Lole y Manuel estrenan un nuevo canto al Guadalquivir

Lole y Manuel cantaron al río Guadalquivir a orillas del Guadalquivir. La noche del pasado jueves, cobijados en el parque de Maria Luisa por tres mil sevillanos, Lole y Manuel llevaron al ambiente húmedo que produce el río una chispa de calor pacífico; Camarón de la Isla y Tomatito añadieron a la audiencia una pizca, sólo una pizca, de la violencia dramática que el cante jondo lleva.El recital de Lole y Manuel y Camarón de la Isla formó parte del programa del Cultural 82, un capítulo en Sevilla al que no acudieron las huestes extranjeras preftadas de fútbol. Fueron dos horas teñidas de sosiego...

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Lole y Manuel cantaron al río Guadalquivir a orillas del Guadalquivir. La noche del pasado jueves, cobijados en el parque de Maria Luisa por tres mil sevillanos, Lole y Manuel llevaron al ambiente húmedo que produce el río una chispa de calor pacífico; Camarón de la Isla y Tomatito añadieron a la audiencia una pizca, sólo una pizca, de la violencia dramática que el cante jondo lleva.El recital de Lole y Manuel y Camarón de la Isla formó parte del programa del Cultural 82, un capítulo en Sevilla al que no acudieron las huestes extranjeras preftadas de fútbol. Fueron dos horas teñidas de sosiego y relajo para los sevillanos, sólo para los sevillanos.

Camarón de la Isla no se desgarró a pesar del auditorio y el marco que tenía frente a él. Ni desgarró al público porque su garganta se limitó a hacer cantes ligeros. Unas bulerías, unas alegrías, y unos tangos para entrar en calor y algún destello de cante grande para finalizar. Gustó porque Camarón tiene gancho, cartel y crédito entre los sevillanos; no convenció porque se quedó a. mitad de camino, solo bordeó el sendero del jondo.

Lole y Manuel aguantaron el peso de la fiesta flamenca-cultural-mundial. De la voz de Lole salieron alegrías, bulerías, alguna soleá y una canción inédita -un riguroso extreno, De Córdoba a Sevilla, un canto más al Guadalquivir que fluyeron sosegadas entre la audiencia.

La guitarra de Manuel desgranó esas melodías flamencas de nuevo cuño, engarzadas por una armonía suave que da a su obra aire de placidez.

La hora que Lole y Manuel cubrieron con la plaza de España como testigo mudo se fue en un suspiro. Sus cantes son poesía adherida a una guitarra y su puesta en escena siempre tiene algo de magia y mucho de frescura. Su osadía: hacer un repetición, ante la insistencia del público, Eon una canción inacabada.

A las dos de la madrugada, los sevillanos abandonaron el parque de María Luisa refrescados y tranquilos. Como el río Guadalquivir, lento y cansino cuando pasaba por la ciudad, el público se fue sin prisas a esperar el calor del día siguiente, ese calor del día siguiente que acosa a Sevilla en esta época del año.

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