Tribuna:

El fuero, el huevo y la Navarra democrática

Los liberales navarros, victoriosos en la primera guerra carlista, mantuvieron los fueros administrativos y económicos, mientras veían desaparecer, no muy doloridos por cierto, los fueros políticos, que gran para ellos sinónimo de reacción, de antiguo régimen: las Cortes estamentales, los Tribunales reales, el virreinato, etcétera.La ley paccionada de 1841, que conservó buena parte de las facultades navarras en materia de Administración municipal y de hacienda, ha sido hasta hoy nuestra privativa ley fundamental, respetada por todos los Gobiernos y por todas las Constituciones españolas...

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Los liberales navarros, victoriosos en la primera guerra carlista, mantuvieron los fueros administrativos y económicos, mientras veían desaparecer, no muy doloridos por cierto, los fueros políticos, que gran para ellos sinónimo de reacción, de antiguo régimen: las Cortes estamentales, los Tribunales reales, el virreinato, etcétera.La ley paccionada de 1841, que conservó buena parte de las facultades navarras en materia de Administración municipal y de hacienda, ha sido hasta hoy nuestra privativa ley fundamental, respetada por todos los Gobiernos y por todas las Constituciones españolas. Todo lo que ha tenido que ver con ella se ha hecho por pacto, acuerdo o convenio entre el Gobierno del Estado y el Gobierno de Navarra (Diputación Foral). Pero esa ley se había quedado ya vieja y trasnochada. El nuevo texto fundamental añade a lo que aún quedaba de vivo y de vigente en el anterior todo lo que la Constitución democrática de 1978 reconoce y atribuye a las comunidades autónomas que acceden a la autonomía por el artículo 151.

Porque Navarra no se constituye ahora en comunidad, sino que constituye una comunidad hace ya muchos siglos. Eso sí, actualiza ahora su régimen foral, es decir, su autogobierno, dentro de la nación española, al amparo de la disposición adicional primera de una Constitución que, por vez primera, respeta y ampara los derechos históricos de los territorios forales.

Una vía autonómica singular y original

La vía autonómica de Navarra es una vía original, singular, porque singular es su caso. Un reino, independiente primero, unido por unión real a la Corona de Castilla hasta 1841, convertido después en provincia foral por medio de una ley pactada, recupera ahora buena parte de su autonomía gracias a la Constitución de 1978 y al buen sentido negociador y pactista de los políticos democráticos de Navarra y del resto de España.

Debieran alegrarse -espero que así sea- todos los federales, todos los autonomistas de verdad.

Y ¿por qué no se alegran los nacionalistas vascos? Porque la gran mayoría de los navarros, en vez de divertirnos jugando al sí o al no a Euskadi, hemos aprovechado estos tres años diciendo sí a la construcción de una Navarra de fuero y de huevo, a una nueva Navarra democrática.

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Ni lo que hemos hecho es un estatuto municipal, aunque, afortunadamente, hoy las otras comunidades se parecen mucho a la nuestra, ni tenemos por qué pasar por un referéndum, como si empezáramos ahora a ser una comunidad, ni vamos a romper ninguna baraja porque en este o en aquel punto no nos hayan salido las cosas del todo satisfactoriamente.

Españoles, pacientes y tenaces

Los navarros, además de españoles -¡olvido capital de algunos abertzales!-, somos pacientes y tenaces. Somos un pueblo pequerío y viejo y queremos seguir siéndolo. Un día hablaré de las mil mañas y artimañas de sectores abertzales por impedir la construcción de la nueva Navarra, y de la torpe y ciega complicidad de quienes más deberían ayudarnos a consolidar este objetivo, que, en su fase primera y principal, hemos conseguido ya. Entre todos: entre la derecha, la izquierda y el centro, que aquí existen como en todas partes. Y que, como en todas partes, juegan un activo papel en la reconstrucción de nuestro pueblo.

Navarra es hoy, sin duda, pieza capital en el mapa autonómico español. Todas las amenazas, los insultos, las maniobras, los silencios... para hacer difícil o imposible nuestra noble tarea no nos asustan ni nos aterran: nos animan y hasta nos urgen.

No sólo defendemos Navarra en la frontera de España. Defendemos también -¡ay, ciegos y sordos!- España y la democracia. En la pura vanguardia.

Víctor Manuel Arbeloa es presidente del Parlamento Foral de Navarra y senador del PSOE.

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