Editorial:

La bipolaridad y su riesgo

NO DEJA de ser sorprendente, y puede que hasta irritante para los aliados europeos, que Estados Unidos haya conversado tan largamente con la Unión Soviética -Alexander Haig y Andrei Gromiko, en Ginebra- en medio de una tormenta de sanciones y de hostigamientos; y hasta utilizando un subterfugio casi infantil, como el de reducir el encuentro a un solo día, pero alargando -ese único día a ocho horas de conversación. La irritación no puede obedecer, naturalmente, al hecho en sí de la negociación -cualquier contacto directo es positivo para la paz y la estabilidad internacionales-, sino a la difer...

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NO DEJA de ser sorprendente, y puede que hasta irritante para los aliados europeos, que Estados Unidos haya conversado tan largamente con la Unión Soviética -Alexander Haig y Andrei Gromiko, en Ginebra- en medio de una tormenta de sanciones y de hostigamientos; y hasta utilizando un subterfugio casi infantil, como el de reducir el encuentro a un solo día, pero alargando -ese único día a ocho horas de conversación. La irritación no puede obedecer, naturalmente, al hecho en sí de la negociación -cualquier contacto directo es positivo para la paz y la estabilidad internacionales-, sino a la diferencia de medidas entre lo que Estados Unidos exige de sus aliados y lo que se permite a sí mismo. Esa sensación ya se produjo cuando Ronald Reagan atacó la cuestión del gasoducto de Siberia y, en cambio, no anuló ni redujo sus exportaciones de grano, cosa que hubiera producido la irritación de sus agricultores y un cierto desequilibrio en la economía americana. La entrevista de los dos ministros de, Asuntos Exteriores hace crecer los temores de que el regreso a la política de bloques sea conducido bilateralmente y sin mediación de las partes interesadas. Probablemente una cosa así sea reflejo de la situación real; pero hace años que se está luchando por cambiar esa situación por otra más rica, más abundante en posibilidades. Quizá haya una respuesta de esa irritación europea cuando el día 9 de febrero se celebre la cumbre occidental en Madrid, que indudablemente tiene que repercutir en la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), conferencia seriamente amenazada por la bipolarización, y disminuida en su propósito inicial de que todas las naciones de Europa tengan voz y voto en cuestiones que atañen gravemente a su propio espacio.No es el menor de los temores el que ciertas conversaciones entre Haig y Gromiko, u otros conductos abiertos o secretos, lleven a un cierto intercambio de valores. Dicho de otra forma: el canje de unas manos libres en Polonia para la URSS por el de unas manos libres de Estados Unidos en el Caribe, zona que aparece en la nomenclatura de puntos conflictivos que hizo Haig en su breve referencia pública de lo tratado, añadiendo que "se divisaban algunas soluciones". Que este pacto, o principio de entendimiento, o complicidad, se desarrollase en medio de una tormenta verbal que cada una de las dos potencias escenificaría para sus aliados entra dentro de lo posible. El punto de vista de Europa difiere notablemente del de Estados Unidos en aquellos temas que hacen referencia a la moral de las opiniones públicas: se basa en una defensa de los valores de libertad allá donde se encuentren oprimidos, sea Polonia o sea Turquía, sea Afganistán o El Salvador.

Existe el peligro de que regresemos a los tiempos de la guerra fría; tiempos que claramente Europa y otros países occidentales de otros continentes no quieren ver resucitados. Es de desear que las soluciones esbozadas entre Haig y Gromiko no hayan ido precisamente por esos derroteros. La propia celebración de la entrevista ha sido, sin duda, positiva con relación a un riesgo de guerra. Pero los países aliados tienen derecho a una mayor participación de la que se aprecia.

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