Felipe González, un socialista en la corte alauí y 2

Hassan II, en el apogeo de su reinado

A los cien días largos de haberse instalado en el poder y con una celeridad mayor que sus antecesores, Felipe González se convertirá, el lunes próximo, en el primer socialista jefe de un Gobierno español que es recibido en la muy conservadora, tradicional y secular corte alauí. Hassan II, decimoquinto representante de la dinastía, que le recibirá en Fez el martes 29, se encuentra en el apogeo de su reinado.

DOMINGO DEL PINO En junio de 1978, Adolfo Suárez, que fue el primer presidente que visitó Marruecos después de la apertura democrática española, se marchó de Fez con un uissam...

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A los cien días largos de haberse instalado en el poder y con una celeridad mayor que sus antecesores, Felipe González se convertirá, el lunes próximo, en el primer socialista jefe de un Gobierno español que es recibido en la muy conservadora, tradicional y secular corte alauí. Hassan II, decimoquinto representante de la dinastía, que le recibirá en Fez el martes 29, se encuentra en el apogeo de su reinado.

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DOMINGO DEL PINO En junio de 1978, Adolfo Suárez, que fue el primer presidente que visitó Marruecos después de la apertura democrática española, se marchó de Fez con un uissam (cordón) alauí al cuello, pero dejó detrás, y para los próximos tres años, una estela de incomprensiones y malos entendidos que se tradujeron en apresamientos masivos de pesqueros y en unos acuerdos de pesca prorrogados sólo de forma transitoria y a cuentagotas.

La llegada al poder de Leopoldo Calvo Sotelo, en 1981, permitió acabar con aquellas incertidumbres y ambigüedades, y facilitó el camino para que se esbozase una cooperación amplia, que no obstante Marruecos parecía entender que sería mucho más vasta de lo que la propia España ambiciona.

Para el rey Hassan II se trataba no solamente de cooperar en el terreno de la economía "con vistas al año 2000, sino también de colaborar estrechamente en el terreno político, internacional y estratégico y geopolítico regional. En este marco, que tenía como base la "recuperación por España del papel y la influencia en Marruecos a que su pasado le hace acreedora", según un diario marroquí de entonces, Marruecos se proponía solucionar amistosamente el último contencioso territorial que le quedaba pendiente, sobre Ceuta y Melilla.

Cooperación multiforme

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Unas recientes declaraciones del embajador marroquí en Madrid, Abdelhafid Kadiri, a la agencia marroquí MAP, en las cuales afirma que Ias relaciones entre los dos países deben estar marcadas por una sólida cooperación bilateral, un entendimiento armonioso en la escena internacional y una amplia coordinación en materia de estrategia y geopolítica regional", sugieren que Marruecos, una vez practicadas las clarificaciones necesarias con el Gobierno socialista, entiende que es posible solicitarle el mismo tipo de cooperación multiforme que se pretendía de Calvo Sotelo.

La reconciliación de los países del Magreb, iniciada con el encuentro entre Hassan II y Chadli Benyedid, del 26 de febrero pasado, y las perspectivas de solución aceptable para todos los Estados del conflicto del Sahara permiten pensar que esos designios globales de Marruecos no deben, en principio, tropezar con ningún obstáculo mayor por parte de España.

La visita a Rabat y Fez que Felipe González quiso mantener para los días 28 y 29, a pesar de que las fechas parecían prematuras a los técnicos, dado lo poco avanzado del acuerdo global de cooperación, tiene, por el contrario, la ventaja política y psicológica, para el presidente del Gobierno español, de transformarle de solidario en asociado y actor de la reconciliación magrebí y, sobre todo, de una eventual solución del conflicto del Sahara, en el cual España hubiera -tal vez- querido participar.

Cuando Felipe González abandone Rabat, el mismo día 29, después de recibir en el palacio de los huéspedes de Rabat a una parte de la colonia española, probablemente se llevará la promesa de que habrá acuerdo global y, en consecuencia, de pesca, y quizá otro cordón alauí como su predecesor, Adolfo Suárez. Nada de ello impedirá que las posteriores negociaciones sigan siendo durísimas, porque la decisión de Marruecos de hacer que España reduzca considerablemente su esfuerzo pesquero en aguas marroquíes parece inquebrantable.

Subsistirá, también, el conflicto territorial sobre Ceuta y Melilla, que los marroquíes asocian -o asociaban- con la reivindicación española sobre Gibraltar, pero que se discute de una manera más visceral que aquélla. Naturalmente, el Gobierno español planteó, oficial y directamente, la cuestión al Gobierno británico y, además, se comprometió, con una declaración unilateral, a no recurrir a la fuerza para solventar su reivindicación.

De todas maneras, y al margen de que el Gobierno socialista pro clama que quiere dotarse de una política magrebí de conjunto y que las líneas directrices de ésta, enunciadas por Felipe González, han parecido mucho más razonables a los marroquíes que cualesquiera otras pasadas, lo cierto es que la manera de abordar este doble viaje a Argel y Rabat recuerda las tácticas de dudosos resultados prácticos de UCD.

Se ha vuelto a introducir la distinción entre Gobierno y partido para que una misma persona pueda recibir, desdoblando su función, a los representantes del Polisario y del Gobierno argelino sin herir susceptibilidades en la otra parte; y el vicepresidente Guerra solicita en Argel que Marruecos se entienda directamente con el Polisario, mientras que Felipe González anticipa a los marroquíes que su Gobierno se da por satisfecho con las estipulaciones de Nairobi una y dos para el referéndum de autodeterminación, a las cuales se atiene Marruecos.

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