El cineasta polaco Jerzy Skolimovski prefiere el deporte a la práctica intelectual

Jerzy Skolimovski, director de cine, presume ostensiblemente de sus 45 años. Como deportista, conserva rasgos infantiles que sólo esporádicamente se convierten en muecas. Está seguro de sí mismo, de cómo situar su imagen de polaco exiliado en el laberinto del cine. Además, es actor, o lo fue, al menos, en la excelente película de Volker Schióndorff, Círculo de engaños, donde interpretaba al fótógrafo cínico cuyo distanciamiento le impedía la ternura.

En su última película, Moonlighting (Trabajo clandestino), Jerzy Skolomovski ha mostrado, sin embargo, una ternura especial hacia s...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Jerzy Skolimovski, director de cine, presume ostensiblemente de sus 45 años. Como deportista, conserva rasgos infantiles que sólo esporádicamente se convierten en muecas. Está seguro de sí mismo, de cómo situar su imagen de polaco exiliado en el laberinto del cine. Además, es actor, o lo fue, al menos, en la excelente película de Volker Schióndorff, Círculo de engaños, donde interpretaba al fótógrafo cínico cuyo distanciamiento le impedía la ternura.

En su última película, Moonlighting (Trabajo clandestino), Jerzy Skolomovski ha mostrado, sin embargo, una ternura especial hacia sus personajes, esos polacos despistados que mientras trabajan clandestinamente en Londres al servicio de un compatriota rico, ignoran la explosión del conflicto militar de diciembre de 1981 en Polonia; aturdidos por su insegura situación en el extranjero, se dejan conducir por el único polaco que habla inglés, quien perversamente les oculta el retroceso político habido en su país para que continúen trabajando con eficacia.Esta obra se presentó en el festival de Cannes de 1982, es decir, poco después de que la opinión pública europea se convulsionara con lo sucedido en Polonia: la urgencia en realizar la película sorprendió a quienes seguían la trayectoria de Skofimovski y le sabían en paro desde que rodara El grito, en 1978, recién estrenada, ahora, en las pantallas españolas.

"Ya expliqué cuál era mi situación", dice Skolimovski, "cuando en ese mismo festival de Cannes se pudo presentar por fin al público Arriba las manos, la película que rodé en Polonia, en 1967 y que fue prohibida por la censura. Añadí un prólogo de media hora, rodado en Varsovia, Londres y Beirut, y allí conté lo, que temía, mostrando unas primeras imágenes en las que aparecían jóvenes soldados, casi niños, protagonizando el golpe que iba a venir. En Polonia no había gustado la versión original de Arriba las manos por su crítica antistalinista, ni volvió a gustar cuando le añadí ese prolegómeno sombrío, en el que veía el mismo problema desde mi visión de 1981."

Skolimovski parece fiarse de sí mismo cuando sonríe, y procura por ello suavizar los temas con situaciones más simpáticas. Hace una pausa brevísima, y continúa: "Me dí cuenta de que ya tenía cuarenta años y que no había hecho cuanto quería. Como una de mis viejas ilusiones había sido organizar un equipo de fútbol, me dediqué fervientemente a ello: soy feliz cuando me pongo la camiseta, y lo soy también cuando juego con mis dos hijos. Boxeé en mi juventud, pero ahora debo jugar al fútbol: el deporte, es desde luego, mi afición favorita, y no para reemplazar la ausencia de películas, sino por pura elección personal."

Rapidez de rodaje

"No debe sorprender, por tanto, mi rapidez al rodar Moonlighting. Se puso en marcha dentro de mí mismo un entusiasmo antiguo que me obligó a trabajar con rapidez; solucioné todos los problemas de la producción con el mismo espíritu deportivo que tengo para el fútbol".Ese espíritu le hace extremar sus precauciones con el tabaco. Nos obliga a no fumar y a abrir las ventanas en esta sala de Alphaville donde, desde hace horas, traduce sin fumar el fumador Antonio Weinricliter: quizás alguien osó fumar un pitillo: "En Varsovia", prosigue, "se celebró un congreso de intelectuales en diciembre de 1981. Vieron Arriba las manos, que acababa de ser liberada por la censura, catorce años después de haberla hecho. Mientras los intelectuales discutíán la oportunidad de mi prólogo, los tanques reales comenzaron a salir a la calle. Es una imagen irónica que caricaturiza lo que yo quería advertir. Me siento outsider en mi país."

Nos observa con ojos fijos, pendientes de cualquier comentario en castellano que, sin embargo, parece entender con facilidad. No quiere que se le considere como un intelectual: "No lo soy en absoluto", repite. "Hablo a veces de lo que siento por mi país, porque me basta olerlo para comprender qué le ocurre, pero me siento incapaz de hablar en términos políticos de lo que ocurre en lugares de Occidente. Tengo opiniones particulares, pero sin que puedan transformarse en opinión pública". Para demostrarlo, Skofimovski se alarga narrando con minuciosidad la. anécdota que acaba de vivir, viajando hacia Madrid desde París en un vuelo cuyo destino último era Buenos Aires. Leyendo un periódico argentino, se encuentra con escandalosos titulares que hablan de una "emergencia nacional"; interroga por tanto a la azafata, que dice no saber nada de lo que ocurre en su, país .porque hace tres días que no vengo de allí". Skolimovski piensa que su situación en Europa occidental es parecida la. de la azafata argentina: "Sólo hace tres días que estoy aquí".

Sin embargo, su cine es conocido en Europa. Con anterioridad a El grito y Moonlighting, en España vimos La barrera (1966), La partida (1967) y una de sus películas de exilio, Las aventuras, de Gerard (1970), que le añadió poca gloria. Su mejor título, Deep end (1970), premiado en el festival de Venecia, fue prohibido por la censura española, y hasta ahora sigue sin conocerse en nuestro país; por el contrario, una revisión en París de Deep end está constituyendo estos días un auténtico éxito.

En la misma ciudad se presenta también Danton, la producción francesa del máximo cineasta polaco, Andrej Wajda. Buena oportunidad para preguntar a Skolimovski su, opinión sobre el director de El hombre -de hierro y El hombre de mármol, las dos amargas crónicas que sobre la evolución del sindicato Solidaridad se han realizado en el interior del país. Skolimóvski se calla durante un buen rato, tanto que el silencio se hace violento. Llegamos a creer que no responderá. Pero, despacio, e insistiendo en que se le entienda con precisión, dice brevemente: "Me parece muy bien que se han hecho esas películas".

Y espera a que le hagamos preguntas sobre deporte.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En