Egipto y su difícil reconciliación con el mundo árabe / 1

El regreso de los 'nasseristas'

El primer viaje al exterior del presidente egipcio Hosni Mubarak le ha permitido dejar sentada la imagen de una moderación que contrasta con la violencia de los actos y propósitos de su predecesor, Anuar el Sadat. El nuevo rais no oculta que uno de los fundamentos de su acción es la normalización con el resto del mundo árabe, para hacer nuevamente de El Cairo el centro natural de los musulmanes y la encrucijada de los caminos hacia el reforzamiento de la personalidad islámica. La oposición política admite que los primeros pasos del nuevo rais merecen ser apoyados, mientras las capitales árabes...

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El primer viaje al exterior del presidente egipcio Hosni Mubarak le ha permitido dejar sentada la imagen de una moderación que contrasta con la violencia de los actos y propósitos de su predecesor, Anuar el Sadat. El nuevo rais no oculta que uno de los fundamentos de su acción es la normalización con el resto del mundo árabe, para hacer nuevamente de El Cairo el centro natural de los musulmanes y la encrucijada de los caminos hacia el reforzamiento de la personalidad islámica. La oposición política admite que los primeros pasos del nuevo rais merecen ser apoyados, mientras las capitales árabes, con la excepción de Damasco y Trípoli, según lo declarado por Mubarak, ya han emprendido discretos contactos con El Cairo. Un redactor de EL PAIS estuvo recientemente en Egipto.

A menos de cien días de la devolución a Egipto del Sinaí, ocupado por Israel, el contexto en que parr,ce evolucionar la política egipcia se caracteriza por un deseo de revitalizar las fuentes del socialismo nasserista, preservando las relaciones con Estados Unidos y la paz con Israel."Si Sadat fue el hombre de la paz con Israel, Hosni Mubarak será el hombre de la reconciliación con el muiido árabe..." La frase puede ser puesta en los labios de cualquier cairota y traduce, fielmente, el sentimiento de unidad que inspira los primeros cien días de poder de nuevo rais. La voluntad de forniar parte de la gran familia árabe condiciona la moderación de los propósitos y acciones del régimen egipcio. La misma parece inspirirse del desagrado que suscitaba la violencia y la teatralidad de Sadat, en los últimos meses de su mandato, truncado dramáticamente por las balas de un comando, para unos, integrista, y para otros, nacionalista y abnegado. Curiosamente, pocas han sido las manifes,taciones de repudio al asesinato, incluso y cuando esa violencia expeditiva es condenada por el Islam.

La muerte de Sadat ilustra el apogeo de la crisis que venía viviendo la sociedad egipcia, en medio de una camparla represiva que no ahorraba, por decirlo así, ni a una sola de las fuerzas vivas del país. La llegada de Mubarak se ha visto, por el contrario, acompañada de varios gestos de moderación: en primer lugar, la liberación de 223 personalidades políticas, religiosas e intelectuales, entre las que figuran el jefe espiritual de los Hermanos Musulmanes, Omar Telmessani, su principal predicador, el jeqiie ciego Abdel Hamid Kichk, uno de los adversarios más duros de los acuerdos de Camp David, el abogado del Partido Nacionalista (WAFD), Ahmed Nasser, y el periodista y ex consejero de Gamal Nasser, Mohamed Hassanein Heykal.

Sadat quedó atrás

La "desidatización", término bárbaro que evita la Prensa calrota, se hace cada vez más visible. Para preservar la integridad del perímetro que alberga las tres pirámides de Cheops, Nefren y Makarinos, próximas a la capital egipcia, Mubarak ordenó la demolición de una de las residencias que había. construido Sadat. Otro medio centenar de chalés construidos en esa misma área por otros dignatarios del anterior régimen, han sufrido indéntica suerte. Los cairotas parecen complacerse a la vista de las ruinas de las antiguas mansiones, que eran consideradas como uno de los aspectos más agresivos del lujo con que gustaba rodearse Sadat.

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La oposición exterior estima, por el contrario, que Mubarak no ha hecho todavía lo suficiente para ser apoyado. El Colectivo de Egipcios Demócratas, creado en París en septiembre pasado, tras la detención de 2.500 personas, acusadas por Sadat de conspiración contra su régimen, ha pedido a Mubarak que anule el estado de emergencia, libere a todos los detenidos políticos, cuya cifra ascendería a cerca de 4.000, instaure la libertad de opinión y traspase a una jurisdicción ordinaria el proceso de los asesinos del antiguo rais.

Un tono harto diferente es utilizado por los dirigentes de la oposición legalizada. Así, Ibrahím Chukri, preside nte del Partido del Trabajo, criticado por haber apoyado a Sadat, estima que Mubarak será capaz de "realizar la unidad nacional". "Mubarak", agrega, "ha proclamado unos principios que constituyen el eco a. nuestras reivindicaciones. Yo comprendo las consideraciones que le han llevado a conservar la presidencia y la jefatura del Partido Nacional Demócrata (la formación gubernamental) por estimar que la situación todavía no es favorable a la separación de los dos cargos".

