Tras la 'cumbre' de Versalles

La multiplicidad de los frentes bélicos demuestra la fragilidad de los 'siete grandes' del mundo

El domingo, "Israel invadió Versalles", según el titular, a toda plana, de un diario parisiense que comentaba ayer los efectos de la guerra libanesa-israelí sobre la cumbre de los siete grandes países industrializados.

Otro diario de la capital, a propósito del mismo tema, editorializaba en los siguientes términos: "Nunca, como el último fin de semana, los poderosos de este mundo habían ofrecido una imagen más nítida de su impotencia"; y un tercer diario, también favorable al mitterrandismo, recordaba que antes había un "enano político y gigante económico", que era la República Federal ...

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El domingo, "Israel invadió Versalles", según el titular, a toda plana, de un diario parisiense que comentaba ayer los efectos de la guerra libanesa-israelí sobre la cumbre de los siete grandes países industrializados.

Otro diario de la capital, a propósito del mismo tema, editorializaba en los siguientes términos: "Nunca, como el último fin de semana, los poderosos de este mundo habían ofrecido una imagen más nítida de su impotencia"; y un tercer diario, también favorable al mitterrandismo, recordaba que antes había un "enano político y gigante económico", que era la República Federal de Alemania (RFA), pero que, tal como se comprobó en el castillo de Versalles el domingo, "ahora el ejemplo ha cundido y los enanos son siete", es decir, los siete países más ricos del mundo, manipuladores de las tres quintas partes de la producción mundial, pero incapaces de hacer respetar la ley más elemental a sus aliados más cercanos.Estos tres comentarios colocan en su sitio a los siete grandes y matizan la significación del "gran teatro del mundo", escenificado durante el pasado fin de semana en la fastuosa residencia del que fue el Rey Sol, con dos intenciones precisas: otquestar la superación de la crisis económica que padece Occidente y reafirmar el abecedario de "los valores democráticos que compartimos", como instrumento insustituible para garantizar la supervivencia de Occidente cara a las evoluciones interrogantes que prefiguran los últimos quinquenios del siglo XX.

El estallido de la guerra entre Líbano e Israel fue como un bofetón en el rostro de los siete, que los convirtió en peleles, sólo salvados del ridículo gracias a la gramática parda que cada uno de ellos ha podido almacenar a lo largo de su actuación en la escena públicá. En ese momento, todo quedó claro, incluso el comunicado conjunto, tan doloroso como prometedor de días felices para el empleo, la lucha contra la inflación y el crecimiento.

Nadie dice aquí que la cumbre haya sido inútil, pero el fatalismo de las guerras (Líbano-Israel, Malvinas, Irán-Irak) la ha dejado enana. Y todo lo conseguido está impregnado de la precariedad o de la fragilidad de lo que es enano. En materia de desorden monetario y de tasas elevadas del dinero, Estados Unidos tenía la sartén por el mango, y en Versalles lo ha confirmado, a pesar del "compromiso monetario internacional" firmado sobre papel, mojado en el último instante por el primer ministro israelí, Menájem Beguin.

Comercio con el Este

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El comercio de los europeos con el Este comunista, el otro gran tema de Versalles, a pesar de las súplicas'del presidente, Ronald Reagan, seguirá desarrollándose como hasta la fecha, a menos que otra guerra más intervenga en un momento oportuno.

¿Y cuál será el destino del sustancioso y aplicado informe del presidente francés, François Mitterrand, titulado Tecnología, empleo y crecimiento, ofrecido al inicio de la cumbre como el catecismo político-humanístico-económico que debiera servirles de libro de cabecera a los cerebros de todo el planeta que deseen aprovechar la tercera revolución industrial de los próximos decenios para encarrilar a los humanos por un camino de más justicia y de más paz?

Tras una precipitada lectura del texto, Reagan se acercó a Mitterrand para felicitarle y, acto seguido, hizo un comentario en los siguientes términos: a principios de la década de los años treinta, el presidente americano Franklin Delano Roosevelt preparó un estudio sobre las innovaciones de los veinticinco años siguientes; en él se olvidó de mencionar la televisión, los plásticos, el trasplante de órganos humanos, la tecnología del espacio, los aviones a reacción, los rayos laser e incluso el bolígrafo. Mitterrand, sin embargo, aseguran sus mentores, no se resignará al fatalismo de las crisis, económicas o bélicas.

En un aspecto, la octava cumbre de los países industrializados de Occidente, si no ha aportado novedad, sí ha reafirmado algo que se revela esclarecedor del futuro geopolítico, y del francés más precisamente. A pesar de las preocupaciones económico-monetarias de los tiempos que corren, para Reagan, su periplo por Europa, iniciado en Versalles, tiene un objetivo primordial: inculcar, más aún, su mensaje anticomunista.

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