Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Mauricio Ohana y el huerto de Tamarit

La vuelta del director chileno Maximiano Valdés al podio de la Orquesta Nacional suponía un doble atractivo: el que emana de su propia personalidad artística y el de escuchar un programa resistente al tópico. Como obra de repertorio, La mer, fascinantes cuadros sinfónicos debussyanos que parecen asumir no sólo el pensamiento de Claudio de Francia sino el de sus contrarios. Las diversas posibilidades interpretativas que el tríptico ofrece fueron aprovechadas por Valdés para darnos una mar latina, plena de luces, viva en su organización interna, carente de la menor bruma y quizá un...

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La vuelta del director chileno Maximiano Valdés al podio de la Orquesta Nacional suponía un doble atractivo: el que emana de su propia personalidad artística y el de escuchar un programa resistente al tópico. Como obra de repertorio, La mer, fascinantes cuadros sinfónicos debussyanos que parecen asumir no sólo el pensamiento de Claudio de Francia sino el de sus contrarios. Las diversas posibilidades interpretativas que el tríptico ofrece fueron aprovechadas por Valdés para darnos una mar latina, plena de luces, viva en su organización interna, carente de la menor bruma y quizá un punto apresurada de tiempos. En todo caso, y no obstante alguna imprecisión, Valdés se comportó, como siempre, al margen de lo vulgar, obediente a ideas propias y a través de una expresión elegante que se agradece y, aplaude.Antes el maestro chileno programó una breve y excelente partitura del casi olvidado -entre nosotros- Luigi Dallapiccola y nos hizo conocer Anneau de Tamarit, de Mauricio Ohana. En los siete minutos que dura la Piecola musica notturna (1954), Dallapiccola muestra lo que fue su gran consecución histórica: conciliar las antiguas prácticas (léase, cuanto procede de Monteverdi) y las propias de su tiempo, que no es otro sino el de la estela schönbergiana. Si en obras mayores la doble herencia resulta más vissible (pienso en la ópera Ulises o en los diversos Canti), en esta reducción a mínimos se evidencia la imaginación sonora característica del compositor cuando trabaja la música instrumental: en sentimiento cambiante del color, avivado por la incisión afectiva de un material melódico en cuya descomposición juegan los factores dinámicos y los procedimientos purarnente instrumentales.

Obras de Dallapiccola, Ohana y Debussy

Orquesta Nacional de España. Director: Maximiano Valdés. Solista: Alain Meunier. Teatro Real. Madrid, 16, 17 y 18 de marzo.

Entre suaves murmullos atmosféricos atacados por simultaneidades violentas, la nocturnidad es en Dallapiccola (al modo machadiano) ambiente físico, espacio abierto y soledad interior: latir del hombre y latir del tiempo.

Un artista ibérico

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