Crítica:EL CONCIERTO DEL AÑO

Krystian Zimerman, la intimidad con el piano

Krystian Zimerman es ya una figura bien conocida de nuestros aficionados, no sólo a través de su discografía, no muy abundante, sino también a través de actuaciones directas. Concretamente, tengo el recuerdo no lejano de una soberbia versión de la Tercera sonata de Brahms en el teatro Real de Madrid. En el panorama pianístico mundial, tan competitivo, Zimerman es hoy una personalidad de primerísima fila.Zimerman nació en Zabrze hace ahora 28 años. Su padre, pianista aficionado, le inició en el piano y guió su formación hasta el momento en que fue necesario poner al joven prodigio en man...

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Krystian Zimerman es ya una figura bien conocida de nuestros aficionados, no sólo a través de su discografía, no muy abundante, sino también a través de actuaciones directas. Concretamente, tengo el recuerdo no lejano de una soberbia versión de la Tercera sonata de Brahms en el teatro Real de Madrid. En el panorama pianístico mundial, tan competitivo, Zimerman es hoy una personalidad de primerísima fila.Zimerman nació en Zabrze hace ahora 28 años. Su padre, pianista aficionado, le inició en el piano y guió su formación hasta el momento en que fue necesario poner al joven prodigio en manos más competentes. Fueron éstas las de Andrzej Jasinski, profesor de la Academia de Música de Katowice, quien fue en adelante su único profesor de piano y la persona que mayor y más profunda influencia ejerció sobre él. Las primeras experiencias de Zimerman frente al público tienen lugar cuando cuenta tan sólo seis años. En aquellos primeros conciertos toca, entre otras cosas, pequeñas composiciones suyas, obritas que venían a ser, según sus propias palabras, como improvisaciones. "Yo sentía", ha dicho en alguna oportunidad el pianista, "la necesidad de expresarme a mí mismo, y tocar esas cosas me llevó a un contacto más íntimo con el piano. Aún hoy improviso para mi propio recreo, ¡y a veces incluso en concierto, cuando tengo un fallo de memoria.'" Gradualmente, a medida que progresaba en su formación, Zimerman fue adquiriendo una considerable experiencia a través de conciertos, actuaciones radiofónicas y televisivas; y finalmente participando en concursos, tanto en Polonia como en otros países. Nada menos que ocho primeros premios obtenidos en diversas competiciones tenía en su haber Zimerman cuando llegó su gran ocasión: el IX Concurso Chopin, celebrado en Varsovia en 1975, en el que se proclamó vencedor frente a 118 participantes procedentes de

18 países. Hay que subrayar el dato de que Krystian Zimerman ha sido el más joven vencedor (18 años tenía en ese momento) de toda la historia del Concurso Chopin, competición que tiene un bien ganado prestigio entre la multitud de concursos que hoy día se celebran y en cuyo palmarés figuran pianistas de la categoría y la envergadura de Martha Argerich o Maurizio Pollini.

Para Zimerman, sin duda, el Premio Chopin fue la gran oportunidad, el tournant de su vida y su carrera. Inmediatamente llegaron las primeras giras de conciertos y más tarde, aunque no mucho más, los discos.

He vuelto a escuchar la grabación que poseo de la prueba final del Concurso Chopin, en la que Zimerman tocó el Primer concierto. Lo que más asombra en la versión de Zimerman es el grado de madurez que manifiesta, una madurez casi inconcebible en un intérprete de 18 años tan sólo. Zimerman es un artista sensible, pero, sobre todo, reflexivo, preocupado, cómo no, de transmitir al oyente el contenido expresivo de la obra; pero ese contenido es inseparable de la forma como se vierte, y esta forma, en cualquiera de sus niveles, ha de llegar al público como una totalidad, como un discurso coherente y bien equilibrado Llegar a establecer ese delicado equilibrio entre el impulso expresivo y la necesidad de construir la versión para que la obra llegue al oyente con la plenitud de su significado es tal vez lo más dificil en la ya no fácil tarea del intérprete. Y nada de esto es incompatible con la necesaria sensación de libertad que el intérprete debe comunicar a lo largo de su ejecución, una libertad que se asemeja a la de la improvisación. "Se puede tocar Chopin", dice Zimerman, "como una improvisación, como si uno mismo fuese el compositor".

Las grabaciones de Zimerman no son todavía muy numerosas El pianista confiesa no sentirse muy a gusto en la atmósfera fría del estudio de grabación. "Yo necesito el público", son palabras de Zimerman, "y la atmósfera del concierto, pero, por otra parte, aprendo mucho oyendo mis discos".

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