RELIGIÓN

El Vaticano retiene en Roma a un arzobispo africano conocido por sus poderes como curandero

En la curia romana se está preparando la oficina para un nuevo huésped. Un personaje curioso. Nada menos que un arzobispo hechicero. Se trata de Enmanuel Milingo, de 52 años, hasta hace un año arzobispo de Lusaka en Zambia, con fama de hacer milagros con un flujo misterioso que emana de sus manos cuando las pone sobre los cuerpos doloridos de los enfermos. Su fama se hizo tan grande en toda África y era tal el número de enfermos que llegaban hasta su puerta que el Vaticano se asustó. Y abrió una investigación sobre el caso. Encargado de preparar el informe fue un cardenal, también africano. La...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

En la curia romana se está preparando la oficina para un nuevo huésped. Un personaje curioso. Nada menos que un arzobispo hechicero. Se trata de Enmanuel Milingo, de 52 años, hasta hace un año arzobispo de Lusaka en Zambia, con fama de hacer milagros con un flujo misterioso que emana de sus manos cuando las pone sobre los cuerpos doloridos de los enfermos. Su fama se hizo tan grande en toda África y era tal el número de enfermos que llegaban hasta su puerta que el Vaticano se asustó. Y abrió una investigación sobre el caso. Encargado de preparar el informe fue un cardenal, también africano. La decisión ha sido ecléctica. Se quedará en Roma pero podrá seguir imponiendo las manos, aunque con discreción.

Lo que más preocupaba en la curia romana es que el famoso arzobispo pudiera acabar siendo una mezcla, en su tierra, de milagrero cristiano y de hechicero negro. Se preocuparon los teólogos porque la fama de santidad del arzobispo católico, que curaba a los enfermos con ritos mitad religiosos y mitad paganos, replanteaba el delicado problema de la aceptación o no de ciertas culturas y ritos ancestrales africanos en la religión católica.Y monseñor Milingo acabó en Roma encerrado en una comunidad religiosa en espera de sentencia papal. Llevaba aquí más de un año cuando por fin Juan Pablo II, en julio pasado, lo recibió en audiencia privada. Y unas semanas después llegó la decisión oficial. No fue de condena, pero tampoco de plena absolución. El arzobispo milagrero tendría que abandonar su diócesis y sus enfermos lejanos. Pero no sería excomulgado. Más aún, Juan Pablo II ha creado para él un nuevo cargo en la curia romana. Será desde ahora delegado especial de la pontificia comisión para la pastoral de la emigración y del turismo. Y mientras tanto, será observada, desde cerca, su capacidad de hacer milagros.

Sencillo y obediente

Lo que más ha desconcertado al Vaticano es que monseñor Milingo es sencillo como un niño y obediente como un cordero. Y, al parecer, un hombre muy devoto y muy alegre.Dice siempre que hay que acabar "con las caras largas de tantos cristianos ya que la fe debe infundir alegría si es auténtica". Y a quienes lo miraban con recelo les decía: "Miradme bien, ¿es que tengo acaso cara de diablo?"

Durante su audiencia privada con el papa Juan Pablo II, según ha contado ahora monseñor Milingo, fue con él muy paternal y lo único que hizo fue ponerle en guardia contra él peligro de imprudencia. Y le recordó la historia del padre Pío, el fraile de las estigmas a quien ahora se piensa canonizar y que también, dicen, hacía tantos milagros.

Lo que no ha contado monseñor Milingo, pero hay quien asegura que es cierto, es lo que él le dijo al Papa.

Dicen que le recordó que también Cristo hizo milagros con ritos un poco curiosos como cuando curó a los ciegos poniéndoles en los ojos barro hecho con su saliva. Y que le leyó aquella página del Evangelio cuando Cristo responde a los fariseos que no es posible echar a los demonios del cuerpo de los hombres en nombre de Belzabú. Como diciendo que si él con el flujo de sus manos, al que añade la oración en nombre de Jesucristo, cura a los enfermos, no puede hacerlo en nombre de no se sabe qué diablo como algunos querrían hace ver.

Y parece que ha convencido tanto al papa, que Juan Pablo II está incluso dispuesto a permitirle que una vez a la semana en una pequeña iglesia de Roma, sin demasiado ruido y publicidad pueda continuar su trabajo pastoral recibiendo a los enfermos para imponerles las manos.

Y es que monseñor Milingo tiene un punto a su favor: su piedad, su teología, sus principios son de marca tradicional. Aquí en Roma se diría conservadora. Y ésto asusta menos a la curia "que si se tratara de un arzobispo progresista aunque no hiciera milagros". Subrayan con cierta ironía maliciosa algunos seguaces de la secularización quienes temen incluso que el buen hechicero católico pueda acabar siendo instrumentalizado.

Mientras tanto, monseñor Milingo que no entiende de estas bizanterías y que se extraña tanto de que "sorprendan tanto estos milagros que en su tierra son normales, se ha ido ayer para el Caribe y Estados Unidos donde ha sido llamado para que "ayude a algunos enfermos", hasta quienes ha llegado ya su fama. Evidentemente el Papa se lo ha permitido.

Archivado En