Londres desafía el embargo norteamericano para el gasoducto soviético

El Gobierno británico ha ordenado a cuatro compañías basadas en el Reino Unido que no cumplan el embargo impuesto por la Administración Reagan en la venta de material y tecnología para la construcción del gasoducto eurosiberiano, que suministrará a Europa 40.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año. La decisión del Gobierno Thatcher, que fue recibida con preocupación por la Casa Blanca, constituye, hasta la fecha, el mayor desafío europeo a la política norteamericana en este frente.En un anuncio dado a conocer en la Cámara de los Comunes el lunes por la noche, el secretario de Come...

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El Gobierno británico ha ordenado a cuatro compañías basadas en el Reino Unido que no cumplan el embargo impuesto por la Administración Reagan en la venta de material y tecnología para la construcción del gasoducto eurosiberiano, que suministrará a Europa 40.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año. La decisión del Gobierno Thatcher, que fue recibida con preocupación por la Casa Blanca, constituye, hasta la fecha, el mayor desafío europeo a la política norteamericana en este frente.En un anuncio dado a conocer en la Cámara de los Comunes el lunes por la noche, el secretario de Comercio del Gobierno de la señora Thatcher, lord Cockfield, hizo pública su decisión de permitir que cuatro compañías -tres de ellas subsidarias de multinacionales norteamericanas- procedan a vender a la Unión Soviética material para la construcción del citado gasoducto. Con éstas son ya doce las firmas británicas que han firmado contratos con la URSS para facilitar suministros.

Lord Cockfield señaló que la decisión gubernamental se basaba, jurídicamente, en la Protection of Trading Interest Act de 1980, que permite al Gobierno ordenar a las empresas privadas realizar determinada acción siempre que estén los intereses nacionales por medio.

El propio secretario de Comercio hizo mención a que sería ilógico negar a las compañías un negocio de más de 385 millones de dólares en un país con más de tres millones de desempleados.

Evidentemente, la decisión británica eleva de tono el enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y Europa y amenaza con convertirse en un conflicto económico en toda regla.

Es más, medios norteamericanos se sorprendieron de la medida británica, hasta la fecha el mejor aliado de Washington en los frentes político y económico.

El Gobierno francés, del socialista Mitterrand, ya había anunciado previamente su intención de ignorar el embargo estadounidense, pero, a juzgar por el grado de enfrentamiento entre París y Washington, la medida gala presentaba una mayor lógica a los ojos de la Administración Reagan.

La decisión británica ha causado mayor inquietud en Washington, ya que ni siquiera la República Federal de Alemania, más beneficiada por el gas soviético, se había atrevido a llevar las cosas tan lejos.

De las cuatro empresas beneficiadas por la decisión del Gobierno Thatcher, la más importante es la John Brown Engineering, que ha firmado un contrato, por importe de 134 millones de libras esterlinas (27.000 millones de pesetas), que creará 3.200 empleos; esta empresa tiene pendiente aún la conclusión de otro acuerdo, por un total de setenta millones de libras (unos 14.000 millones de pesetas).

Doble juego norteamericano

Tras la decisión gubernamental británica, una delegación de Londres ha partido hacia Bruselas para tratar de encontrar apoyo dentro de la Comunidad Económica Europea (CEE) a la firme postura de la señora Thatcher.Su llegada coincide con la publicación de un estudio por parte de la Comisión Europea, según el cual "el embargo es ineficaz, altamente dañino" para los intereses europeos, contrario a los esfuerzos tecnólogicos y contradictorio con las ventas de cereales norteamericanos a la Union Soviética".

El documento señala que es incierto que el embargo vaya a retrasar la construcción del gasoducto, ya que los soviéticos incluso han comenzado a hacer ensayos con turbinas y compresores de tecnología propia. Aun en el caso su puesto de que estas turbinas no es tuviesen tecnológicamente listas de forma inmediata, el retraso en el gasoducto no sería superior a tres años.

La comisión encuentra, por el contrario, efectos más importantes si se acepta el embargo. Para los expertos de Bruselas, el mayor riesgo se sitúa en perder un negocio en contratos que podría superar los 2.000 millones de dólares, sólo en turbinas y compresores. Otro importante daño para Europa se encuentra en el retraso en el suministro de gas natural, con el que muchos países tratan de diversificar sus fuentes de aprovisionamiento energético.

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