LA LIDIA / ALBACETE

Con ellos llegó el escándalo

Casi lleno. Seis toros de Ramón Sánchez, de discreta presencia, excepto el quinto, pequeño; cómodos de cabeza y manejables.Antoñete (bronca en los dos). Emilio Muñoz (pitos y bronca). Paco Ojeda (pitos y bronca).

La tarde fue impeorable. Las tres figuras -al menos ellos se tienen por tales del cartel- iban a lidiar, como mandan las sanas y buenas costumbres, astados de una ganadería de dulce, fáciles, de garantía para el triunfo y cómodos. Pues bien, ni con ellos pudieron. Ni pudieron, ni quisieron verlos, ni se dio un capotazo en condiciones, ni un qu...

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Casi lleno. Seis toros de Ramón Sánchez, de discreta presencia, excepto el quinto, pequeño; cómodos de cabeza y manejables.Antoñete (bronca en los dos). Emilio Muñoz (pitos y bronca). Paco Ojeda (pitos y bronca).

La tarde fue impeorable. Las tres figuras -al menos ellos se tienen por tales del cartel- iban a lidiar, como mandan las sanas y buenas costumbres, astados de una ganadería de dulce, fáciles, de garantía para el triunfo y cómodos. Pues bien, ni con ellos pudieron. Ni pudieron, ni quisieron verlos, ni se dio un capotazo en condiciones, ni un quite artístico. Con la franela, mejor no meneallo. El público manchego se hará la misma pregunta: ¿por qué? Y se responderá recurriendo al tópico de Felipe y cómo se las ponían.El veterano Antoñete, que está el hombre ya para pocos trotes, envió al caballo al que abría plaza cuatro veces pero no tuvo suerte. El de Ramón Sánchez aguantó el castigo, y llegó entero al último tercio. Tras un leve intento de doblarse por bajo, se lo quitó de encima. El cuarto transformó aquello en una capea, mayormente en banderillas. Esta vez sí que el picador se lo asesinó, y aún así el madrileño estuvo sin vergüenza profesional, y aguantando la -eso sí, siempre injustificable- lluvia de almohadillas, botes, etcétera.

EMILIO MARTÍNEZ, Albacete

A Emilio Muñoz le correspondió el lote más endeble. El segundo perdió las manos al recibir un picotacito y el diestro se lo quitó de encima con rapidez. En el otro, un cárdeno esmirriado, se limitó a quitarle las moscas y a batir el récord mundial de rapidez en faena taurina: 65 segundos. A la olimpiada con él. Luego montó un mitin para acabar con su enemigo bajo la conocida ley de que con ellas tó es toro, pinchándoles en inconcebibles e irreproducibles lugares.

Paco Ojeda estuvo desconfiado, sin sitio, tanteando y dudando. Vamos, algo impropio de quien encabeza el escalafón con más de 60 festejos. De tanto dudar, el tercero le revolcó. Al último casi iguala el record de Muñoz: 70 segundos de faena. Después lo mató a la última.

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