Tribuna:

Don Luis Alberto y el doctor Fausto

El presidente de Costa Rica, Luis Alberto Monge, tiene una receta para la supervivencia de regímenes socialdemócratas con problemas. Esa receta, cazurra y funcional, es la de nombrar a dos personas para cada puesto, de forma que una responda a los deseos de Washington y la otra a los de la mayoría del pueblo costarricense, que es el de la preservación de la neutralidad en Centroamérica. El procedimiento puede ser el de nombrar a dos ministros contrapuestos de tal manera que se autocancelen más. que se complementen, como ocurre en el caso de los departamentos de Interior y Seguridad Pública de ...

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El presidente de Costa Rica, Luis Alberto Monge, tiene una receta para la supervivencia de regímenes socialdemócratas con problemas. Esa receta, cazurra y funcional, es la de nombrar a dos personas para cada puesto, de forma que una responda a los deseos de Washington y la otra a los de la mayoría del pueblo costarricense, que es el de la preservación de la neutralidad en Centroamérica. El procedimiento puede ser el de nombrar a dos ministros contrapuestos de tal manera que se autocancelen más. que se complementen, como ocurre en el caso de los departamentos de Interior y Seguridad Pública de San José.Con este sinapismo Monge ha ido resistiéndose a los poderosos intereses pronorteamericanos, y evitado la intervención directa en el conflicto de Nicaragua de un país como Costa Rica, que no por carecer de ejército sería inmune a una eventual rectficación de rumbo impuesta desde fuera. Si acaso la insignificancia de las fuerzas de policía costarricenses serviría para que casi cualquier golpe acabara siéndolo de Estado.

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Con este sistema ministerial bifronte el presidente puede hacer una serie casi infinita de combinaciones. Ora se cesa a un pronorteamericano, ora se jubila a un progresista; ora se refuerza el ministerio que sonríe a Washington, ora se tranquiliza a Managua situando, a un estricto neutralista en la frontera que vigila el paso de los contras. Por eso cobra el máximo interés que el presidente se decida a barajar de nuevo las cartas con la intención alquímica de hallar una nueva aleación que acorace el frente exterior mientras inmoviliza el interior. Como doctor Fausto, don Luis Alberto no tendría precio.

Y una vez más Monge ha realizado el pequeño prodigio de mover las piezas con la secreta teoría de que ninguna cambie de sitio. Como era de prever y para Managua temer, Interior y Seguridad Pública, el primer ministerio feudo del antisandinismo y el segundo de los neutralistas, han cambiado de titulares. Cae Angel Edmundo Solano, cristiano de base y, por tanto, marxista para sus numerosos enemigos, y le sucede como ministro de Seguridad Pública Benjamín Piza, significado empresario: giro a la derecha. Al mismo tiempo se cesa a Alfonso Carro en Interior, reemplazado por el embajador en España, Enrique Obregón: giro compensatorio a la izquierda, aunque sólo sea por el inflamatorio antisandinismo del cesado.

Con este pas à deux Monge parece buscar la inmovilidad absoluta; en lugar de tener a dos ministros significados por su enfrentamiento, quiere a dos que no se distingan como jefes de fila de ninguna tendencia en del Gabinete. Pese a ello, hay un cierto carácter irreemplazable en la persona de Solano, el único miembro del Gobierno que tranquilizaba a Nicaragua, con su mando sobre las fuerzas de policía que patrullan la frontera común. Aunque la modesta movida de ministros quiera mantener ese número pi de la acrobacia política, en Managua difícilmente dejarán de pensar que con el cese de Solano han matado a un hombre, han roto un paisaje.

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