Tribuna:

Las feministas y el aborto

Con alguna frecuencia, las feministas son consideradas como acérrimas defensoras del aborto. Ante ello, la autora dice que si alguien es consecuentemente antiabortista, "si alguien exige las condiciones para que ninguna mujer se vea ante el panorama de un futuro ser que no desea, ésas somos las mujeres del movimiento feminista". Y propone, entre otras cosas, la alternativa de unas relaciones sexuales distintas -que no incluyan necesariamente el coito- y "en las que podamos entregarnos plenamente sin la obsesión y el miedo al embarazo".

"Soy, Javierchu, un niño como tú; por favor no me m...

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Con alguna frecuencia, las feministas son consideradas como acérrimas defensoras del aborto. Ante ello, la autora dice que si alguien es consecuentemente antiabortista, "si alguien exige las condiciones para que ninguna mujer se vea ante el panorama de un futuro ser que no desea, ésas somos las mujeres del movimiento feminista". Y propone, entre otras cosas, la alternativa de unas relaciones sexuales distintas -que no incluyan necesariamente el coito- y "en las que podamos entregarnos plenamente sin la obsesión y el miedo al embarazo".

"Soy, Javierchu, un niño como tú; por favor no me mates ", "Abortar es matar, aunque el cadáver sea muy pequeño", son eslóganes de la Asociación Pro Defensa de la Vida, que nos viene bombardeando con asiduidad en los últimos tiempos, y, con los que pretenden presentarse como antiabortistas y, por antítesis, presentarnos a las feministas como abortistas; ellos son los humanistas y nosotras las exaltadoras del "asesinato".A las feministas nos interesa el debate social en torno a todas y cada una de nuestras posiciones, tener la oportunidad de explicarlas hasta la saciedad y contrastarlas con todas las ideas contrarias que se nos pueden oponer, precisamente porque es el mejor método para que se nos entienda y para que las mujeres nos convenzamos de que el feminismo es exclusivamente la alternativa de una vida mejor para nosotras y, por extensión, para todos. Nos interesa un debate serio, confrontando diferentes ideas, pero de ningún modo podemos aceptar ataques basados en la demagogia, la mentira o la falsificación de nuestras posiciones.

Y decimos esto en primer lugar porque pretender que el movimiento feminista es abortista es una absoluta falsificación. Y ellos lo saben. Pero, por si cabe alguna duda, queremos explicar en qué contexto se inscribe nuestra defensa de la legalización del aborto.

Nuestro planteamiento, básicamente, es que las mujeres somos seres humanos, planteamiento que, de entrada, parece una perogrullada, pero que deja de serlo en el momento en que empezamos a dar contenido a este principio: somos seres con derecho a decidir la vida que queremos llevar, con derecho a trabajar, con derecho a la educación, a relacionarnos igualitariamente con todas las personas, a participar en la vida social, a movernos con libertad por la calle, con derecho a amar, comunicarnos y relacionarnos sexualmente con placer y libertad, con derecho a la maternidad como opción y como función social reconocida, como se decía en los primeros tiempos de las declaraciones de derechos.

¿Por qué esto ya no es una perogrullada? Porque el mundo patriarcal en que vivimos es exactamente la negación de todos estos derechos. Así de sencillo. Desde que nacemos hasta que nos morimos tenemos la vida marcada por el papel básico que la sociedad patriarcal nos asigna: el de trabajadoras domésticas y madres. Aquí todavía hoy se resumen los deberes y se acaban los derechos de la mayoría de nosotras: ya han decidido por nosotras la vida que debemos llevar, ya nos han dado el derecho a un trabajo: el doméstico (¿cuántas mujeres forman parte hoy de la población "activa" -por lo visto, las amas de casa no trabajamos- española?), ya nos han facilitado el nivel de educación suficiente para tareas domésticas, y así nuestra mínima participación en la vida social, nuestras relaciones de sublevación con los hombres, las agresiones, y el tema central de este artículo: las formas en que vivimos nuestra sexualidad y nuestra maternidad.

