Crítica:

Orozco, Maag y la Orquesta Nacional, frente al gran repertorio

Oberturade Coriolano (Beethoven), Concierto para piano y orquesta número 26 K. 537(Mozart) y Sinfonía en mi menor número 4 (Brahms).Orquesta Nacional de España. Director: Peter Maag.

Teatro Real, 17 de octubre de 1982.



Tres grandes hitos de la historia de la música -Mozart, Beethoven y Brahms- y tres de las formas más representativas del áureo período clásico-romántico -la obertura, el concierto y la sinfonía- se reunían en el segundo concierto de la temporada de la Orquesta Nacional, una sesión para todos los públicos.



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Oberturade Coriolano (Beethoven), Concierto para piano y orquesta número 26 K. 537(Mozart) y Sinfonía en mi menor número 4 (Brahms).Orquesta Nacional de España. Director: Peter Maag.

Teatro Real, 17 de octubre de 1982.

Tres grandes hitos de la historia de la música -Mozart, Beethoven y Brahms- y tres de las formas más representativas del áureo período clásico-romántico -la obertura, el concierto y la sinfonía- se reunían en el segundo concierto de la temporada de la Orquesta Nacional, una sesión para todos los públicos.

Peter Maag, director bien conocido de los melómanos madrileños y familiar desde este año, en que su batuta va a ser la más frecuente, volvió a evidenciar su calidad de maestro en posesión de conceptos musicales perfectamente definidos y de fácil comunicabilidad por cuanto respiran calor humanístico y una efusividad expresiva, que parece hija directa de las que han convertido en míticos a algunos directores del pasado inmediato.

Verdad musical

Nuestra admiración hacia su forma de concebir la música es compatible con la consideración de que sus versiones parecen cuidar más el espíritu que la letra. De otro modo, la idea nos seduce más que su realización. Mayor ajuste métrico en Coriolano y una sonoridad más leve -menos espesa- en Mozart hubieran redondeado una primera parte estupendamente planteada en líneas generales y en la que pudimos gozar de las excelencias de un solista sensacional: Rafael Orozco.

Su Concierto de la coronación resultó impecable de factura y -lo que es más admirable- de una madurez musical que se diría impropia de un artista treintañero. Orozco imprime sutileza expresiva a cada compás y brinda un Mozart a la vez delicado y viril, jovial y trascendente. Gran actuación la suya, toda verdad musical.

Las cotas más altas en la actuación de orquesta y director se dieron en Brahms. La Cuarta sinfonía del hamburgués, una de las obras que la Orquesta Nacional más y mejor ha tocado en su historia, volvió a sonar admirablemente, esta vez con la impronta del inspirado maestro Peter Maag, que obtuvo de la orquesta momentos para recordar, como el bellísimo arranque de la Sinfonía o las variaciones lentas del passacaglia final, donde el grupo de madera dio estupendas calidades.

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