Crítica:

Miguel Ríos y Julio Iglesias dieron sus recitales en Barcelona

Miguel Ríos, anoche en MontjuÏc, y Julio Iglesias, el pasado lunes en el estadio del FC Barcelona, ofrecieron sendos recitales con masiva afluencia de público. El concierto de Julio Iglesias consiguió reunir en el Camp Nou a unas 75.000 personas que aplaudieron en todo momento las canciones que interpretó a lo largo de unas dos horas. Miguel Ríos, por su parte, atrajo a otras tantas, que se agolparon en las inmediaciones de la avenida de la Reina Cristina desde tres horas antes del inicio del recital. Una vez iniciado éste, se produjo la rotura de una de las puertas de acceso por la que entrar...

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Miguel Ríos, anoche en MontjuÏc, y Julio Iglesias, el pasado lunes en el estadio del FC Barcelona, ofrecieron sendos recitales con masiva afluencia de público. El concierto de Julio Iglesias consiguió reunir en el Camp Nou a unas 75.000 personas que aplaudieron en todo momento las canciones que interpretó a lo largo de unas dos horas. Miguel Ríos, por su parte, atrajo a otras tantas, que se agolparon en las inmediaciones de la avenida de la Reina Cristina desde tres horas antes del inicio del recital. Una vez iniciado éste, se produjo la rotura de una de las puertas de acceso por la que entraron en raudal miles de jóvenes que deseaban ver el espectáculo El rock de una noche de verano.Antes que Ríos intervinieron los grupos Luz y Leño. Mientras tanto, el alcalde de la ciudad, Pasqual Maragall, conversaba con el cantante tras el escenario, acompañado de sus hijos. La primera de las canciones del artista fue la que da nombre al espectáculo, interpretada al filo de la una de la madrugada ante un público enfervorizado entre el que se habían producido algunos desmayos a causa de las apreturas y el calor.

Julio Iglesias

Eran exactamente las 0.20 horas de la madrugada del martes cuando Julio Iglesias se desprendió de la chaqueta de su traje de 2.000 dólares (308.000 pesetas) y la arrojó al público que llenaba el Camp Nou para su recital. En una limpia trayectoria balística, la prenda sobrevoló el grupo de periodistas ante el escenario y fue a aterrizar con precisión entre una valla protectora y las localidades más caras. Uno de los miembros del servicio de orden, tras encarnizada lucha con tres señoritas, se quedó con la americana y abandonó su puesto repitiendo: "Ni de Julio ni de nadie; ésta es para mí".

El público fue quien ofreció el mayor espectáculo; un público que había pagado entre 4.000 y 900 pesetas para ver bastante de lejos o intuir (según los casos) la figura de Julio Iglesias sobre un escenario que, visto desde las localidades más altas o desde el Gol Sur del estadio, parecía un televisor.

Iglesias hizo todo lo que hace siempre. Interpretó, hizo ver que bailaba, se quitó la corbata, e incluso cantó un poco (mirando una chuleta) en catalán la canción Soy de un lugar. El momento más divertido se produjo cuando llamó para que subieran al escenario a Plácido Domingo y Diego Armando Maradona, quienes, junto con el gobernador civil de Barcelona, eran las únicas personalidades identificables en la fila cero. Por un momento, la voz de Iglesias, la voz insegura de Maradona y la voz admirable de Plácido Domingo vibraron juntas al son de Júrame, ante el estadio.

Julio Iglesias mostró una vez más lo mal que es capaz de cantar en varios idiomas (portugués, inglés y francés) y, para recordar inconscientemente lo lejos que sigue estando de Frank Sinatra o Edith Piaf, obsequió a la audiencia con tristísimas versiones de El tiempo pasará, Candilejas o La vie en rose, que cantada por él suena como "lavienrosié". Y al final, la vida siguió igual; es decir, el público se "conformó sin pedir más bises de los que el cantante quiso otorgar, y desfiló en buen orden.

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