Editorial:

Europa, en Centroamérica

CENTROAMÉRICA ES para Estados Unidos un asunto interno. De ahí que haya torcido el gesto ante la Conferencia de San José, a la que sus diplomáticos acreditados en la región no vacilaron en calificar como una injerencia de Europa en una zona de seguridad norteamericana. La carta del secretario de Estado, George Shultz, a sus colegas de la CEE, pidiéndoles abiertamente que profundizaran el aislamiento de Nicaragua, ha surtido efectos contrarios a los buscados. Convenció a los más reticentes de que debían acudir a la reunión y desalentó a los defensores tradicionales de la política estadounidense...

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CENTROAMÉRICA ES para Estados Unidos un asunto interno. De ahí que haya torcido el gesto ante la Conferencia de San José, a la que sus diplomáticos acreditados en la región no vacilaron en calificar como una injerencia de Europa en una zona de seguridad norteamericana. La carta del secretario de Estado, George Shultz, a sus colegas de la CEE, pidiéndoles abiertamente que profundizaran el aislamiento de Nicaragua, ha surtido efectos contrarios a los buscados. Convenció a los más reticentes de que debían acudir a la reunión y desalentó a los defensores tradicionales de la política estadounidense.Este primer encuentro institucional entre Europa y Centroamérica terminó por convertirse en una nueva y segura plataforma para el Grupo de Contadora, con apoyo explícito a la versión revisada del acta de paz, documento que empezó a disgustar a Washington desde el momento mismo en que Managua se declaró dispuesta a firmarlo. La diplomacia estadounidense se dedica ahora a buscarle objeciones y parece haber descubierto una cierta debilidad en los mecanismos de verificación. A partir de ahí, el Departamento de Estado trata de prolongar sine die las negociaciones, porque ha llegado a la conclusión correcta de que la firma del acta constituye una garantía de seguridad para el Gobierno sandinista, ya que deslegitimaría una eventual intervención directa de los marines, posibilidad que no quiere abandonar aunque sea en el plano de las hipótesis.

La declaración final reconoce que los problemas centroamericanos "no pueden ser resueltos por la fuerza de las armas, sino por medio de soluciones políticas que surjan de la región misma". A partir de ese principio, le sería difícil a Europa permanecer indiferente ante cualquier hecho bélico que la Administración Reagan pudiera desatar en la zona. El compromiso de los europeos con la negociación de Contadora adquilere así un rango superior que no ha pasado inadvertido a Washington.

Europa ha puesto un pie en América Central sin el propósito de establecer una competencia abierta con Estados Unidos, para la cual carece, por otra parte, de medios. Basta comparar los 45 millones de dólares anaales que piensa conceder a los cinco Gobiernos centreamericanos con el millones diario que El Salvador recibe de Washington. Al Departamento de Estado le bastaría, poner estos datos en la balanza para convencer a los países del istmo de que su aliado más seguro y generoso no está en Europa. Pero en lugar de dejar que las cifras hablaran por sí solas, eligió el camino torpe de la presión diplomática. Italianos y franceses, y en menor medida loii demás, no han ocultado su disgusto ante esta iniciativ a, que sólo podría entenderse en una relación con países satélites. Los británicos se enteraron con asombro, a su llegada a San José, de que diplomáticos estadounideases los mencionaban como sus portavoces oficiosos en la conferencia. A nadie le gusta que le digan que está defendiendo intereses ajenos a los de su país, aunque los puntos de vista puedan ser coincidentes.

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,La diplomacia norteamericana ha inducido a los europeos a reafirmar en última instancia su derecho a estar presentes en cualquier zona del mundo. El ministro francés Claude Cheysson, que, como todos sus colegas, pailecía de cierta amnesia en torno a la ya famosa carta de Shultz, acentuó, sin embargo, este principio de las relaciones internacionales que justificaba la Conferencia de San José.

Lo que pudo ser un acto político importante pero de escasa proyección futura se ha convertido en una voluntad expresa de Europa por afirmar relaciones permanentes de carácter institucional con esta zona del mundo La CEE ha abierto una subsede en San José y ya están en marcha las negociaciones para firmar un acuerdo de preferencias generalizadas. Falta un eslabón polític,a, cuya necesidad fue defendida por la delegación española, pero queda abierta la puerta a futuros emmentros ministeriales. Europa corregiría con ello una ausencia secular diflicil de justificar en unos países de voii,ación occidental, y al mismo tiempo anularía parcialmente el monopolio político que ejerce Estados Unidos y clue en absoluto desea compartir con nadie más. Un solo acontecimiento político es aún poca cosa para modificar el escenario centroamericano, pero es por sí mismo una contribución importante a la distensión y a la paz. Desde elsábado, Estados Unidos tiene un poco máis atadas sus manos, y, en el otro extremo, Nicaragua tiene también menos posibilidades de radicalizar su proceso político. Pero, una vez más, Washington se niega a ver esta última consecuencia que coincide con sus intereses regionales.

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