Crítica:MÚSICA 'POP'

Primitiva diversión

Una vez más hemos tenido la oportunidad de comprobar en Madrid cómo el viejo espíritu del rock emerge de cuando en cuando para tapar las fallas de la siempre inconclusa música moderna. En Rock-Ola, los Kingsnakes, grupo formado en San Francisco en 1980 y que está compuesto por franceses más un ex componente de los legendarios Flaming Groovies, el batería Danny Mihn, ofrecieron un espectáculo redondo.Tal vez se les pueda tachar de antiguos, pero lo cierto es que se lo creen lo suficiente como para que todas esas melodías de tres acordes suenen en la guitarra de Daniel Jeari...

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Una vez más hemos tenido la oportunidad de comprobar en Madrid cómo el viejo espíritu del rock emerge de cuando en cuando para tapar las fallas de la siempre inconclusa música moderna. En Rock-Ola, los Kingsnakes, grupo formado en San Francisco en 1980 y que está compuesto por franceses más un ex componente de los legendarios Flaming Groovies, el batería Danny Mihn, ofrecieron un espectáculo redondo.Tal vez se les pueda tachar de antiguos, pero lo cierto es que se lo creen lo suficiente como para que todas esas melodías de tres acordes suenen en la guitarra de Daniel Jearirenaud con toda la fuerza y espontaneidad necesarias como para ganarse al público. Michel Aguet canta los temas de una manera que justifica el hecho de que en 1981 Chuck Berry les llamara para abrir sus conciertos.

Conciertos de rock

Kingsnakes, Sala Rock-Ola. Vibrators, Sala Imperio. Viernes 27 y sábado 28 de abril.

Es el rythm'blues en toda su extensión y con la rudeza que le proporciona una sólida formación: bajo, batería, voz, teclado y dos guitarras. Sonaron los temas de su único elepé hasta el momento, How tuff, y la audiencia olvidó sus veleidades modernistas para pasar un buen rato.

Mientras tanto, al otro lado de Madrid, en la Sala Imperio, los Vibrators ofrecían otro respetable concierto ante un público numeroso, teniendo en cuenta la afluencia normal a los conciertos de fin de semana. Knox, guitarra y voces; John Ellis, guitarra y voces; Eddie, batería, y Pat, al bajo, realizaron un concierto de una hora larga a base de temas clásicos de su discografia y de la mayor parte de los de su último álbum, Alaska 217.

Toda una descarga de Punk-rock con un más que aceptable nivel técnico. Knox, recordando a veces a Stiv Bators, una de las eminencias del punk, escupía las canciones de forma absolutamente provocativa, mientras la potente sección rítmica imprimía la energía necesaria a grandes canciones como Flying Home o Shadows of love. Pero el éxtasis vino con Baby, baby, una de las más sucias canciones de amor que se hayan escrito jamás.

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