NIMES

El picador Matías dio la vuelta al ruedo

Un tercio de varas como el que protagonizó Matías hijo, no se olvida en la vida. Y así lo reconocieron los franceses, que le hicieron dar la vuelta al ruedo. Luego dicen que a los extranjeros no les gusta eso de picar. Por lo que no pasan es por admitir chapuzas en torno a este bello tercio.Se corría el quinto toro, que fue ovacionado de salida por su trapío. Con él estaría nulo con el capote Nimeño; pero cuando de ir al caballo se trataba, ahí estaba Matías hijo, para llamarle, fijarle, alegrar a la cabalgadura, alto el brazo y firme la vara provocaba la embestida. De largo arrancaba el bravo...

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Un tercio de varas como el que protagonizó Matías hijo, no se olvida en la vida. Y así lo reconocieron los franceses, que le hicieron dar la vuelta al ruedo. Luego dicen que a los extranjeros no les gusta eso de picar. Por lo que no pasan es por admitir chapuzas en torno a este bello tercio.Se corría el quinto toro, que fue ovacionado de salida por su trapío. Con él estaría nulo con el capote Nimeño; pero cuando de ir al caballo se trataba, ahí estaba Matías hijo, para llamarle, fijarle, alegrar a la cabalgadura, alto el brazo y firme la vara provocaba la embestida. De largo arrancaba el bravo Miura y en todo lo alto el varilarguero colocó tres puyazos de época. La plaza se venía abajo.

Las Arenas de Nimes (Francia)

9 de junio. Segunda corrida de feria.Toros de Eduardo Miura. Con trapío, astifinos y encastados. José Antonio Campuzano. Oreja y división. Nimeño II. Vuelta y dos orejas protestadas. Tomás Campuzano. Vuelta y palmas.

El toro tras este tercio aguantaba perfectamente con su gran casta una lidia mediocre y salpicada de enganchones que tendría como final el inimaginable premio de dos orejas para este Nimeño II que aburrió a sus propios paisanos y de quienes recibió -cuando tomó los trofeos- una gran bronca. En cambio, el picador hubo de dar la vuelta al ruedo, ante el clamor popular. Sin relieve había sido también la labor de Nimeño en su primero, salvo un par de banderillas cortas al quiebro.

Para José Antonio Campuzano fue el mejor toro de la tarde, el que abría plaza; tenía gran trapío, era colorado y astifino y nobleza fuera de lo común. Para torearle bien, centrado y con gran calidad, allí estaba Campuzano. Con dos largas de rodillas lo recibió al hilo de las tablas. Un quite por chicuelinas mediaría en un final de faena que con la muleta iba a tener excelente realización. Con calidad y ligazón salían los pases, y tras media estocada, el desconcertante presidente de ayer le concedió una oreja. Nada clara era la embestida que tenía el cuarto. Tampoco el torero lo lidió y tras una faena de aliño lo despachó de un bajonazo.

Tomás Campuzano no supo fijar a su incómodo primero y con peligro y calárnocheando llegó a la muleta. Este toro unas veces tiraba derrotes y otras lanzaba el certero gañafón que el diestro salvaba a base de reflejos. Sin embargo iba a ser en su segundo cuando el torero ejecutó hondos derechazos acompañando la larga embestida del morlaco.

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