Ricardo Bofill: "El individuo debe construirse a sí mismo antes que su obra"

Aparece un libro sobre su vida y su trabajo

Ricardo Boffil tiene ahora mismo un libro en la calle, La arquitectura de un hombre (Conversaciones con François Hébert-Stevens), un templete estilo griego, con destino a los jardines del Turia, en la exposición Follies, que tiene su sede en el MOPU, y una vitalidad idéntica a la que exhibía hace casi 20 años, cuando impulsaba el movimiento llamado Escuela de Barcelona. Ha llovido muchísimo desde entonces, y Bofill, particularmente, no ha parado de trabajar ni de ir ganando notoriedad, aunque a veces sea por las voces que se levantan en su contra. Bofill, a sus 45 años, está de acuerdo con la ...

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Ricardo Boffil tiene ahora mismo un libro en la calle, La arquitectura de un hombre (Conversaciones con François Hébert-Stevens), un templete estilo griego, con destino a los jardines del Turia, en la exposición Follies, que tiene su sede en el MOPU, y una vitalidad idéntica a la que exhibía hace casi 20 años, cuando impulsaba el movimiento llamado Escuela de Barcelona. Ha llovido muchísimo desde entonces, y Bofill, particularmente, no ha parado de trabajar ni de ir ganando notoriedad, aunque a veces sea por las voces que se levantan en su contra. Bofill, a sus 45 años, está de acuerdo con la tesis del libro que afirma que "el individuo debe construirse a sí mismo antes de su obra".

Pero empecemos por el libro. Dice que no se explica por entero en ese volumen, que contiene, amén del texto, 66 fotografías y 78 diseños. "Es un libro coyuntural, hecho en el año 1978, que tiene el valor de ser coyuntural en el conjunto de una obra mucho más compleja, dentro de una serie de libros que estoy haciendo y publicando, de distintos tipos, que van desde libros de dibujos, desde libros de arte, hasta escritos más profundos sobre la arquitectura, y, por tanto, tiene este valor, interesante pero limitado. Yo no me explico, y procuraré no explicarme nunca. Es un volumen sencillo, de conversaciones con un arquitecto-escritor que dirige una escuela de arquitectura en París y que, además, es amigo. La tesis del libro es decir que el individuo se debe construir a sí mismo antes de construir su obra".Ricardo Bofill sigue manteniendo un físico menudo, efébico y levemente diabólico, aunque el paso del tiempo se note en su piel y en su forma de enfrentarse al propio tiempo:

"Como persona, estoy en un momento curioso. Después de dos años de una ligera depresión, estoy en un momento de tremenda vitalidad, con una energía increíble, con una actividad enormemente desbordada y con una noción nueva del tiempo. Hasta ahora, éste era un problema que no me había preocupado, porque mi tema es el espacio y yo siempre he tenido buenas relaciones con él. En cambio, tenía una mala relación con mi propia programación, con mi propia estructura temporal".

La aceleración del tiempo

Ahora, a medida que va trabajando con los países industriales, el tiempo se le acelera: "Como empiezo a trabajar en Estados Unidos y con Japón y Alemania, voy más de cada cuarto de hora está medido, la cabeza no anda libremente, sino que lo hace dentro de una estructura temporal muy precisa. Cuando la gente llega con cinco minutos de retraso me pongo muy nervioso, cuando las cosas no se deciden, cuando se tiene reunionitis, cuando se habla en lugar de actuar, me pongo muy, muy nervioso...".Le digo que acaso esa prisa nueva afecte al tempo mediterráneo que, quizá, convenía a su trabajo. "Es un riesgo", admite, Mpero entre el mundo nórdico, que es el mundo del trabajo, pragmático, y el mundo del Sur, de los países mediterráneos, que es un mundo sensual y más dilatado, hay que encontrar la fórmula. Como no les puedo unir, la única forma que he hallado es que el tiempo de trabajo sea nórdico y que el tiempo libre lo sea de sensualidad, que precisamente el descanso sea la contradicción del trabajo".

