El golpe militar en Guinea Ecuatorial

No más allá del pasado sábado sin conocer aún el estallido de los cuarteles guineanos, titulábamos un editorial Ceguera diplomática ante Guinea. Nos referíamos, claro está, a la ceguera de nuestra diplomacia, pues la del país vecino, la francesa, ha tenido y tiene los ojos bien abiertos y ha acabado por imponer su hegemonía financiera, camino previo para quedarse también con las relaciones económicas y el influjo político y cultural casi el último vínculo que nos quedaba con nuestra Guinea Ecuatorial -el vínculo monetario- se ha roto al salir el pequeño y convulso país del área de la pe...

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No más allá del pasado sábado sin conocer aún el estallido de los cuarteles guineanos, titulábamos un editorial Ceguera diplomática ante Guinea. Nos referíamos, claro está, a la ceguera de nuestra diplomacia, pues la del país vecino, la francesa, ha tenido y tiene los ojos bien abiertos y ha acabado por imponer su hegemonía financiera, camino previo para quedarse también con las relaciones económicas y el influjo político y cultural casi el último vínculo que nos quedaba con nuestra Guinea Ecuatorial -el vínculo monetario- se ha roto al salir el pequeño y convulso país del área de la peseta para entrar en la Unión Aduanera y Económica de África Central (UDEAC), controlada por Francia. Tenemos, eso sí, la presencia de unos 300 españoles, sometidos, quiérase o no, a los vaivenes políticos que se manifiestan de manera no siempre pacífica, como acaba de pasar hace unos días con el, al parecer, frustrado golpe militar contra el presidente Obiang.Según las todavía confusas noticias, los pasados 11, 12 y 13 de este mes de mayo se produjeron en Guinea serios intentos, nacidos en los cuarteles, para derrocar al presidente. Varios oficiales y suboficiales fueron detenidos y el intento -siempre al parecer- fue abortado -dentro mismo de los cuarteles. Uno de los presuntos conspiradores, el sargento Venancio Mikó, consiguió refugiarse en el edificio de la Embajada de España en Malabo y allí sigue esperando la decisión española de concederle asilo político o entregarlo a las autoridades guineanas con la seguridad de que será juzgado con todas las garantías. No sabemos en qué puede quedar la anécdota del sargento Mikó, pero nos alegra compartir las noticias que aseguran que los españoles de Guinea se encuentran sin novedad. Es natural que se haya personado en la capital guineana el director general para Asuntos de África del Ministerio español de Exteriores y es lógico que el propio ministro Morán viaje a Malabo para ver sobre el terreno las condiciones políticas de un país que nos toca tan de cerca. Podrá, comprobar, de paso, el ministro hasta qué punto la ceguera de Gobiernos anteriores se ha convertido también en sordera del Gobierno socialista, que parece haber reducido su preocupación por Guinea a seguir incluyendo en los presupuestos del Estado, y de forma casi mecánica, una ayuda económica, mientras se fomenta una extraña oposición de ignoramos qué signo en una capital de provincia española, foco, sin duda, de conspiraciones utópicas, en vez de reforzar los lazos con un país nuevo y deseoso de seguir codo con codo con España por la senda democrática.

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Las escasas noticias que tenemos de la intentona -presumiblemente dirigida por oficiales de talante más liberal que el propio Obiang- no nos permiten aventurar la acusación de connivencia española que, sin duda, ha pasado por la mente de quienes ahora mismo gobiernan Guinea. Sería importante que el ministro Morán saliera al paso de semejante sospecha y dejara muy claro que la torpeza de nuestros diplomáticos puede llegar hasta el olvido de Guinea. ( ... )

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, 24 de mayo

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