ARANJUEZ

Orejas por generosidad de los paisanos

Todos los años cuando mayo azulea en los tejados o septiembre pinta de violeta los crepúsculos, los ribereños se dan cita en su plaza de toros para ver al Niño de Aranjuez. Tanto en la corrida de San Fernando como en la feria septembrina, el muchacho tiene la oportunidad de que sus paisanos le obsequien con el ya tradicional regalo de las orejas de sus toros.Este chaval de aire modesto, con su sempiterno vestido de corinto y oro, de lustres apagados y brillos de tristeza, ha recibido el regalo de la oreja de cada toro a cambio de su valor, mucha voluntad y cierto oficio pero con un toreo sin m...

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Todos los años cuando mayo azulea en los tejados o septiembre pinta de violeta los crepúsculos, los ribereños se dan cita en su plaza de toros para ver al Niño de Aranjuez. Tanto en la corrida de San Fernando como en la feria septembrina, el muchacho tiene la oportunidad de que sus paisanos le obsequien con el ya tradicional regalo de las orejas de sus toros.Este chaval de aire modesto, con su sempiterno vestido de corinto y oro, de lustres apagados y brillos de tristeza, ha recibido el regalo de la oreja de cada toro a cambio de su valor, mucha voluntad y cierto oficio pero con un toreo sin mando, torpe muchas veces y de muy toscas maneras. Pero por los tendidos corría el bulle-bulle de las tardes triunfales.

Plaza de Aranjuez

28 de mayo.Toros de Pablo Romero, aceptables de piresencia y de juego desigual. Antoñete. Pitos, vuelta. Angel Teruel. Pitos, palmas. Niño de Aranjuez, oreja, oreja.

A Antoñete le han chillado mucho en su primero, un toro con aspereza, que sumió al madrileño en los oscuros pozos de la impotencia. Solo pudo sacarle un derechazo con dominio. Lo demás fueron. desarmes y precauciones sin poder dominar al enemigo, al que mató: de un horroroso pinchazo en el cuello.

Estuvo mejor en el cuarto, que tenía más presencia. No se entregó el toro en el caballo y tampoco fue una malva para la muleta, pero Antoñete se dobló muy bien con él por bajo y construyó una faena desigual, con algunos pases enganchados junto a algún que otro de rechazo o natural de más limpieza y largura. Cuando ligó un trincherazo con el pase de la firma, los buenos aficionados saltaron del asiento. La estocada que le arreó después asomaba por la tripa y los antes espléndidos espectadores sólo le permitieron dar la vuelta con algún pito que otro en boca de los exigentes.

Ángel Teruel dio la clásica mano de cal y de arena. Parece que ha desistido de banderillear a sus toros, pues no lo hizo recientemente en Madrid ni ayer en Aranjuez. Nada podía hacer con su primero, un manso que saltó al callejón y buscó tablas durante toda la lidia. En el quinto hizo una faena muy técnica, con los terrenos sabiamente elegidos y con alguna ratonería suelta, como la de aprovechar muchas veces los viajes. El toro llevaba la cabeza alta y el torero lo supo entender en su muleteo, aunque tal vez debió haber intentado bajársela al principio de su trasteo, en lugar de hacerlo al final con muy poca convicción.

Los toros de Pablo Romero no dieron excesivas facilidades, pues cuando alguno se decidió a embestir lo hizo sin fijeza, con la cabeza alta y con tendencia a marcharse del muletazo.

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