Crítica:MUSICA CLASICA

La voluntad sonora de Baciero y Krivine

Los ciclos de la Orquesta y Coro Nacionales, que se han visto definitivamente privados de la presencia de Celibidache y la Orquesta de Stuttgart, Falla y Bizet. Dirigió Emmanuel Krivine (Grenoble, 1947), una interesante personalidad musical que, tras rápidos y brillantísimos triunfos como violinista, inició su carrera de director en 1976.Esa condición de gran violinista se advierte muy pronto en su trabajo al frente de la orquesta, pues sus conceptos parten de la posesión de un "gran arco" capaz de "ligar" y "cantar", movido por una voluntad sonora tan precisa como diferenciada. Todo ello cuaj...

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Los ciclos de la Orquesta y Coro Nacionales, que se han visto definitivamente privados de la presencia de Celibidache y la Orquesta de Stuttgart, Falla y Bizet. Dirigió Emmanuel Krivine (Grenoble, 1947), una interesante personalidad musical que, tras rápidos y brillantísimos triunfos como violinista, inició su carrera de director en 1976.Esa condición de gran violinista se advierte muy pronto en su trabajo al frente de la orquesta, pues sus conceptos parten de la posesión de un "gran arco" capaz de "ligar" y "cantar", movido por una voluntad sonora tan precisa como diferenciada. Todo ello cuajó, sobre todo, en una estupenda versión de la Sinfonía de Bizet, página maestra que con frecuencia parece añorar el estilo y hasta la invención melódica de un Schubert. La Orquesta Nacional respondió con presteza y calidad, incluso en pasajes de tan difícil ejecución como el tiempo final. En cuanto a la clara construcción de la obra, quedó establecida desde lo que en plan un tanto pedante podríamos llamar "el lirismo como estructura".

Sinfonía en do mayor, de Georges Bizet

Obras de Falla y RaveL Orquesta Nacional de España. Solista: Antonio Baciero. Director: E. Krivine. Teatro Real. 16, 17 y 18 de abril.

Antes, las quintaesencias piezas de Le tombeau de Couperin, de Ravel, nos revelaron la perfección de criterio y la imposibilidad, en un director itinerante, de llegar a una congrua realización. No se alcanzó el detallismo preciso que, sin embargo, parecía estar en el ánimo del director invitado.

Entre una y otra obra, el Falla más francés, el de las Noches en los jardines de España, se quedó en mero juego de buenas intenciones de las que, como es sabido, está empedrado el infierno. El solista Antonio Rodríguez Baciero y el director Krivine deben tener conceptos muy distintos de los "nocturnos" que muy relativamente lograron ensamblar. Quizá uno de los mayores encantos del pianismo de Baciero resida en la libertad con que entiende las interpretaciones, en su flexibilidad y morosidad a la hora de buscar las calidades sonoras, en un intimismo libre que, aun pudiendo convenir a la página de Falla, resulta difícil de importar en la orquesta si no se dispone de un número de ensayos inhabitual a la hora de montar las "obras con solista". Las Noches -como todo Falla- son verdaderamente difíciles de tocar con perfección y es inútil pensar en una obra "con acompañamiento". Todo lo cual, a pesar de momentos de poesía muy refinada, no rindió grandes resultados ni en el trabajo de fusión orquesta-piano, ni tampoco en el meramente orquestal. Se adivina la idea expresiva, evocadora, concentrada que Baciero tiene de las Noches, pero su realización debemos esperarla para otra ocasión. Fueron aplaudidos el pianista y el director, muy especialmente después de su preciosa versión de Bizet.

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