Tribuna:SPLEEN DE MADRID

Armada

No entro ni salgo en la cosa campamental del febrero/81, 23 noche, que a los periodistas nos han mandado no entrar ni salir, pero pido la venia, levanto el dedo y digo viva Jesús para hacerle al general Armada una observación literaria. El otro día ha dicho en el juicio que, según la sabiduría popular, "nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira". Esto, mi respetado general, no es sabiduría popular, sino don Ramón de Campoamor y Campoosorio, poeta dolorido y humorado que, a mayor abundamiento, fue gobernador civil, o sea que anduvo en política, ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

No entro ni salgo en la cosa campamental del febrero/81, 23 noche, que a los periodistas nos han mandado no entrar ni salir, pero pido la venia, levanto el dedo y digo viva Jesús para hacerle al general Armada una observación literaria. El otro día ha dicho en el juicio que, según la sabiduría popular, "nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira". Esto, mi respetado general, no es sabiduría popular, sino don Ramón de Campoamor y Campoosorio, poeta dolorido y humorado que, a mayor abundamiento, fue gobernador civil, o sea que anduvo en política, lo cual duplica la omisión de su nombre y su obra por parte de un ilustre militar que también parece andar en política, según la acusación, aunque yo, como decía, no entro ni salgo. La cita falsa de Armada me ha recordado a aquella señora de café y velito:-Ay Jesús, como dice una amiga mía, "juventud, divino tesoro, que te vas para no volver".

Esto tampoco es amiga redicha ni sabiduría popular, sino Félix Rubén García Sarmiento, el inmenso cantor de Nicaragua, al que llamaron Darío, y que con su música -"peregrinó mi corazón y trajo / de la sagrada selva la armonía"- despierta para siempre todo un continente y lo pone en pie de guerra frente a Angel Ambal Guevara, Napoleón Duarte y otros asuntos internos de Reagan.

O el general Armada ignora a nuestros clásicos más recientes e inmediatos, o los obvia deliberadamente, como su deuteragonista Miláns está haciendo con otros clásicos: los clásicos del golpe de Estado. Lo cual que a Miláns (palabra aguda terminada en ese y, por tanto, tan acentuada y acentuable, en castellano, como morirás, un suponer), nadie le pone el acento en las reseñas, y despojarle de su acento me parece una injuria gramatial tan grave como despojarle de sus medallas -acentuación de la personalidad-, cosa que, hasta ahora, por tranquilidad de todos, no se ha atrevido a hacer nadie -uf-, más vale. Cuando el general Armada atribuye los versos de Campoamor a la sabiduría popular, cazurra y mostrenca, está demostrando subliminalmente, freudianamente, que no vive muy cerca del pueblo ni de sus saberes, ya que eso no es de la gente, sino de un poeta/gobernador. Pero es frecuente que los grandes salvadores del pueblo -incluso por vía pacífica, como en el caso de Armada, según parece- no sepan muy bien qué pueblo están salvando. El general Armada, a quien Martín Prieto ha definido aquí, en sus admirables crónicas campamentales, como hombre más de biblioteca que de acción, frente al puro hombre de acción que es Miláns, tampoco debe tener en su biblioteca a Campoamor, quizá porque lo encuentra poeta viejo, neoclásico, moralista, burgués. ¿Quiénes son los poetas de los encausados? Eso aún no se lo ha preguntado a ninguno la defensa ni el fiscal. A lo mejor, han leído a D'Annunzio, Curzio Malaparte, Stephan George, Federico de Urrutia -Leyenda del César Visionario (Franco)-, Foxá, Pemán, Carrère, Marinetti y Giménez Caballero. No me parecen malas lecturas. Las malas lecturas suelen venirles ahora a los militares en ciclostil y por el buzón. Pero tan cruento como derribar un Gobierno es derribar un poeta. Un gobierno de UCD siempre es recambiable por otro gobierno UCD.

Un poeta -aunque malo, como Campoamor- es siempre impar. Si la memoria y las afirmaciones o negaciones de Armada fuesen siempre tan solventes como en su frase popular, estaríamos perdidos. Por este acto fallido, Freud ya habría cogido al general. Pero Freud no cogía generales, y hacía bieri. Me permito dudar de nna sola de las serenas afirmaciones de Armada: que lo del cristal y el color sea creación popular. Es de Campoamor. Aunque, de todos modos, tratándose de un general, voy a mirarlo.

Archivado En