Crítica:DANZA

Una especie de "danza pop"

Jennifer Muller es una bailarina norteamericana de evidente talento e impecables credenciales -se formó con uno de los grandes creadores de la Modern Dance, en los años cincuenta y sesenta, José Limón- que desde 1974 tiene su propia compañía dedicada amontar -exclusivamente sus propias coreografias.Aunque dada la imposibilidad que hay en España de ver. a los grupos realmente importantes en el campo de la danza moderna cualquier espectáculo de este género se convierte en interesante, lo cierto es que Jennifer Muller and the Works -en el Olimpia hasta el 1 de noviembre- produce ci...

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Jennifer Muller es una bailarina norteamericana de evidente talento e impecables credenciales -se formó con uno de los grandes creadores de la Modern Dance, en los años cincuenta y sesenta, José Limón- que desde 1974 tiene su propia compañía dedicada amontar -exclusivamente sus propias coreografias.Aunque dada la imposibilidad que hay en España de ver. a los grupos realmente importantes en el campo de la danza moderna cualquier espectáculo de este género se convierte en interesante, lo cierto es que Jennifer Muller and the Works -en el Olimpia hasta el 1 de noviembre- produce cierta decepción.

El vocabulario coreográfico de la Muller, al menos en las tres piezas presentadas el martes, es limitado y borroso, cobrando sólo cierta claridad y vida cuando es ella misma quien lo interpreta, como ,en el tercer dúo de Lovers, con sus movimientos amplios y sus espec taculares extensiones.

Terrain

Coreografía deJenniferMulier sobre música de Ross Levinson. Lovers. Coreografía de Jennifer Muller sobre música de Keith Jarrett. Speed. Coreografía de Jennifer Muller sobre música de Burt Alcántara. Jennifer Muller and the Works. Director artístico: Jennifer Muller. Sala Olimpú; de Madrid. Martes 20 de octubre de 1981.

Por otra parte, la técnica del conjunto es efectista, con un buen desarrollo del salto anclado en profundos pliés, pero los bailarines parecen tener dificultades para terminar y dar expresión a sus movirifientos, de forma que, al final, todo queda en una especie de danzapop enriquecida de dificultades.

Con todo, la obra que cerraba el programa, y de lejos la mejor -Speed-, tuvo momentos felices en que en medio de una cierta confusión (producida fundamentalmente por un inexplicable afán de los bailarines en cambiarse de ropa diez o doce veces durante el baile) se realizaba una misma frase coreográfica con ritmos de movimiento distintos.

Speed consiguió transmitir algo de alegría dinámica en la traca final.

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