Jaled Mohieddine, otro de los dirigentes de la oposición legal, que dirige el Partido de la Unión Nacional Progresista Egipcia, y acaba de llevar a cabo una delicada y discreta misión de mediación en Argel, con el apoyo no confesado de Mubarak, asegura que éste último corregirá los "defectos" de la era Sadat. Según él, Estados Unidos e Israel han ejercido presiones sobre el rais para que firmara un compromiso sobre la autonomía de la población palestina de Gaza y Cisjordania, antes de la retirada israelí del Sinaí, prevista para el 25 de abril próximo... "Pero Mubarak, sostenido por todas las fuerzas políticas egipcias, ha sabido oponerse a las presiones y es partidario de la instauración de un cjima favorable a la comprensión nacional".

Preocupación en Washington

La posibilidad de un viaje político del Egipto de Mubarak ha sido evocada por el embajador norteamericano en El Cairo, Alfred Atherton, en un informe confidencial entregado al secretario de Estado, Alexander Haig, del cuál se han conocido algunos extractos. El jefe de la misión norteamericana pintaría, con tonos dramáticos, los elementos que permitirían considerar una futura transformación de Egipto en un nuevo Irán, al menos en lo que afecta a los intereses estratégicos de

Washington en la zona. Atherton calificaría de "alarmante" la entrada de notorias personalidades nasseristas en el nuevo Gobierno formado por Mubarak, a comienzos del mes pasado.

Una de las posiciones clave está ocupada, al frente de una de las vicepresidencias del Gobierno, encargada de asuntos económicos, por Abdelfatah Ibrahím, antiguo gobernador del Banco Central y uno de los hombres fieles de Nasser. El ministro de Información, Sawat el Sherif, es un antiguo consejero militar de Nasser y formó parte, junto al actual responsable del Ministerio de Turismo, Adeb Taher, del grupo de oficiales que, en 1952, proclamaron la República, tras destronar al rey Faruk.

Adel Baqui, ministro encargado de la coordinación intergubernamental, fue el último de los consejeros de Nasser y participó a la creación del Consejo de la Revolución instituido el 23 de julio de 1952 por los "oficiales libres" encabezados por Neguib y Nasser. Fuad Hashim, otro de los consejeros económicos de Nasser, dirige el Ministerio de Comercio Exterior y ha recibido el encargo de reformar en profundidad la política liberal de importaciones preconizada por Sadat.

La reforma de la política económica egipcia ha sido confiada a un grupo de cinco "sabios;", todos ellos de ascendencia nitsserista. Encabezados por Ibrahim Helmy, figuran los expertos Al¡ Geretly., Abdelgalil Hemary, Hussein Khalaf y Abdelmoneim Qaissuny. Entre otras cosas, organizaron los trabajos de una "conferencia sobre la reforma económica" que, dentro del mayor de los secretos, dió comienzo en El Cairo el 13 de febrero. Por orden del presidente Mubarak, los trabajos del centenar y pico de especialistas; que participaron en esa conferencia, no fueron objeto de publicidid alguna ni se permitió a la Prensa. estar representada.

Reforma económica

La economía egipcia debe ser reformada "dentro de uri espíritu nasserista", lo que significa el reforzamiento del sector estatal y una limitación del proceso de producción directamente dominado por la propiedad privada.

Mubarak no es partidario de suprimir las subvenciones estatales de cerca de un centanar de productos básicos, gracias a las cuales el grueso de la población egipcia, cuyas condiciones de vida se han agravado en los últimos diez años, puede procurarse lo estrictamente indispensable. Los nasseristas critican el condicionamiento de la ayuda financiera otorgada por Estados Unidos y afirman que, si bien Egipto recibe 1.000 millones de dólares anuales -exceptuando Israel es el país que recibe la mayor ayuda norteamericana- esta no puede ser utilizada libremente, sino que, por el contrario, debe dedicarse al cumplimiento de proyectos aprobados previamente por la Administración estadounidense.

La presencia de intereses estadounidenses en el sector económico alcanza cotas elevadas. Ocho bancos, seis compañías financieras, ocho complejos quírr.ticos, seis compañías del sector de la alimentación y seis empresas petroleras, constituyen la punta del iceberg de las multinacionales norteamericanas en Egipto. El deseo de Mubarak sería limitar el poderío de Estados Unidos en esa área, a traves de un incremento de la cooperación con la Europa comu.nitaria, a condición de que esta última esté dispuesta a aceptar trans;ferencias tecnológicas. El liberalismo económico del anterior rais, la paz con Israel y la alianza con EE UU, que han constituido los aspectos centrales de la política de Sadat "no han hecho más felices a los egipcios", según los cairotas.

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