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La reunión del GATT y el neoproteccionismo

La reunión en Ginebra del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (organización conocida por las iniciales de su nombre inglés, GATT) ha revelado el deterioro de algunos aspectos básicos de las relaciones internacionales. Esta importante institución internacional se creó en 1947 con la finalidad de reducir los aranceles aduaneros y otras barreras comerciales y también para eliminar las discriminaciones en materia de comercio internacional. En la actualidad forman parte del GATT unos noventa países, algunos de economía planificada; España ingresó en el convenio en el año 1963.El acuerdo gene...

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La reunión en Ginebra del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (organización conocida por las iniciales de su nombre inglés, GATT) ha revelado el deterioro de algunos aspectos básicos de las relaciones internacionales. Esta importante institución internacional se creó en 1947 con la finalidad de reducir los aranceles aduaneros y otras barreras comerciales y también para eliminar las discriminaciones en materia de comercio internacional. En la actualidad forman parte del GATT unos noventa países, algunos de economía planificada; España ingresó en el convenio en el año 1963.El acuerdo general ha desarrollado su labor mediante rondas de negociaciones que se han prolongado, a veces, durante años. Así sucedió en la última, llamada de Tokyo, y que se extendió entre 1973 y 1979.

Pese a los sustanciales avances logrados en la liberalización de los intercambios, el proceso global de reajuste de la economía mundial provoca oscilaciones y movimientos reflejos que pueden dificultar gravemente la necesaria cooperación internacional.

La reunión del GATT se ha desarrollado bajo la influencia del llamado neoproteccionismo. Este fenómeno sería el resultado de proclamar, por una parte, la bondad del librecambismo y, por otra, practicar restricciones selectivas al comercio internacional para evitar efectos sociales y económicos no deseados en el interior del propio país.

En otras palabras: se aceptaría la filosofía general de reducción de los aranceles, pero en cambio se utilizarían diversos medios para tratar de proteger la producción de determinadas mercancías consideradas sensibles frente a los competidores foráneos.

Esta contradictoria política tiene una característica que la hace especialmente peligrosa; se evitan las importaciones no por la vía ortodoxa del arancel sino por medios mucho menos transparentes y controlables.

En la panoplia de armas neoproteccionistas encontramos desde las presiones políticas directas hasta las amenazas de todo tipo para conseguir reducciones voluntarias de comercio, pasando por negociaciones bilaterales en perjuicio de terceros países, etcétera. También es práctica común la utilización de obstáculos técnicos, administrativos o sanitarios para tratar de desanimar ciertas importaciones.

Pero lo verdaderamente nuevo de esta política neoproteccionista consiste en la utilización sistemática de las citadas medidas, que, por tanto, ha relegado a un segundo lugar a los aranceles propiamente dichos, al menos en los países abiertamente librecambistas. La eficacia de estas heterodoxas prácticas es tan grande que la presente sesión del GATT se ha ocupado especialmente de algunas de ellas, como, por ejemplo, la utilización reiterada de la cláusula de salvaguardia, mediante la cual un país puede suspender la aplicación de un acuerdo internacional si éste le perjudica gravemente en un de terminado momento.

La opinión institucional del GATT pasa por considerar que las ventajas a corto plazo de esta manera de proceder (freno al desempleo, mejora de las rentas agrícolas) no compensan los perjuicios a medio plazo causados por una adaptación mucho más lenta a las nuevas condiciones de la división internacional del trabajo.

Protestas recíprocas

Los Gobiernos de los diferentes Estados ya desarrollados, obsesionados, como es tradicional, por la rentabilidad política inmediata de sus decisiones, son poco propicios a aplicarse en carne propia los principios aceptados como grupo internacional.

Sin embargo, también son conscientes de la imposibilidad de sustraerse al comercio internacional o de profundizar en demasía sus objetivos inmediatos, y esto más aún que por el temor a una política suicida de represalias comerciales mutuas.

Es por ello que se ven obligados periódicamente a sentarse en la mesa del GATT e intentar un acuerdo sobre las distorsiones provocadas por el neoproteccionismo.

El clima reinante en esta ocasión no ha sido especialmente cordial: han continuado con inusitada fuerza las tradicionales quejas de Estados Unidos sobre la política ultraproteccionista de la CEE en materia agrícola o sobre la japonesa en industrias con mano de obra intensivas.

Los europeos critican el peculiar uso del arancel estadounidense para igualar precios de venta externos e internos; y, en general, los países subdesarrollados han compuesto un coro multiforme de quejas sobre la insolidaridad de los países adelantados. Más grave aún: algunos países no han dudado en cuestionar abiertamente las ventajas del libre comercio.

Si todas estas guerras comerciales se agravasen significativamente, no cabe duda de que entraríamos en una fase más aguda de recesión económica.

La internacionalización de la economía es un hecho irreversible, dados los procesos industriales y tecnológicos del mundo actual, pero los niveles de cooperación parecen lejos de los objetivos deseados. Cabe esperar que los escasos resultados de la reunión del GATT no alienten todavía más el tradicional escepticismo sobre la eficacia de los organismos internacionales.

Joan Clavera es profesor de Estructura Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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