En estos momentos, como siempre, está en un proceso muy movido, porque está haciendo muchos proyectos al mismo tiempo: "Porque en el Taller de Arquitectura de Barcelona constantemente se piensa, se anticipa, se hacen proyectos concretos, se desarrollan, se construyen... Pero en estos días, precisamente, me estoy ocupando en el tema de los Juegos Olímpicos de Barcelona, de la Universidad del Deporte, de un proyecto en Benidorm, de otro en Camerún. Y estoy, fundamentalmente, pensando, anticipándome, en tomo a la arquitectura que voy a hacer en Los Ángeles para el año que viene.

En Estados Unidos no va a construir igual: "En este momento tengo un problema estético, y es que yo he intentado realizar una arquitectura europea, de raíces mediterráneas, que tiene éxito, y sobre todo en Estados Unidos: especialmente me la piden en la costa californiana, pero no se puede transportar literalmente. Por tanto, algunos de los elementos del vocabulario, de la identidad, de la cultura mediterránea, los voy a transportar, pero otros tienen que surgir del propio análisis y de la propia información y del propio proceso de síntesis de lo que ocurre realmente en el continente americano".

¿Y cómo ve el Ricardo Bofill de ahora a aquel muchacho que se inventó, con otros, la Escuela de Barcelona? 'Lo veo como una aventura infantil mteresante, mis amigos continúan siendo los de aquella época, y lo veo con este sentimiento que es tan difícil que yo tenga, que es la ternura y que todas las mujeres me reprochan que no lo sienta".

"No será usted tierno, pero por lo menos es sincero", le digo. "No me gusta la ternura", añade, "porque puede convertirse en un sentimiento amalgamado, de miel, falso. Siempre intento explicar que me es muy difícil que la sexualidad vaya relacionada con la ternura, que porque quiero a alguien me guste hacer el amor con la misma persona. No veo por qué tiene que ir junto, y me parece que eso, precisamente, pertenece a la cultura burguesa en el sentido más propio de su término. Querer a alguien para hacer el amor es una forma de manipular auténticos sentimientos, como son querer a alguien, y auténticas diversiones, como son hacer el amor".

No obstante, añade que puede sentir ternura por alguien de su familia "y también tener amores incestuosos. Por mis propios proyectos, no creas que siento ternura. Mantengo relaciones difíciles con esos extraños hijos que son mis propios proyectos y Construcciones, y tengo relaciones fuertes y dinámicas. Nunca románticas. El romanticismo no me gusta más que medido, en un tiempo corto. Tiendo más a una emoción estética o a una actitud crítica.

Tras esta confesión de principios, quiere puntualizar cuál es su actitud ante el polémico -y por ahora, en suspenso- nombramiento como comisario.

"Contra lo que se ha publicado, Ricardo Bofill no tiene prisa. No puede tenerla, porque las disciplinas que a mí me interesan son aquellas a largo plazo. Yo digo siempre que el arquitecto es un corredor de fondo, no es algo coyuntural. Y los conflictos con los políticos o con los empresarios son precisamente por este tema, porque nosotros trabajamos para la historia y con una perspectiva de 350 años. Yo lo que quiero decir es que, naturalmente, estoy inmerso en una serie de actividades y proyectos, entre ellos la instalación de un despacho en Los Ángeles, que me ocupan un tiempo importante. Y, por tanto, lo de Sevilla, que es tremendamente complejo, hay que pensarlo muy bien".

Catalán y pragmático

"En definitiva", añade, '"no es el problema de un hombre, sino el de una organización y un proyecto, proyecto que hay que elaborar, que ya he dicho que es muy difícil porque está en competencia con Chicago, y yo en ningún momento podía hacer algo que fuera de segunda, que lo que sobre en Chicago lo pusiéramos en Sevilla. Que, por tanto, tendría que ser temático, tendría que recoger teinas interesantes para Andalucía, como son la agricultura y la información, pero a primer nivel, donde los japoneses, los alemanes, los japoneses, los franceses, los norteamericanos, pusiesen sus últimos descubrimientos en estos temas. Y, además, que fuese permanente, que todo lo que se hiciese en Sevilla tuviese una razón de ser, no sólo para la exposición, sino para después. Y en eso el comisario no tiene ninguna importancia. Lo importante es que haya un proyecto y una instrumentación para poderlo llevar a cabo. Ahí me siento tremendamente catalán y pragmático, los proyectos utópicos no me interesan en absoluto".

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