Amnon Kapeliuk, un israelí entre los palestinos

ENVIADO ESPECIALNo todas las vedettes que han asistido a este Consejo Nacional Palestino (CNP, Parlamento en el exilio), que finaliza hoy en Argel, han pronunciado apasionados discursos desde la tribuna de la asamblea. Algunas, como Amnon Kapeliuk, primer periodista israelí invitado por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) a cubrir informativamente uno de sus congresos, han permanecido discretamente sentadas en el auditorio, rogando a cada uno de sus colegas que no mencionasen su presencia hasta hoy.

La aventura de este periodista, especializado en los territ...

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ENVIADO ESPECIALNo todas las vedettes que han asistido a este Consejo Nacional Palestino (CNP, Parlamento en el exilio), que finaliza hoy en Argel, han pronunciado apasionados discursos desde la tribuna de la asamblea. Algunas, como Amnon Kapeliuk, primer periodista israelí invitado por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) a cubrir informativamente uno de sus congresos, han permanecido discretamente sentadas en el auditorio, rogando a cada uno de sus colegas que no mencionasen su presencia hasta hoy.

La aventura de este periodista, especializado en los territorios ocupados, empezó cuando a finales de enero se desplazó hasta Tunicia para visitar por segunda vez a Yasir Arafat, máximo líder de la OLP, al que ya había entrevistado el pasado verano en Beirut, cercado entonces por el Ejército israelí.

Arafat le propuso allí asistir al CNP en febrero, pero le pidió que se consiguiese una acreditación de Prensa que no fuese la de un periodista israelí, "para no dar pretextos a los adversarios del diálogo palestino-israelí para armar broncas", que ya le habían obligado a renunciar e invitar a Argel a tres eminentes miembros del Comité Israelí por la Paz Israel-Palestina.

Gracias a esta iniciativa, y oficialmente acreditado como enviado especial de la revista francesa Le Monde Diplomatique, Kapeliuk, de 44 años de edad, ha vívido durante diez días, en Argel, una experiencia única en su vida -"emocionante", según sus propias palabras-, circulando, comiendo, dialogando con "aquellos que en mi país llaman frecuentemente terroristas, pero que me han tratado a cuerpo de rey".

"La OLP se ha deshecho en atenciones con ese huésped tan especial", hasta el punto que más de un periodista ha expresado, bromeando, su intención de solicitar la nacionalidad israelí para tener derecho al mismo trato preferente.

Al margen de las largas horas dedicadas a trabajar redactando crónicas enviadas al diario israelí de mayor tirada, Yediot Aharonot, de Tel Aviv, a través de la oficina del rotativo en Londres -no hay comunicación directa entre Argelia e Israel-, el paso de un israelí, aunque sea discreto, por esta capital del Frente de la Firmeza Arabe, ha estado salpicado de divertidas anécdotas 37 de algún que otro incidente.

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"Código secreto"

Desde la mirada curiosa que le echaban aquellos que al rozarle en el auditorio del CNP le veían dibujar en su libreta de apuntes extraños garabatos que son, en realidad, caracteres hebreos, hasta la expresión sospechosa de aquel operador argelino de télex que le denunció a la seguridad de la OLP porque le parecía que "tecleaba un código secreto", la estancia de Kapeliuk en Argel no ha pasado inadvertida, a pesar de su permamente reserva.Los responsables de la OLP se han disputado a este periodista honrado, al que saludaban efusivamente, casi sorprendidos de ver por primera vez entre ellos a un israelí, y el propio Arafat les recibió en el chalé donde se hospeda durante cerca de dos horas. privilegio excepcional si se tiene: en cuenta que hasta ahora sóle, ha concedido entrevistas a medios audiovisuales. "Estoy de acuerdo con todo lo que dice, le debería nombrar consejero mío", le repetía Arafat, bromeando.

No fue, sin embargo, su tercer encuentro con Abu Ammar -nombre de guerra de Arafat- lo que más ilusionó al periodista israelí, sino su entrevista con Abu Daud, ex jefe de la organización terrorista Septiembre Negro, acusado por Israel del asesinato de varios atletas hebreos en los Juegos Olímpicos de Munich, en agosto de 1972, y víctima, en Varsovia, en 1981, de un atentado en el que resultó gravemente herido, perpetrado, probablemente, por los servicios secretos israelíes.

"Ayer por la noche me senté ante el hombre más buscado por el Mossad (servicio secreto israelí)", empezaba la crónica publicada en Yediot Aharonot, del encuentro con Abu Daud, que le desmintió categóricamente cualquier participación suya en la matanza de Munich. "Me daba la impresión de que estaba soñando despierto cuando le entrevistaba", recuerda Kapeliuk.

La reunión con Ahmed Jibril, jefe de una facción palestina aliada incondicionalmente de Siria y Libia, fue aún más tensa, sobre todo cuando vaticinó que algún día "los palestinos liberarán a la fuerza toda Palestina, incluida Yaffa (Tel Aviv)". "¿Y las gentes que han nacido allí no tienen derecho a quedarse?", preguntó Kapeliuk. "Eso no es problema nuestro", contestó Jibril, arrogante, antes de reprocharle ser un sionista, "como lo es cada judío que acepta el Estado de Israel".

Abu Iyad, único orador que tomó la palabra ante el CNP en nombre de Al Fatah, principal grupo integrante de la OLP, se encargó de lavar la afrenta cuando afirmó desde la tribuna de la asamblea que "el mejor relato que ha sido escrito sobre la matanza de palestinos en Sabra y Chatila es el libro de Anmon Kapeliuk". (Sabra y Chatila, investigación sobre una matanza. Ediciones Le Seuil, París).

Amnon Kapeliuk, nacido en Jerusalén en 1936, descendiente de una familia judía ucraniana de ideología socialista emigrada a Palestina, cree que, "por ahora, la única solución viable al conflicto palestino-israelí es el reparto del territorio en base a las fronteras de 1967, con la fundación de un Estado palestino independiente en Cisjordania y Gaza, cuya capital debe ser Jerusalén este".

"Ahora", añade, "hay demasiado odio acumulado para que la teoría defendida aún por el sector radical de la OLP, consistente en crear un Estado laico y democrático en toda Palestina, en el que vivan en paz judíos y árabes, puede ser puesta en práctica. Pero", concluye, "¿quién sabe si con el tiempo, dentro de dos o tres generaciones, no podrá dejar de ser una utopia?".

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