Crítica:

Preludio al año Brahms

La Orquesta Filarmonía de Londres, el pianista Buclibinder y el director español Gómez Martínez, obtuvieron un nuevo éxito en el segundo Concierto de Navidad. El programa estaba dedicado a Brahms con la Obertura trágica, el Primer concierto de piano y la Cuarta sinfonía.No es Rudolf Buchbinder el pianista ideal para los conciertos de Brahms, ya que su técnica y su estilo atraen más por un cuidado preciosista del sonido y detalle que por un aliento grande, unas sonoridades intensas y potentes y un virtuosismo avasallador. Sí posee, Buclibinder criterios musicales de gran refinamie...

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La Orquesta Filarmonía de Londres, el pianista Buclibinder y el director español Gómez Martínez, obtuvieron un nuevo éxito en el segundo Concierto de Navidad. El programa estaba dedicado a Brahms con la Obertura trágica, el Primer concierto de piano y la Cuarta sinfonía.No es Rudolf Buchbinder el pianista ideal para los conciertos de Brahms, ya que su técnica y su estilo atraen más por un cuidado preciosista del sonido y detalle que por un aliento grande, unas sonoridades intensas y potentes y un virtuosismo avasallador. Sí posee, Buclibinder criterios musicales de gran refinamiento y una capacidad expresiva de tonos intimistas que mostró su belleza en el segundo movimiento. Con lo cual tuvimos una versión más que estimable de la Opus 15, de Brahms.

Más lectura que interpretación

Orquesta Filarmonía. Director: M. A. Gómez-Martínez. Solista: R. Buchbinder. Obertura trágica, Concierto 12 y Cuarta sinfonía, de Brahms. Teatro Real. 30 de diciembre.

Con este programa puede decirse que comienzan las conmemoraciones brahinsianas en Madrid, ya que se celebró a punto de iniciarse el nuevo año) y, con él, la celebración del 150 aniversario del nacimiento del músico hamburgués, llamado a disputarle el puesto a Beethoven en los programas de repertorio, aunque, durante décadas, críticos e intérpretes y público se resistieran a reconocerlo, con las siempre salvables excepciones. Quizá sucedía que las versiónes, aun dentro de una seriedad y brillantez, se parecían a la ofrecida por Gómez Martínez con los filarmónicos londinenses. Esto es: más que interpretaciones que suponen un profundizar en el sentido de lo estricto, en las palabras y su significado eran buenas lecturas, tocadas de superficialidad y, como consecuencia, de monotonía. La Filarmonía lució su excelente clase y Gómez-Martínez su seguridad.

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