Crítica:'ROCK'

Barón Rojo, la alienación y el 'rock' duro

Barón Rojo, nuestro primer grupo de rock duro, actuó en Madrid tras una dilatada gira inglesa como invitado de los lugareños Hawkwind. Tras haber actuado en Suramérica frente a audiencias milenarias, vinieron y, cosa rara, no llenaron. Esto puede deberse a que éste era el segundo concierto masivo que los Barones ofrecían sobre su álbum Volumen brutal. Pero, más posiblemente, al hecho de que las entradas costaban nada menos que setecientas pesetas (seiscientas pesetas en avance) en una viva muestra de cómo sangrar al personal con el cuento de la ilusión.No justifica nada el hecho de que ...

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Barón Rojo, nuestro primer grupo de rock duro, actuó en Madrid tras una dilatada gira inglesa como invitado de los lugareños Hawkwind. Tras haber actuado en Suramérica frente a audiencias milenarias, vinieron y, cosa rara, no llenaron. Esto puede deberse a que éste era el segundo concierto masivo que los Barones ofrecían sobre su álbum Volumen brutal. Pero, más posiblemente, al hecho de que las entradas costaban nada menos que setecientas pesetas (seiscientas pesetas en avance) en una viva muestra de cómo sangrar al personal con el cuento de la ilusión.No justifica nada el hecho de que pudiéramos escuchar como invitados al Tank, un grupo inglés de segunda y machacón.

Lo cierto es que durante la actuación de Barón Rojo, algunos aspectos del acto se tornaban inquietantes. ¿Qué tipo de placer puede extraerse de un concierto donde la música se remite a unas pautas ya atávicas, mejor o peor interpretadas? ¿En un lugar semejante en todo a un hangar sucio, sin ventilación, con una humareda inmensa, trasegando una ginebra perniciosa o bebiendo refrescos calientes a ochenta pesetas? ¿Ensordecido por un volumen más que brutal, criminal y que provoca molestos pitidos en las tres horas siguientes al acto? (Por cierto, que esto del nivel de sonido debiera ser contemplado por responsables sanitarios competentes. En otros países, se limitan los decibelios emitidos.) Debo reconocer que desconozco dónde reside tal placer. Es más, he tratado de recordar cuándo, en toda la historia de la humanidad, las personas han asistido -en masa y pagando- a un lugar donde es castigada siempre con los mismos flagelos y encima ponga buena cara. No lo he conseguido porque hasta los autos de fe eran gratis y el quemado era otro.

Por su parte, Barón Rojo dio de sí lo que pudo. Y esto es unas letras peregrinas, algunos solos decentes y su mayor virtud: unas melodías algo más complejas que sus compañeros de pelea. Son, ciertamente, mejores que Tank y que decenas de grupos ingleses a los cuales se debe soportar por el mero hecho de tener un pasaporte bonito. Barón Rojo era la excusa para esta alienación colectiva. Que se sientan progresistas no impide que cuanto les rodea sea profundamente reaccionario. Pero ni ellos ni sus entusiasmados fieles pueden creerlo. Tal vez tengan razón.

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