Tribuna:

Aún queda una posibilidad para Polonia

Polonia es hoy el país más inquieto de Europa del Este. Existe en este país un serio conflicto político que dura desde finales de la segunda guerra mundial, y que hasta hoy no ha encontrado solución. Se trata de un choque entre antiguas y aún muy vivas tradiciones democráticas y aspiraciones a la libertad por parte de la sociedad polaca frente a un Estado que no permite su expresión pública. Sonará a propaganda en contra de mi intención, pero se puede decir que en Polonia se desarrolla un a muy conflictiva coexistencia entre un Estado comunista y una sociedad absolutamente no comunista.La cons...

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Polonia es hoy el país más inquieto de Europa del Este. Existe en este país un serio conflicto político que dura desde finales de la segunda guerra mundial, y que hasta hoy no ha encontrado solución. Se trata de un choque entre antiguas y aún muy vivas tradiciones democráticas y aspiraciones a la libertad por parte de la sociedad polaca frente a un Estado que no permite su expresión pública. Sonará a propaganda en contra de mi intención, pero se puede decir que en Polonia se desarrolla un a muy conflictiva coexistencia entre un Estado comunista y una sociedad absolutamente no comunista.La consecuencia de este choque entre las instituciones estatales y las aspiraciones de la sociedad se traduce en una división de la nación entre ellos y nosotros, produciendo una visión de la estructura social de Polonia que más frecuentemente se da en la conciencia de la gente. Es una visión muy polarizada que refleja el mencionado conflicto. En el ellos se incluye esa parte de la nación -una minoría indudablemente- que gobierna el Estado polaco, al mismo tiempo que maneja un sistema de instituciones contrarias a nuestras tradiciones que frena nuestras aspiraciones. Nosotros somos el resto, que, oprimidos, no tenemos nada que decir.

Que Polonia sea Polonia. Este es el título de una canción que alcanzó enorme popularidad en los tiempos de esplendor de Solidaridad. Se convirtió en un himno porque expresaba el anhelo de instituciones públicas que canalizasen libremente el carácter de la sociedad.

Un conflicto entre polacos

La atmósfera del conflicto despierta emociones y crea visiones influidas por ellas. Este conflicto tiene sus raíces en las circunstancias en las que acabó la segunda guerra mundial, es decir, con unos orígenes que hay que buscar fuera de Polonia, es, sin embargo, un conflicto entre los polacos. Y no importa que la línea de división de estos dos sectores separe un número desigual de polacos. Incluso hoy, a pesar del ostracismo a que se ve sometido el Partido Obrero Unificado de Polonia (POUP, comunista) durante la época de Solidaridad, todavía militan dos millones de personas en esta organización política. No es poco.

Ellos son los ansiosos por hacer carrera, los traidores, los servidores de Moscú, que hablan el polaco sólo por fuerza de costumbre. Nosotros somos unos románticos peligrosos, los extremistas anticomunistas locos, agentes de al servicio de centros de boicoteo exterior, etcétera. Esta visión tiene poco que ver con la realidad, impide la percepción del verdadero alcance de los problemas polacos. Impide el entendimiento del drama de una nación, de la dicotomía entre sus tradiciones y deseos y la necesidad de asegurar simplemente al Estado polaco su funcionamiento.

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Estas dos necesidades, las aspiraciones de la sociedad y el funcionamiento del Estado, tienen igual importancia. El realismo político impone la comprensión dé estos dos factores. No tomar en cuenta la geopolítica, es decir, el hecho de que Polonia tiene fronteras con la URSS y que forma parte del bloque socialista, es romanticismo político. Pero lo es igualmente despreciar las tradiciones y aspiraciones sociales. Precisamente a causa del desprecio de estos elementos, a causa de la dominación del factor geopolítico, Polonia es una permanente convulsión desde hace treinta años. En una situación semejante se encuentran otros países de Europa del Este. Al fin y al cabo, el sistema temblaba no solamente en Polonia. Pero en nuestro país lo hace con más fuerza.

