El secreto del éxito del 'noi' del Poble Sec

En el 65 empezó sus recitales. Toda una segunda parte en el Palau de la Música Catalana, con una primera mitad integrada por figuras que hoy se han volatilizado en el olvido: Jacinta, Mariá Albero, la francesa Jocelyne Josiá.El noi del Poble Sec, que había crecido al pie de la montaña de Montjuich, tenía un mensaje fresco que ofrecer, unos versos que olían a cazalla y retama. La canción popular. Crecido con la radío, con las coplas de Concha Piquer, con la zarzuela, Joan Manuel Serrat venía de un barrio y de una familia a la que nada le había sido dado fácilmente.

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En el 65 empezó sus recitales. Toda una segunda parte en el Palau de la Música Catalana, con una primera mitad integrada por figuras que hoy se han volatilizado en el olvido: Jacinta, Mariá Albero, la francesa Jocelyne Josiá.El noi del Poble Sec, que había crecido al pie de la montaña de Montjuich, tenía un mensaje fresco que ofrecer, unos versos que olían a cazalla y retama. La canción popular. Crecido con la radío, con las coplas de Concha Piquer, con la zarzuela, Joan Manuel Serrat venía de un barrio y de una familia a la que nada le había sido dado fácilmente.

Conexión eléctrica

Quizás por eso conectó tan eléctricamente con el público. Hace 20 años le hice a Serrat una entrevista, quizás la primera un poco seria de su vida, y dije entonces que había nacido con una estrella ea la frente. No era cierto. Serrat era tan sólo -y nada menos- alguien que simbolizaba a toda una generación nacida en la dificultad, en la penuria, pero que tenía los ojos puestos en la esperanza.

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Aún ahora, con tantos triulfos sobre sus espaldas, tanta vida, Serrat es un hornbre que sigue perteneciendo al grupo de los que tivieron que ser porque no les queclaba nada detrás y todo lo de por delante estaba por hacer.

Hoy tiene Serrat una fibra e special, de chaval al que nadie puede engañar porque es un puta en el mejor sentido de la palabra: un luchador. Lo hermoso en él es qie la lucha no le haya vuelto estéril, un héroe de piscina y niñas rubias rodeándole en el camerino.

Lo hermoso de Serrat, y seguramente el secreto de su éxito renovado mil veces pese a los avatares, es que sigue siendo el símbolo de esa generación que supo buscar el grano entre la paja y que nunca se declaró vencida.

Y que, en el fondo, sigue cantándonos palabras de amor, sencillas y tiernas; las únicas que podíamos saber cuando sólo contábamos 20 años.

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