los libros de historia no registran épocas especialmente buenas para los especuladores e inversores durante las administraciones republicanas. Acabo de regresar de un viaje por Europa y Asia y me sorprende lo afortunados que somos los norteamericanos con los problemas económicos a que tenemos que hacer frente en esta década de los ochenta.

Los déficit del presupuesto y del comercio internacional son importantes, pero no son males que lleven de una forma rápida a depresiones o inflaciones. No hemos resuelto el problema de la inflación, pero, por el momento, los precios de la OPEP se mantienen bajos y las cosechas mundiales son razonablemente favorables. El índice de desempleo en Estados Unidos se mantendrá excesivamente elevado durante la mitad de la presente década, pero las herencias del New Deal mitigarán el grado de sufrimiento humano que esto entraña en una sociedad rica.

Desde el punto de vista económico, las elecciones no han resuelto nada; únicamente han mostrado que la retórica del Partido Demócrata posrooselvetiano ha dejado de atraer a los ciudadanos. Para los ciudadanos de otros países, cuyo bienestar depende en parte del comportamiento de nuestra economía, puede que un estancamiento del sistema político norteamericano no sea, en general, un resultado tan malo.

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