Crítica:

Eusebio Ibarra, un violinista ante "su" orquesta

Dentro del corte convencional del programa ofrecido por Odón Alonso y la Orquesta de RTVE, en cada una de las tres obras que lo integraban había un compromiso a salvar, lo que otorgaba al concierto un interés mantenido. En Haydn, el compromiso era tocar con una formación camerística -quince instrumentos de cuerda-, infrecuente y siempre delicada. En Lalo, la prueba era para el solista Eusebio Ibarra, violinista de la propia orquesta, con cuyo acompañamiento afrontaba una de las grandes piezas virtuosísticas del repertorio concertante.Finalmente, las vastas proporciones, la original forma y la ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Dentro del corte convencional del programa ofrecido por Odón Alonso y la Orquesta de RTVE, en cada una de las tres obras que lo integraban había un compromiso a salvar, lo que otorgaba al concierto un interés mantenido. En Haydn, el compromiso era tocar con una formación camerística -quince instrumentos de cuerda-, infrecuente y siempre delicada. En Lalo, la prueba era para el solista Eusebio Ibarra, violinista de la propia orquesta, con cuyo acompañamiento afrontaba una de las grandes piezas virtuosísticas del repertorio concertante.Finalmente, las vastas proporciones, la original forma y la enorme carga emocional de la sinfonía de Chaikovski constituyen el ineludible comprom ¡so con las obras de mayor presencia en los conciertos del mundo, esas que los públicos mejor conocen y, en consecuencia, más severamente juzgan.

Cuarteto-divertimento en fa mayor, op

3 número 5 (Haydn), Sinfonía española (Lalo), y Sinfonía número 6, Patética (Chaikovski). Eusebio Ibarra, violín. Orquesta Sinfónica de la RTVE. Director: Odón Alonso. Teatro ReaL 28 y 29 de novienibre de 1981.

Y ya que hemos nombrado al público, digamos que su reacción fue en todo momento de complacencia y que además se pudieron advertir en el aplauso matices diferencíales para cada interpretación: tras la ejecución pulcra y jovial del Divertimento en fa mayor, de Haydn -en el que muchos «se encontraron» con la célebre y bellísima Serenata-, creí advertir signos de gratitud hacia la inclusión de música tan pura y grata, tan sencilla y a la vez tan apta para calibrar la finura musical de los instrumentistas, que, por cierto, respondieron muy acertadamente (un detalle significativo- el maestro Alonso, en los saludos de rigor, felicitó individualmente a los quince solistas).

Al acabar la Sinfonía española, esos matices diferenciales a los que me refería optaron por la abierta simpatía hacia el trabajo riguroso, ilusionado y solvente de un componente de la orquesta que abordó las enormes dificultades de la parte solista -sin excluir el Intermezzo, del que a menudo se prescindecon suficiencia técnica, bello sonido -aunque no grande- y justa expresión españolísta. Pedir un punto más de flexibilidad en el fraseo, de vuelo interpretativo, quizá fuera demasiado pedir en semejante prueba para Ibarra; director y profesores de la orquesta volcaron cariñosamente hacia el compañero todos los aplausos.

En cuanto a la versión de la Sinfonía Patética, Odón Alonso se entregó al inefable lirismo, a la honda expresividad poemática de los movimientos extremos, pasando como en volandas por el vals y la marcha centrales, llevados con deliberada ligereza de tiempo e intención. Interesante versión de una obra que, como ocurre con aquellas impregnadas de la personalidad humana del autor, admite más opciones interpretativas de las que siempre ofrece al director una partitura.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En