Mejores perspectivas en la segunda semana del Festival de Cine de Cannes

El aspecto desolado que ofrecía el Festival de Cine de Cannes en su primera semana ha dado ya pie al esplendor de la segunda. Poco a poco han ido llegando al festival cuantos se resistían en los primeros días. Es lógico: una quincena es demasiado tiempo para productores y distribuidores, y el festival, por su parte, reserva para los últimos días lo mejor de su programación.

Con la Croisette abarrotada de gente se sigue pensando, sin embargo, que este año se ha equivocado al menos publicó en las ediciones anteriores dentro de que cada cual explica ese fenórheno de forma distinta, el ...

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El aspecto desolado que ofrecía el Festival de Cine de Cannes en su primera semana ha dado ya pie al esplendor de la segunda. Poco a poco han ido llegando al festival cuantos se resistían en los primeros días. Es lógico: una quincena es demasiado tiempo para productores y distribuidores, y el festival, por su parte, reserva para los últimos días lo mejor de su programación.

Con la Croisette abarrotada de gente se sigue pensando, sin embargo, que este año se ha equivocado al menos publicó en las ediciones anteriores dentro de que cada cual explica ese fenórheno de forma distinta, el fantasma del recién creado Festival de Los Angeles parece ser una razón seria. La ausencia de películas indepen dientes norteamericanas, por ejemplo, seria un buen síntoma que se pretende apoyar el festival californiano, que a partir de este año tendrá ya una dimensión, internacional. La protección pues, que la industria-norteamericana ha prestado en los últimos años a Cannes amenaza con desaparecer. Si el festival no vuelve a sus primitivos planteamientos de apoyo al cine europeo, tiene, a juicio de muchos, mal porvenir. La vida en las proyecciones y en la Croisette sigue, no obstante, su curso normal.Ha llegado, pues, el momento del rumor y como todos los años, aparecen visionarios mal o bien informados que aseguran conocer de antemano el palmarés que el jurado dará el próximo miércoles. La película de Cimino La puerta del paraíso, que tan mala acogida ha tenido. entre la mayoría de los asistentes serían, según esos pronósticos, una de las que primero aparecerán premiadas en la lista oficial. Desde luego parece fácil entender que Cimino necesita una ayuda del festival para remontar el desgraciado periplo de su película, pero sería descarado, además de injusto, recoger todos los presagios, que haría interminable estas crónicas: cada uno de ellos barre para adentro o informa parcialmente.

Si hasta ahora no se ha visto una película realmente indiscutible, que obviamente merezca un premio, el nivel medio de la cempetición ha ascendido considerablemente con la presentación del filme húngaro Mefisto, de Istvan Szabo, el autor de películas tan recordadas por los cineclubistas españoles como La edad de las ilusiones o Padre. Convencido de que su cine debe comprometerse con la realidad de su tiempo, Szabo ha desarrollado a lo largo de su filmografía una curiosa y arriesgada reflexión política sobre la historia de su país. Mefisto, en este sentido, traslada el decorado a la Alemania nazi, donde un famoso actor, con ideas socialistas en su juventud, se alía con sus enemigos, haciéndose cómplice de sus actividades, en función, dice, de que el arte es apolítico.

Una película rigurosa

Mefisto es una película rigurosa, medida hasta el último detalle, cuidada, seria. Quizá no apasione ni provoque delirios provoque vivo el interés -un interés que va más allá del cinematográfico- durante las dos horas y media de proyeccion. Curiosamente fue una película rechazada en la primera selección del festival y que sólo a última hora fue aceptada. La sorpresa de los festivaleros al conocer ese detalle no ha sido fácil de superar. Mefisto es por el momento la mejor película de este Cannes-81.Todo lo contrario, que la segunda participación francesa en el concursó, Padrastro, última película de Bertrand Blier, el director de Los rompepelotas Y¿Quiere usted ser el amante de mi mujer?, grandes e incomprensibles éxitos de taquilla en nuestro país. Blier aboga por un ternurismo barato, por una mecánica funcional en la puesta en escena, por un humor burguesito y ñoño que dice inspirarse en Marcel Pagnol, pero que tiene más que ver con vulgares comedietas de bulevar.

En Padrastro decide contar los amores de una adolescente con un joven de treinta años con situaciones llamadas poéticas por los incondicionales del cine francés (es decir, por gran parte de la crítica francesa), pero que no pasan de ser cursis.

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