Editorial:

Silencio las ondas

TODOS CONOCÍAMOS hasta la, mañana de ayer la pretensión del Gobierno de poner sordina al molesto debate de la colza, pero desconocíamos que iba a encontrar tan fáciles colaboradores en los directivos de la radio y televisión estatal y privada. La argumentación del Ente Público RTVE de que no es costumbre en los países europeos alterar la programación para transmitir este tipo de debates es sencillamente sonrojante. Esa costumbre ha sido rota varias veces por los propios citados países europeos, en los que desconocemos que haya tenido lugar un debate sobre la intoxicación criminal de 15....

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TODOS CONOCÍAMOS hasta la, mañana de ayer la pretensión del Gobierno de poner sordina al molesto debate de la colza, pero desconocíamos que iba a encontrar tan fáciles colaboradores en los directivos de la radio y televisión estatal y privada. La argumentación del Ente Público RTVE de que no es costumbre en los países europeos alterar la programación para transmitir este tipo de debates es sencillamente sonrojante. Esa costumbre ha sido rota varias veces por los propios citados países europeos, en los que desconocemos que haya tenido lugar un debate sobre la intoxicación criminal de 15.000 ciudadanos por consumir un aceite cuyo comercio ilegal era o desconocido o tolerado por el Gobierno.El salomónico juicio del presidente del Congreso, dejando a los propios medios de difusión la decisión de retransmitir o no el Pleno, ha traslucidó el respeto que los directivos de las emisoras de radio y televisión tienen para los deseos del poder y el que guardan para sus oyentes y telespectadores. Desconocer que la sociedad española se encuentra vivamente interesada en asistir a través de las ondas a un debate de este tipo parece una ignorancia de sospechosas raíces. Y no deben los profesionales de esas empresas, largamente acreditados en otras ocasiones. pagar la vergüenza de una decisión que ellos no han tomado y de la que son víctimas, junto con el resto de la sociedad española. Radio y televisión han hecho un buen servicio a la política de secreto y misterio que el Gobierno quiere aplicar a este caso. Es una pobre y triste victoria de la estrategia del poder que debe hacer meditar sobre el control de la información en este país y en este momento.

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