El hijo como deseo

Si para alguien es importante la gestación, es para las mujeres, las únicas que la realizamos; si alguien no quiere "jugar" con su cuerpo interrumpiendo "frívolamente" un embarazo, ésas somos las mujeres, que somos quienes nos vemos en la necesidad de abortar y las únicas que tratamos de poner las bases para que esto no sea necesario. ¿Cómo se puede llegar al cinismo de penalizar al aborto sin revisar para nada el tipo de sexualidad dominante, que, para colmo, las mujeres no elegimos, sino que se nos impone?

Seguir ofreciendo el coito como único modelo de relación sexual entre mujeres y hombres, no cuestionarlo, significa continuar negando la sexualidad de las mujeres (la sexología ya ha demostrado suficiente que no es precisamente el modelo de relación más satisfactoria para nosotras;) y significa seguir negando una maternidad libre y deseada ("responsable" parece que se llama); porque el coito es naturalmente reproductor, porque la anticoncepción es sólo responsabilidad nuestra (cuando por lo menos existen los preservativos y la vasectomía), porque no es inocua, porque no está garantizada al cien por cien y porque, en último extremo, se nos niega la posibilidad de interrumpir un embarazo no deseado, se nos niega la localización del aborto.

Si alguien es consecuentemente antiabortista, si alguien exige las condiciones para que ninguna mujer se vea ante el panorama de un futuro ser que no desea, ésas somos las mujeres del movimiento feminista, que no paramos y no pararemos de plantear la alternativa de unas relaciones sexuales distintas, de comunicación, diálogo y placer con el conjunto del cuerpo (no con una sola parte del mismo a penetrar o a ser penetrada), en las que podamos entregarnos plenamente, sin la obsesión y el miedo al embarazo; en que, cuando planteen la posibilidad (no la inevitabilidad) del coito, compartan hombres y mujeres la anticoncepción, en las que no quepa débito conyugal, ni la violencia, ni la insatisfacción. Unas relaciones que permitan que, de verdad, tener hijos sea un deseo humano, no una fatal consecuencia ("quien quiera eso, que pague las consecuencias") y no tener el máximo de hijos, sino el máximo de hijos queridos y felices.

Esta es la línea en que hemos defendido y defendemos hoy la legalización del aborto. No dejamos de plantear una sexualidad diferente, informaclón sexual, anticonceptivos seguros para hombres y mujeres, las condiciones para que el aborto sea innecesario y deje de ser una regla frecuente como hoy.

Para acabar, nuestra valoración sobre la Asociación Pro Defensa de la Vida, brevemente, porque se desprende claramente de todo lo anterior. Se presentan como antiabortistas y defienden la penalización del aborto. Pero como no analizan sus causas y no ponen las bases para que éstos desaparezcan, y defender su penalización no es evitarlos, nosotras entendemos que son sólo penalizadores, y, por tanto, no son "humanistas", sino simplemente están en contra de las mujeres. Y tienen la desfachatez de añadir que, si el aborto nos fallara, mataríamos a los niños y, por la misma lógica, a ancianos inválidos, por ser una carga. No merece respuesta. ¿En manos de quién está el cuidado de los niños, de los enfermos, de los ancianos, de los minusválidos, de ... ?

Si alguien defiende el derecho a la vida, ésas somos las mujeres, que hoy -lo mismo que a lo largo de toda la historia de la humanidad- no sólo damos vida, la cuidamos y protegemos, sino que, además, tenemos que defenderla frente a su destrucción con guerra y violencia que nosotras no desencadenamos. No es nuestra intención, pero si alguien pudiera arrogarse con una mínima legitimidad el monopolio de la defensa de la vida, ésas seríamos las mujeres.

Begoña Salcedo es representante de la Asamblea de Mujeres de Vizcaya.

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