Tensión y confusión en la crisis de las Malvinas

Londres pretende que las Malvinas sigan bajo su soberanía, aunque aceptaría que su administración fuera compartida

Las "nuevas ideas" y las antiguas que el secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, está discutiendo con Londres y con Buenos Aires sólo versan sobre una solución "interina" al problema de las islas Malvinas, según declaró una fuente oficiosa británica a EL PAIS, y no sobre proyectos a largo plazo. La solución, según un destacado ministro, estaría en una administración interina de las islas bajo plena soberanía británica, pero con la posibilidad de que en ellas permanezcan un representante argentino y, posiblemente, otro norteamericano.

Este ministro optimista señaló que la so...

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Las "nuevas ideas" y las antiguas que el secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, está discutiendo con Londres y con Buenos Aires sólo versan sobre una solución "interina" al problema de las islas Malvinas, según declaró una fuente oficiosa británica a EL PAIS, y no sobre proyectos a largo plazo. La solución, según un destacado ministro, estaría en una administración interina de las islas bajo plena soberanía británica, pero con la posibilidad de que en ellas permanezcan un representante argentino y, posiblemente, otro norteamericano.

Este ministro optimista señaló que la solución que se contempla está en la línea de los editoriales publicados ayer por The Times y The Daily Mirror. Los argentinos tendrían que retirar sus tropas de las Malvinas, sin perder la cara. En las islas se crearía una Administración interina para dar tiempo así a consultar a sus habitantes sobre su futuro. Pero, decía The Daily Mirror, "aclarándoles bien que no se puede prometer lo que ino podemos cumplir, y que ellos no pueden pedir lo que no podemos dar". El tercer estadio contemplaría, pues, una solución definitiva.Esta propuesta, si se confirma, difiere de la supuesta solución de las tres banderas -norteamericana, británica y argentina-, que en algunos de sus puntos los británicos habrían considerado "inaceptable" y que también habna producido problemas en Buenos Aires.

El discurso del presidente argentino, Leopoldo Galtieri, calificado de duro en la Prensa británica, no fue mal acogido en el Foreign Office, que oficiosamente dice que "nunca le hemos pedido que abandone sus demandas sobre la soberanía de las islas ... esto es lo que hemos estado negociando en los últimos quince años".

El verdadero problema, sin embargo, es que la solución debe ser un "paquete" que contemple con cierto detalle los tres estadios señalados, concordando así con la resolución mandatoria del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Los portavoces británicos no precisan demasiado si los tres puntos contemplados en la resolución -cese de las hostilidades, retirada argentina y negociaciones deben ser simultáneos o no. En cualquier caso, los británicos consideran que, según el principio de autodefensa, el primer punto de la resolución no implica que el destacamento naval deba detenerse, pues aún no ha emprendido una acción abiertamente hostil.

El Ministerio de Defensa reconoció ayer con cierta preocupación tener informaciones de que la flota argentina se disponía a salir de sus puertos, y esperaba que zarpara hacia el sur. El Ministerio no creía que estos buques se atrevieran a violar la zona de guerra de doscientas millas alrededor de las Malvinas, "a la luz de su firme conocimiento de la determinación británica y de nuestras capacidades militares". El Ministerio interpretó el gesto argentino como "un intento de apuntarse algunos tantos propagandísticos y de aumentar la moral".

Las fuentes oficiales británicas no quisieron hacer comentario alguno sobre informaciones de que dos submarinos nucleares soviéticos estaban cerca de las Malvinas. Pero, prueba de la internacional¡zación de la crisis es que el embajador soviético en Londres, Victor Popov, pidió ser, recibido ayer por Douglas Hurd, rninistro adjunto al Foreign Office.

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Oficialmente, se trataba de discutir temas de desarme, pero inevítablemente sur o la cuestión de las Malvinas. Según el Foreign Office, Hurd dejó bien clara la postura de su Gobierno, insistiendo en que no se trata de una cuestión de "colonialismo", sino de la necesidad de salvaguardar el derecho de los habitantes de las islas a su autodeterminación.

El Gobierno británico, frente al pesimismo expresado en días anteriores, confia aún en Haig, dando la bienvenida a la "renovación de su misión". La opinión pública y los medios de comunicación ponen cada vez más en duda la buena fe de los Estados Unidos, diciendo que no pueden ser imparciales en esta crisis y pidiendo presiones económicas de Washington contra Argentina.

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