Crítica:

Carlos Cano, la copia y el canto

Carlos Cano.

Colegio Mayor San Juan Evangelista.



Madrid, 16 y 17 de marzo.



Como cerrando un círculo vital y artístico, Carlos Cano se presentó en el colegio mayor San Juan Evangelista, local en el que dio su primer recital madrileño, hace casi 10 años, y que sigue empeñado en demostrar, con justeza, que la música es sólo buena o mala, al margen de estilos o modas más o menos coyunturales. La actuación fue básicamente un recorrido por toda su producción de canciones, estructurado con justo equilibrio entre sus dos preocupaciones estética...

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Carlos Cano.

Colegio Mayor San Juan Evangelista.

Madrid, 16 y 17 de marzo.

Como cerrando un círculo vital y artístico, Carlos Cano se presentó en el colegio mayor San Juan Evangelista, local en el que dio su primer recital madrileño, hace casi 10 años, y que sigue empeñado en demostrar, con justeza, que la música es sólo buena o mala, al margen de estilos o modas más o menos coyunturales. La actuación fue básicamente un recorrido por toda su producción de canciones, estructurado con justo equilibrio entre sus dos preocupaciones estéticas fundamentales.Hay en la obra de Carlos Cano dos líneas de trabajo que están presentes ya en su primer disco (A duras penas), y que tienen su más perfecta expresión en sus trabajos A la luz de los cantares y Crónicas granadinas. Por una parte, un intento de recuperar las raíces de la tonadilla analuza, reivindicando un tipo de música no por denostada menos valiosa, camino en el que el cantante granadino ha conseguido demostrar que es inimitable por la frescura, la vitalidad y la gracia de temas como El Salustiano, La murga de los currelantes o La rumba del Pai Pai, entre otras. Por distinto camino, Carlos Cano ha investigado en las raíces arábigo-andaluzas de la música de su tierra, en su sensibilidad, en su finura estilística, aunque a veces en este terreno sus canciones se internen por vías más conceptuales, menos directas, con irregular resultado.

Muestra equilibrada, fresca y profanda

En este recital mezcló ambas corrientes, logrando una muestra equilibrada, fresca y profunda a un tiempo de su. trabajo. A partir de un magnífico comienzo con Viva la gracia, un tema de su primer disco que tocó a dos guitarras, para incorporar luego al resto del grupo interpretando temas clásicos y modernos de su repertorio, desde Verde, blanca y verde, una canción que podría haberse convertido en himno de Andalucía si el formalismo no siguiera primando en. las instituciones autonómicas, hasta el Tango de las madres locas, en el que plantea el drama de los desaparecidos argentinos, que ha grabado en su reciente y último album.

Han pasado casi 15 años desde que Carlos Cano inició, con Antonio Mata, Enrique Moratalla, el poeta Juan de Loxa y otros, la aventura del Manifiesto Canción del Sur, movimiento que intentó la creación de una canción andaluza que huyera del tópico y el lugar común.

La mayoría de estos cantantes ya han desaparecido, comidos por las dificultades, el olvido y el tiempo. De todas maneras, el que Carlos Cano siga profundizando en aquellas raíces y luchando por dar una madurez cada vez mayor a sus composiciones es la prueba palpable de que el esfuerzo no fue en vano. Estos recitales del San Juan Evangelista han venido a corroborarlo.

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