Realismo político

No sé si es posible fijar un balance duradero entre estas dos necesidades del realismo político para que el Estado funcione eficazmente, reine la paz en el país y satisfacer los anhelos de la sociedad. Quizá sea esto imposible Pero no cabe duda que hay que in tentar conseguirlo. Hay que tender a ello desde los dos lados, porque la razón y la culpa están también en las dos partes. Y este imperativo político de buscar un entendimiento, a pesar de todo lo ocurrido, hoy es más actual que nunca porque, gracias á Solidaridad y al año y medio que duró la época regida por los acuerdos firmados en Gdansk en agosto de 1980, el deseo de la democracia y la libertad se situó en el mismo nivel de importancia que la geopolítica. Y esto no lo ha cambiado el estado de guerra.

Nadie puede afirmar que ha ganado o que ganará ésta guerra.

Unos días antes de ser puesto en libertad, Lech Walesa escribió desde su lugar de internamiento al general Jaruzelski que había transcurrido suficiente tiempo para que ambas partes pudiesen darse -cuenta de lo que podrían conseguir en esta prueba de fuerza. El líder sindical sugiere que ninguna parte ha obtenido lo que quería, por tanto es necesario alcanzar lo posible.

Aún hay posibilidad para Polonia. No cabe duda que Polonia no puede tener hoy un sistema político al estilo de las democracias occidentales. Quizá algún día la situación cambie. Quizá algún día, lleguen a la conclusión en la URSS de que la vecindad entre estas formas políticas distintas no pone en peligro sus intereses internos e internacionales, que incluso es beneficiosa. De momento no piensan así, y no hay remedio para ello. Sin renunciar a nuestras aspiraciones tenemos que entenderlo. Y no es nada seguro que lleguemos a comprenderlo. En la época de Solidar¡ dad -hemos dado varias muestras de no haberlo entendido. Así que las acusaciones de romanticismo político que se nos hacen no carecen de fundamento.

El Estado no puede seguir igual

Pero el Estado polaco no puede seguir igual que antes de las huelgas de agosto de 1980. En realidad ya no lo es ni lo será en el futuro porque el sistema, al principio presionado por la calle y luego defendiéndose contra ella, evolucionó considerablemente. El POUP, que en su versión tradicional constituía la base del ejercicio de¡ poder, perdió para mucho tiempo, si no para siempre, su autoridad y sufrió una profunda crisis interna. Y precisamente porque en aquella situación no era capaz de seguir gobernando, fue sustituido por el Ejército.

El papel dirigente del partido sigue siendo el dogma obligatorio en teoría, pero no en la práctica. Creo que este sistema, apoyado hoy en una estrecha base social apoyada en las bayonetas, tiene, teóricamente por lo menos, unas posibilidades más amplias que antes de permitir un juego limitado de fuerzas sociales autónomas, siempre teniendo asegurado para el Ejército el papel de árbitro y guardián de los principios ideológicos del sistema. La evolución en este sentido es esta posibilidad de atenuar el conflicto de que he hablado antes En cierto modo, ello es también una necesidad, ya que el Ejército a pesar de su política de represión en menor medida que el partido -un movimiento masivo- puede llevar a cabo un control profundo de la vida social. Por eso puede verse obligado a permitir un mayor, aunque naturalmente no total, pluralismo en la vida oficial social y política. Y esto es lo importante.

Necesidad de confianza

Observando los movimientos del equipo del general Jaruzelski, se pueden percibir algunos síntomas del entendimiento de esta necesidad acompañado, sin embargo, por un»grave temor de la pérdida de control de la situación. Este temor provoca que los distintos intentos de apertura hacia la sociedad son pequeños, mucho más pequeños de lo que permite la real dimensión del campo de la maniobra política. Y, a veces, provoca las soluciones simplemente erróneas, como, por ejemplo, la retirada del registro oficial de Solidaridad.

