Tribuna:

Encanto

La última moda consiste en ser rico de izquierdas, vestirse de lino blanco manteca y andar por ahí con un bronceado de lámpara hablando mal de los socialistas. Para estar en la cumbre de los días hay que ser además un animal hermoso, aunque un poco usado, amar la paz verde y adoptar una sexualidad extraña. Estos cuarentones, que fueron troskoeróticos en la década prodigiosa, pasaron sucesivamente por el harapo californiano y la contracultura de tasca, enamoraron a las primeras chicas con botas y poncho colombiano, se hicieron ayudantes de cátedra de sociología, técnicos comerciales del Estado ...

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La última moda consiste en ser rico de izquierdas, vestirse de lino blanco manteca y andar por ahí con un bronceado de lámpara hablando mal de los socialistas. Para estar en la cumbre de los días hay que ser además un animal hermoso, aunque un poco usado, amar la paz verde y adoptar una sexualidad extraña. Estos cuarentones, que fueron troskoeróticos en la década prodigiosa, pasaron sucesivamente por el harapo californiano y la contracultura de tasca, enamoraron a las primeras chicas con botas y poncho colombiano, se hicieron ayudantes de cátedra de sociología, técnicos comerciales del Estado o algo similar y después trasladaron su alma desde el marxismo a la gastronomía militante. En mitad de la agonía del dictador ellos ya asaban pimientos rellenos para los amigos, investigaban en otras recetas de la abuela y hablaban mucho de Althuser y de vino rosado. Descubrieron la idolatría del sol durante un fin de semana en Ibiza y con la Degada de la democracia se convirtieron a la religión de los frutos secos, se mostraron muy interesados en las técnicas para alargar el orgasmo y votaron por el socialismo.Mientras los socialistas estaban en la oposición aún se llevaba la pobreza un poco roja y las novias estructuralistas con los dedos manchados de bolígrafo. La derecha liberaba a la contra una estética de Jersei de grano gordo, pana rayada y pisto manchego. Cuando los socialistas llegaron al poder, cambió el gusto de aquellos rebeldes. Se ha visto enseguida que la izquierda nominal tampoco arreglaba nada, aunque los ministros van en coche blindado, tienen amantes clásicas, comen a dos carrillos y se muestran dichosos. Siguiendo el ejemplo del Gobierno, entre los antiguos progresistas también se ha destapado un desmesurado deseo de ser feliz a toda costa, pero ya no sirven las chicas con poncho, la contracultura, la pana, la gastronomía, las semillas, el adulterio, los ejercicios orientales en la cama, el sol pagano ni el propio socialismo. Ahora la última moda consiste en hacerse rico precipitadamente, vestirse de color manteca, viajar con maleta de cuero antigúo, hospedarse en un hotel inglés, hablar de lo blandos que son los socialistas, mencionar algo de ecología y tener una experiencia secreta con un paracaidista decadente.

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