Crítica:

Vuelve la música en vivo

Galanterías del rococó, de Mozart.

Petite a petit, de Martinu, Paso a dos en blanco, de Saint-Saëns, Rapsodia sinfónica de Turino; Albaicín; de Albéniz, y Rapsodia portuguesa ;de E. Halffter. Ballet Nacional Clásico. Director: Víctor Ullate. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director:

Jorge Rubio.



Teatro de la Zarzuel
a. 7 de octubre



Varias cosas hay que destacar en la nueva presentación madrileña del Ballet Nacional Clásico. La primera es la presencia de la música en vivo, tan deseada por los profes...

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Galanterías del rococó, de Mozart.

Petite a petit, de Martinu, Paso a dos en blanco, de Saint-Saëns, Rapsodia sinfónica de Turino; Albaicín; de Albéniz, y Rapsodia portuguesa ;de E. Halffter. Ballet Nacional Clásico. Director: Víctor Ullate. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director:

Jorge Rubio.

Teatro de la Zarzuela. 7 de octubre

Varias cosas hay que destacar en la nueva presentación madrileña del Ballet Nacional Clásico. La primera es la presencia de la música en vivo, tan deseada por los profesionales como por los verdaderos aficionados.La Sinfónica de Madrid, la histórica Orquesta Arbós, bajo la dirección de Jorge Rubio, respondió con eficacia desde el foso a un programa comprometido, sabiendo subordinarse en todo momento al espectáculo escénico.

La Orquesta Sinfónica de Madrid nos devolvió la emoción casi perdida de asistir a una velada irrepetible, porque en ella se conjugaron dos interpretaciones vivas, la de la música y la de la danza, en las cuales reside la esencia misma del arte coreográfico.

Luego, la calidad de todos y cada uno de los miembros que integran el Ballet Nacional Clásico. Después de dos años de actuación por España y por el mundo, las huestes de Ullate han alcanzado una cohesión admirable y un aire personal en cuantos estilos abordan. Todo ello no es fruto de la improvisación.

Nace de un trabajo cónstante y riguroso, dentro de la más estricta disciplina académica para el ballet clásico. Y esta última característica es la que nos conduce a la tercera de las cosas a destacar en el Ballet Nacional Clásico: la incorporación de músicas españolas de raíz popular a un tipo de danza clásica -en modo alguno formularia- de carácter universal. Ahí nos parece que radica la futura razón de ser de una compañía de ballet que representa a España en el ámbito de la danza llamada clásica, sea su origen una partitura de signo nacionalista más o menos fuerte o una pieza de autor o estética contemporánea.

En este sentido, si los ballets de la primera parte gustaron por su cuidada y brillante realización (destacamos la bella coreografía de Uwe Scholz para Mozart, la genial expresividad de Ullate en Martinu y la precisión y elegancia de Elena Figueroba y Michel Galvane en Saint-Saëns), los ejemplos de la segunda parte, todos ellos sobre partituras de autores españoles, dejaron bien clara la talla de Ullate como coreógrafo y las posibilidades de relanzamiento de nuestra música a través de un arte sutil y depurado que en absoluto recorta terrenos del Ballet Nacional Español, que dirige Antonio, como se pudo comprobar en el precioso Albaicín.

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