En este aspecto, la culpa está entre las dos partes: las dos no tienen suficiente imaginación y valor para demostrarse confianza. Sé que no es cosa fácil después del 13 de diciembre, sobre todo para los miembros de Solidaridad en la clandestinidad perseguidos por la policía y cuando las prisiones están llenas. No llamo aquí a la conspiración ni a la liquidación de las estructuras clandestinas. Al contrario, creo que incluso un Estado polaco reformado necesita un segundo canal de circulación de ideas e informaciones, precisamente porque, por razones objetivas, no nos podemos permitir una plena libertad de expresión en este campo.

Hoy, después del limitado éxito del poder en diciembre de 1981, y cuando la crisis económica ya es un hecho que ha tenido que encajar duramente la sociedad, la segunda circulación es mucho menos peligrosa para el sistema de lo que fue al final de los años setenta, después de los dos fracasos de las autoridades (1970 y 1976) y cuando cada vez aparecían más dificultades económicas. Creo, sin embargo, que es necesario el cambio del tono en las publicaciones clandestinas, que es demasiado conflictivo, a pesar de que la resistencia se pronuncie en pro del entendimiento. Exactamente lo mismo habría que exigir de la Prensa oficial.

Reformas del Estado

A Polonia todavía le queda posibilidad de entendimiento y consolidación mediante un programa de reformas del Estado y de la vida social previa consulta a la sociedad. Esta posibilidad debe basarse en una evolución del sistema, unida a una actuación prudente de Solidaridad tras el fracaso de la huelga general. Existen condiciones objetivas para la evolución del sistema, hay un interlocutor con una gran autoridad que busca el entendimiento y existen indicios de que las autoridades tienen un control -aunque no total y quizá no duradero- de la situación por parte de las autoridades. Para las personas con imaginación debería ser suficiente.

La clave para el entendimiento es el problema sindical. La labor de solucionarlo ha sido empezada de la peor manera posible, aunque por suerte en la misma ley sindical hay salidas que permiten cierta elasticidad. Creo que no se puede intentar estabilizar la situación en Polonia eliminando de la vida legal a Solidaridad. Detrás de Solidaridad como organización hay grandes ideas y esperanzas. Si no queda ninguna posibilidad de que se exprese legalmente, la sociedad padecerá durante años una enorme herida por la que odiará y culpará a las autoridades. La potencial fuente de conflictos seguirá existiendo, y aumentará la división dentro de la sociedad.

Para el bien de Polonia, Solidaridad tiene que volver a aparecer como un sindicato dependiente únicamente de sus miembros, pero al mismo tiempo capaz de encajar dentro del sistema. Utilizo aquí una expresión de Walesa, que antes de diciembre de 1981 y a veces no escuchado por sus colegas, solía decir que "tenemos que encajar en esta Polonia". Encajar quiere decir acepratse mutuamente para que el sistema pueda tolerar una organización de masas independiente, lo que servirá para que progrese su evolución, y para que el sindicato pueda tolerar al sistema, manteniéndose en su sitio y conservando su independencia e iniuencia políticas.

Según mi opinión, existe hoy una posibilidad para este tipo de solución. No sé si será aprovechada. Más aún, temo que vá perderse por la exceso de seguridad qu ostenta una parte y la amargur que padece la otra. Independientemente de los factores que decidieron sobre la imposición de la le marcial, e independientemente d cómo este hecho sea valorado e el futuro, la introducción de est medida de excepción ha supuest un "arrastramiento de la nación" en palabras de Wladyslaw Frasyniuk, un formidable militante de Solidaridad procesado últimamente. La historia ha perdonado a los políticos en numerosas ocasiones la humillación a que ha sometido a sus ciudadanos. Lo que no perdona ya es que se desperdicie la oportunidad de hacer algo para bien de la sociedad algo de acuerdo con sus esperanzas.

Waldemar Kuczynski es economista y periodista.

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