LA LIDIA

Lo 'otro' de Núñez

A los toreros se les hace la boca agua de litines cuando les dicen que van a torear ganado de Núñez, en cualquiera de las 374 ramas que tiene el encaste. Por eso se los disputan en las ferias. Anunciar lo de Núñez en las ferias, no es noticia. Anunciarlos en Las Ventas en verano es, por el contrario, la gran sorpresa, y así ocurrió que la afición no daba crédito a sus ojos, ni los toreros a sus castañetas . Sin embargo, cruda realidad, lo que salió era lo "otro" de Núñez.Con trapío y bonito, sí, pero en cuanto recorría unos palmos de arena, se le apreciaban las abolladuras. Todos flojos, todos...

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A los toreros se les hace la boca agua de litines cuando les dicen que van a torear ganado de Núñez, en cualquiera de las 374 ramas que tiene el encaste. Por eso se los disputan en las ferias. Anunciar lo de Núñez en las ferias, no es noticia. Anunciarlos en Las Ventas en verano es, por el contrario, la gran sorpresa, y así ocurrió que la afición no daba crédito a sus ojos, ni los toreros a sus castañetas . Sin embargo, cruda realidad, lo que salió era lo "otro" de Núñez.Con trapío y bonito, sí, pero en cuanto recorría unos palmos de arena, se le apreciaban las abolladuras. Todos flojos, todos con genio malo, y si lo tenían bueno en el sentido de que admitían pases por un pitón, de repente les salía la mala uva y tiraban el tornillazo. Por este motivo no acabó de confiarse Armillita, que posee oficio, y aún menos Victoriano de la Serna, como hacía sospechar su. veteranía.

Plaza de Las Ventas

24 de julio.Toros de Núñez Hermanos, con trapío, flojos y ásperos. Victoriano de la Serna. Pinchazo hondo y estocada corta (aplausos y también pitos cuando saluda). Dos pinchazos, media delantera, descabello -aviso- y otro descabello (silencio). Armillita. Pinchazo, media perpendicular saliendo volteado y dos descabellos (silencio). Estocada trasera baja (vuelta con protestas). Pepín Jiménez. Estocada corta tendida baja (silencio). Pinchazo y estocada corta saliendo trompicado (silencio).

Era la corrida de la reaparición de Vitoriano de la Serna, diestro de escuela, apellido con historia. Pesan la historia, el apellido y la escuela, pesa también la responsabilidad del retorno a edad madura, pero seguramente Victoriano lo traía todo asumido, para dar la tarde de toros que había soñado, según permitía adivinar la tranquilidad con que afrontó el compromiso. Quedaba, no obstante, el toro, y ese sí le pesó.

El primero se delataba reservón; el cuarto tenía un pitón izquierdo manejable, aunque no a tope pues en el momento más inesperado torcía la trayectoria. Victoriano de la Serna, a este de izquierdas le tanteó mucho, hasta que se decidió a torearle ceñido al natural. Sacó algunos de buen temple, y cuando sobrevino el achuchón, optó por mandarlo a paseo. Al que abrió plaza también le aplicó un tratamiento conservador, si bien al final plasmó la marca de la casa en tres brillantes ayudados a dos manos, pura exquisitez, que habría firmado el fundador de la dinastía.

Victoriano de la Serna estaba ayer sin sitio, o al menos eso pareció. No podía ser de otra forma en quien llevaba tanto tiempo sin torear. De todos modos resolvió con dignidad el difícil trance de su reaparición frente a lo "otro" de Núñez, lo cual no es poco. La afición, entre tragos de cerveza y abanicazos para aliviar el sofocante calor, recordaba el arte de La Serna, y los que ya son vieja guardia sintieron un escalofrío de nostalgia cuando el primogénito lo revivía en aquéllos ayudados del primer toro.

La tarde emergía del sopor en los ayudados, maciza suerte. Otra versión quintaesenciada la interpretó Armillita en el quinto, ganando terreno hasta los medios. Doblones les dicen en jerga los aficionados, para definir, a un tiempo, el tipo del pase y su alto valor en el mercado. Doblones así se cotizan en la bolsa de Las Ventas, y sólo les ganan los de Antoñete, cuando arquea la pierna. La gente lo comentaba: "Pues anda que, Antoñete, en esto de los doblones tampoco es manco... ni cojo".

Luego pasó Armillita a los derechazos, en los que estuvo valiente, pero sin temple. En cambio, los naturales, el toro no los admitía: se arrancaba al bulto, el muy bestia. Mugió: "El de izquierdas era mi hermano, escabechado hace un rato por ese señor de corinto y oro; servidor es de derechas, así que no se equivoque". Advertido de qué pie cojeaba, Armillita le obsequió tres redondos instrumentados con verticalidad. Su actuación con este toro, incluídos tres pares de banderillas facilones, había sido decorosa, no más. A su otro Núñez, que no era ni de izquierdas ni de derechas, sino pasota, para sacarle del inmovilismo le pisó el terreno, le porfió, pero ni por esas: se negaba a embestir.

Engallado, enmorrillado, ensillado, precioso de lámina el tercero, suscitaba admirativas exclamaciones, que pronto acallaron su mal estilo, pues miraba altivo los engaños, y por encima de ellos pretendía colar la hermosa testa. `El picador empeoró la situación taladrándole trasero, en la silla precisamente. Como era de esperar, el toro salió de la carnicería abierto en canal y ensangrentado; violento y derrotón; incierto y de media arrancada. Pepín Jiménez bastante hizo con porfiarle y librar los derrotes. El sexto se caía a cada muletazo y no pudo haber faena. De nuevo queda inédito en esta plaza el murciano Pepín, a quien habrá que ver de nuevo -y a sus compañeros también-, pero naturalmente con otros toros; los que sean, menos lo "otro", de Núñez.

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