Crítica:FESTIVAL DE SANTANDER

La huella de Luis Morondo

Entre los homenajes rendidos por el Festival Internacional de Santander, ha tenido especial significación el dedicado a Luis Morondo en el santuario de la Bien Aparecida: un concierto de clausura del 14 ciclo estival de música, interpretado por la Coral de Cámara de Pamplona, el pequeño grupo vocal fundado hace 20 años por Morondo y dirigido por él hasta su muerte en 1983.Navarro de sentimiento y ejercicio, Luis Morondo se vinculó con Cantabria a través de su aprendizaje y amistad con el compositor castreño Arturo Dúo Vital. La huella de tal discipulaje no se borró nunca, aunque Morondo, animo...

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Entre los homenajes rendidos por el Festival Internacional de Santander, ha tenido especial significación el dedicado a Luis Morondo en el santuario de la Bien Aparecida: un concierto de clausura del 14 ciclo estival de música, interpretado por la Coral de Cámara de Pamplona, el pequeño grupo vocal fundado hace 20 años por Morondo y dirigido por él hasta su muerte en 1983.Navarro de sentimiento y ejercicio, Luis Morondo se vinculó con Cantabria a través de su aprendizaje y amistad con el compositor castreño Arturo Dúo Vital. La huella de tal discipulaje no se borró nunca, aunque Morondo, animoso trotamundos, ampliase su formación en países como Francia o Suiza.

El secreto de la agrupación coral de Pamplona fue, en primer lugar, la selección del repertorio; junto a la polifonía de la época de oro, practicaba las creaciones de nuestro siglo: Debussy, Kodaly, Caplet, Poulenc, Armá o Hemsi. En segundo lugar, Morondo decidió un tratamiento instrumental de las voces, afanoso de atender antes a la cohesión de las partes que a la inteligibilidad de los textos. Así, su coro se producía con una unidad colorística y una igualdad de emisión tan conseguidas como fruto de una imaginación sonora cuartetística.

Actualmente la Coral de Pamplona es lo que fue siempre, pues el sucesor de Morondo, su inteligente y fiel discípulo, José Luis Eslava, mantiene en todos los términos conceptuales, sonoros, técnicos y estilísticos la obra de su maestro. Quizá por ello la intensidad del homenaje ha sido mayor. Escuchábamos las canciones de Juan del Enzina, las perfectas miniaturas rumanas de Bartok, los coros sefardíes de Hernsi, el Concerto a capella, de Paul Armá; la evocadora Mozuca, de Dúo Vital, y sólo faltaba la presencia física de Luis Morondo en un ambiente y un paisaje como los de la Bien Aparecida.

La novedad fue un Pater noster que en memoria de Morondo ha compuesto su paisano Agustín González Acilu, desde unos supuestos tan personales y característicos como contrastados por el músico desaparecido. Acilu juega, e investiga con los valores fónicos y semánticos del texto latino y el. enfrentamiento entre lo hablado y, lo cantado se torna raíz de las tensiones estructurales y expresivas.

'Antología de la zarzuela'

La plaza Porticada registró el lleno'número 12 o 14 del festival con la Antología de la zarzuela, de José Tamayo, paseada con éxito por su artífice desde Nortearnérica. y Canadá hasta la Unión Soviética. Volvieron a sonar las más célebres páginas de nuestro género lírico, escenificadas, cantadas y bailadas con arreglo a los conocidos criterios espectaculares del director granadino. Con él compartieron un éxito indiscutible los cantantes Pedro Lavirgen, el santanderino Rey, Mari Carmen Ramírez, Josefina Aguirre, Ana de Guanaterme y cuantos forman un elenco ya familiar a nuestro público, sin olvidar la excelente labor de los directores Moreno Buendía y José de Felipe.

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