Crítica:'ROCK'

Gillan, un superdotado de la garganta

El concierto que lan Gillan ofreció el pasado jueves en el pabellón del Real Madrid no tuvo el carácter de conmoción y gran exceso que suele acompañar a los sucesos de rock duro. Bien es cierto que el recinto registraba una entrada muy apreciable pero también lo es que no se respiraba ese ambiente suele resumirse en inmensas borracheras, esas juergas obnubiladas y maravillosas con que el personal festejó a AC / DC o Motorhead. Lo cual no implica que no se gozara.Gillan es uno de los legendarios cantantes de los mucho más legendarios Deep Purple. Es, dicho sea rápidamente, un superdotado de la ...

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El concierto que lan Gillan ofreció el pasado jueves en el pabellón del Real Madrid no tuvo el carácter de conmoción y gran exceso que suele acompañar a los sucesos de rock duro. Bien es cierto que el recinto registraba una entrada muy apreciable pero también lo es que no se respiraba ese ambiente suele resumirse en inmensas borracheras, esas juergas obnubiladas y maravillosas con que el personal festejó a AC / DC o Motorhead. Lo cual no implica que no se gozara.Gillan es uno de los legendarios cantantes de los mucho más legendarios Deep Purple. Es, dicho sea rápidamente, un superdotado de la garganta, un hombre con unas posibilidades y, un registro enormes que utiliza con la inteligencia y la experiencia que sólo dan los años. La cosa empezó de forma muy prometedora: con una explosión que hizo levantarse a quienes plácidamente esperaban sentados (antes había actuado el grupo español Cráter, pero es mejor olvidarlo). Luego se iniciaron unas notas como clásicas porque, al fin y al cabo, la generación de los Purple siempre tuvo una cierta tendencia al sinfonismo. Sobre el escenario, iluminado sin ningún lujo, había un teclista al que le gustaba Bach, un bajo que parecía el malvado turco (calvo, grande y con barbita), un guitarrista que era un posturas y un batería al que no se veía. Además de ellos colaboraron los auxiliares del grupo haciendo coros. Muy tierno todo.

Gillan es un hombre magnético pero, sobre todo, un gran cantante. No solamente, un chillón (que también) sino un hombre capaz de recorrer una tesitura amplísima cargándola de intención y de matices. El era el espectáculo ya que las canciones, enormemente variadas, no poseían esa cualidad mítica que todo el inundo sintió cuando la emprendieron con el Smoke On The Water de los Purple. Ahí podía resumirse todo, la falta de evolución de un estilo que posee unos cuantos himnos y unos cuantos héroes.

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