Triunfo de José María Pinzola en el teatro Real
Tras una versión de Haydn muy compacta, donde admiramos sobre todo el elegante fraseo imprimido al adagio inicial, el maestro Torkanowsky ofreció una Sinfonía de los salmos en la que hay que reconocer un positivo valor el de la originalidad, el de haberse planteado la obra ex novo, como si el peso de la bien conocida versión del propio Stravinski perdiera el valor decisorio que posee para tantos otros intérpretes de esta partitura excepcional.
La Sinfonía de los salmos es, entre otras muchas cosas, música de gran lirismo, pero de expresividad y lenguaje severos, des...
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Tras una versión de Haydn muy compacta, donde admiramos sobre todo el elegante fraseo imprimido al adagio inicial, el maestro Torkanowsky ofreció una Sinfonía de los salmos en la que hay que reconocer un positivo valor el de la originalidad, el de haberse planteado la obra ex novo, como si el peso de la bien conocida versión del propio Stravinski perdiera el valor decisorio que posee para tantos otros intérpretes de esta partitura excepcional.
Un joven solista español
Sinfonía número 49 (Haydn), Sinfonía de los salmos (Stravinski) y Concierto número 3 para piano y orquesta
(Beethoven).José María Pinzolas, piano. Orquesta Nacional de España. Director: Werner Torkanowsky. Teatro Real. 13 de noviembre de 1983.
La Sinfonía de los salmos es, entre otras muchas cosas, música de gran lirismo, pero de expresividad y lenguaje severos, descarnados. Torkanowsky la ve desde la primera perspectiva: contiene el tempo, lima aristas y se deleita en los aspectos cantábiles. Su versión me resultó un tanto edulcorada, me interesó sin convencerme.Sin demasiado preciosismo, orquesta y director acompañaron a un joven solista español -el pianista José María Pinzolas- cuya actuación en el tercer concierto de Beethoven supuso el momento más feliz de la sesión.
Pinzolas toca con pulcritud, aquilatando el sonido con gran delicadeza, fraseando con incisividad, pero lejos de cualquier amaneramiento. Su Beethoven huye de cualquier alharaca o exceso, es contenido en lo externo, pero busca y encuentra honduras expresivas sin salirse de la entraña de la partitura. Desde esta postura ajena a cualquier concesión, su éxito grande adquiere valores de mayor licitud y mérito.